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Ilustración: Florencia Luna

Alejandro Zaga

Es posible que ni siquiera exista un Thomas Pynchon, pero el simple mito de su existencia merece una presea tan grande como el Nobel. Un hombre tan esquivo que públicamente no se le había visto desde que sirvió en la marina estadounidense, siendo aún adolescente, en 1955 hasta que un paparazzi lo acosó lo suficiente para conseguir una fotografía hace un par de años.

Toda su producción literaria sigue un eje, uno que por más que explote no ha agotado: lo detectivesco. Si alguien ha vivido de y en la paranoia es Pynchon, pues se trate de cohetes y coordenadas, de empresas que raptan millonarios o de servicios postales clandestinos, él ha formulado e innovado la narrativa cada vez, siempre de las maneras más eruditas. ¿Es difícil leer a Pynchon? No realmente, pero es intimidante, puesto que cada página contiene referencias que pueden ser completamente desconocidas para el lector no angloparlante, a pesar de los no pocos esfuerzos de los traductores. Lo que se puede hacer es resignarse a no comprender todo lo que introdujo en las líneas, pues no obstaculiza la trama en absoluto.

Las (cuando menos) complejas novelas de Thomas Pynchon son la concentración de cien años de conocimiento cultural, incluyendo profesiones, artes y oficios, subculturas, cultos y tribus, pero sobre todo lo que Estados Unidos ha sabido exportar mejor mediante los medios audiovisuales: teorías de conspiración. Tal ha sido su estudio sobre ellas que las escribe de manera terroríficamente puntual, casi ingenieril, apretando la tuerca en el momento justo y cambiando el panorama de la trama cuando, ingenuos, creímos acercarnos al meollo. Sus personajes están también envestidos con esa paranoia y rellenos de vicios y pensamientos cambiantes que se reflejan en diálogos llenos de duda, con los cuales paulatinamente se logra ver el desarrollo de los personajes (de la mano de la narrativa completa). No se le puede llamar a Pynchon un autor prolífico con ocho novelas y un libro de cuentos publicados en cincuentaisiete años, pero cada uno de sus libros merecería una cátedra universitaria completa.

Estos elementos y su maestría al manejarlos le han valido el National Book Award en 1973 por El arcoíris de la gravedad (Gravity’s rainbow).

Su más bien corta bibliografía es:

    • V.
    • La subasta del lote 49
    • El arcoíris de la gravedad
    • Un lento aprendizaje (cuentos)
    • Vineland
    • Mason & Dixon
    • Contraluz
    • Vicio propio
    • Al límite

Pynchon en sus propias (probables) palabras:

    • «Lo principal que ha cambiado recientemente en mi estilo de vida es que no uso el tren subterráneo más. Antes iba en subterráneo a donde fuera pero ahora no lo uso nunca por temor a las armas biológicas». (Pynchon, sobre el 9/11 y la posible inexistencia de Bin Laden, Playboy Japón).
    • «Pero nadie lo llegó a creer realmente. E hicieron mal. Porque no hay ningún motivo por el que yo no pudiera haber sido Salinger». (Pynchon, respondiendo a los rumores de que podía ser J. D. Salinger).
    • «No he leído nada como este asombroso capítulo final, sinfónico, seguro en sus dinámicas y tempo, también conmovedor como un bote de río, cuyo autor y piloto, con la experiencia de toda una vida nos conduce infaliblemente a través de peligros de escepticismo y piedad, en este río en que sabemos que sin su guía no hay amor y contra cuyo flujo el esfuerzo por regresar sería vano…» (Pynchon, sobre la traducción al inglés de El amor en los tiempos del cólera, New York Times).
    • « En América, el tiempo tiene más de un vector y, cuando quieres darte cuenta, ha cambiado de dirección. Por ejemplo, Jack Kerouac descubrió el género de la carretera escribiendo con una sola mano en 1605. Charlie Parker nació en una aldea del Congo en 1754. Y Superman era ya un mito judío, quizá el Gólem o tal vez Sansón, antes de que decidiera vestirse como para ir a una fiesta de carnaval. Ni la ficción de carretera, ni el jazz, ni los superhéroes son géneros puramente americanos, por mucho que nos los atribuyamos de vez en cuando». (Pynchon, sobre la paranoia propia, Factor Crítico).
    • «Las teorías de la conspiración son formas de ficción que presentan una manera alternativa de explicar el mundo. Sin embargo, ésta es tan exagerada y tan diferente a la realidad que el mundo nos deja ver, que nunca acabamos de creérnoslas. Y cuando nos las creemos, las olvidamos». (Pynchon, sobre las teorías de conspiración, Factor Crítico).

Lo que otros opinan:

    • «Es una broma que él no haya recibido en Nobel y yo sí. Considero a Pynchon uno de los más importantes escritores vivos, mucho más importante que Philip Roth, por cierto. ¡No puedo recibir el premio Nobel si Pynchon no lo ha tenido! Eso es contra natura». (Elfriede Jelinek, premio Nobel de literatura 2004).
    • «Es el escritor más sofisticado y nadie sabe dónde está, lo admiro muchísimo […] si estás ahí, quiero hablar contigo». (Timothy Leary, en una entrevista televisiva).
Alejandro Zaga

Alejandro Zaga

Director Jurídico

Nacido en 1995 en Distrito Federal (hoy CDMX). Estudió teatro y la licenciatura de Estudios Latinoamericanos, en la UNAM. Ambas truncas. Permanente estudiante/escrutiñador de la comedia, pues la risa es la prioridad. La ironía lo llevó a inscribirse en Derecho, también en la UNAM.

Florencia Luna

Florencia Luna

Ilustradora

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