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Ilustrado por: Sofía Olago

 Jobeshufe

Hablar de «naturaleza de» es algo que todos podríamos entender, pero muy difícil de explicar con términos usuales ajenos a la filosofía. Pero no entraremos en tecnicismos filosóficos para este tema (al menos por ahora).

Sabemos que hablar de «naturaleza de» es, en general, referirse a aquello que no cuesta esfuerzo en hacer. En efecto, decir “naturaleza de” es hablar de la «facilidad de hacer algo». Por lo que entendemos que el presente título se refiere en sí a la facilidad que tiene todo artista en su obra de arte (sea literatura, música, pintura, etc).

Recuerdo claramente una vez ver a Yehudi Menuhim, quien enseñaba a un niño a interpretar con el violín, sobre la importancia de que dos o tres de los dedos de la mano estuviesen naturalmente relajados mientras uno o dos de ellos presionaban el traste para ejecutar una nota. Mandó al niño que, mientras en presionaba con un dedo el traste, levantase los otros tres. Y vaya sorpresa. Los tres dedos estaban totalmente sueltos, mientras el dedo ejecutante estaba bien firme sobre la nota que ejecutaba. Claudio Arrau, pianista chileno, también hablaba de la importancia de no mantener rígidos los brazos mientras se ejecutaba una obra musical. En la literatura, Mario Vargas Llosa en su Carta a un joven novelista recomendaba que el estilo no debe de ser esforzado ni rebuscado sino «natural». Entonces, entendemos que la «naturaleza de” en el arte quiere decir la facilidad de hacer algo sin el mayor esfuerzo que se presenta. Parece fácil, pero en realidad encierra una dificultad en su fachada; puesto que, debe ser cultivado.

Un compositor de música para formar su estilo no solo piensa en la melodía, sino en su armonía y contrapunto y lo que quiere expresar, es decir, su lenguaje musical. Para ello usa una serie de acordes que siempre se repetirán a lo largo de su música. Por ejemplo, Chopin usa una serie de saltos armónicos independientemente de los acordes que use. Esos saltos forman la armonía de su música. A ellos, añadimos los rubato, los adornos, etc. Cada uno en su tonalidad mayor o menor Chopin lo firma de tal modo que reconocible. Lo mismo con Liszt y sus muchos acordes de dominante y séptimas, así como ritmos. Bach, Beethoven, Mozart, Haendel, Schumann, Rachmaninoff, Tchaikovsky, etc., todos tienen ritmos, melodías, armonías, contrapunto, y lenguajes distintos que los caracteriza.

Del mismo modo en la literatura. Cada autor sabe qué enlace debe hacer en cada frase para desarrollar su tema, así como enlaces argumentales, de figuras literarias: Si al hipérbaton lo responde con una ironía, si a su símil lo usa para expresar tristeza o descripción de su personaje, etc. Y lo mismo en la pintura.

Después de todo esto, ¿cómo se llega a la «naturaleza de» en el arte? La respuesta está en que en el arte no existen leyes. Es decir, el arte como una no ciencia, no necesita de leyes para determinar cómo hacer una obra. En efecto, la característica principal de arte es que necesita de la experimentación. Chopin no adquirió su estilo en un conservatorio, y Cela tampoco aprendió a escribir de una manera que todo lo hacía, y menos Picasso pintaba como lo hacía Miguel Ángel. Para llegar a la «naturaleza de escribir, pintar, tocar, componer, hablar, persuadir, etc.» no necesita leyes, sino un sistema, basado en los requerimientos contemporáneos. La oratoria ya no necesita ser ejecutada con voz proyectada, puesto que se tiene el micrófono, y del mismo modo el cantar. Por lo que, el sistema de la “naturaleza de” en el arte solo puede ser hecha a través del análisis de las necesidades que en la actualidad se requieren.

Amigos, el arte es experimental, no es una ciencia. Para llegar a la «naturaleza de» de lo que se requiere es preciso analizar el porqué usaron los anteriores a nosotros para expresar lo que expresaron. Y con base en ello, nosotros podemos hacer las cosas mejor; o peor, si no se comprendió el uso de aquellos autores que ya no están con nosotros utilizaron para llegar a donde llegaron.

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Redactor

Sofía Olago

Sofía Olago

Ilustradora

Mi nombre es Diana Sofía Olago Vera, para abreviar prefiero ser llamada Sofía Olago. Tengo 19 años y nací en Lebrija, un pequeño municipio del autoproclamado país del Sagrado Corazón de Jesús: Colombia. Sin embargo, desde pequeña he vivido dentro del área metropolitana de Bucaramanga, capital del departamento de las hormigas culonas.

Soy una aficionada del diseño que nutre su estilo y conocimientos a base de tutoriales y cacharrear softwares de edición. Actualmente, soy estudiante de Comunicación Organizacional, carrera que me dio la mano para mejorar mi autoconfianza y mis habilidades comunicativas.

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