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Ilustrado por: Sofía Olago

Jennifer Puello Acendra

 

La distancia de la familia y la tierra hace que se anhelen muchas cosas que se daban por sentado. Esta vez hablaré de un plato típico que tiene orígenes muy difusos en el tiempo: el arroz de coco. La Región Caribe es un hibrido cultural donde lo indígena, lo negro, lo europeo y lo árabe están presentes, por ello una de las preguntas que surgieron en mí fue ¿cuál es el origen de la fusión entre arroz y coco?

El coco tiene sus orígenes en el Sureste Asiático y se fue diversificando por el Pacífico, gracias al comercio encontró cabida en el continente africano; a partir de ahí, en los siglos XVI-XVII lo introdujeron a América desde la África tropical. Ya desde Asia se realizaba una preparación de arroz blanco hervido con leche de coco y hojuelas de coco.

La leche de coco, que es la base del arroz de coco, es parte esencial de la gastronomía de Indonesia, Malasia, Tailandia, India o Sri Lanka. De acuerdo a la zona, se pueden agregar especias, puede comerse como postre o como plato de entrada, en los primeros casos incluso se le agregan frutas; en los segundos, suele acompañarse con pescados o maricos.

Por su parte, el arroz llegó a América con el infame comercio trasatlántico de esclavos. En Norteamérica el cultivo de arroz estuvo a manos de los africanos, que estaban más familiarizados que los europeos con este cereal y era el principal alimento en los barcos negreros. De hecho, algunos historiadores consideran que su popularidad era baja en Europa, salvo en España, donde los árabes lo introdujeron en el silo VIII.

De vuelta a América, existe la presencia de la fusión del arroz y el coco en las costas de Venezuela, Colombia y en Puerto Rico, los tres con presencia afrodescendiente. El Caribe colombiano es, en palabras de Antonio Benítez (2002) un mega archipiélago multicultural en donde el hilo conductor fue África. En este lugar el arroz de coco se vuelve el principal en su tipo, que suele unirse, generalmente, con pescado frito.

En la Región Caribe colombiana aprendí del sabor de este arroz en manos de mi abuela materna, mis tías y mi madre. Y esa herencia negra e indígena de mis ancestros llegó a mis manos, aquello que intenté recrear en los lugares lejanos a donde el viento me llevó.

Desde la mañana se va preparando el almuerzo, el coco se parte y raya (o licúa, si se prefiere hacerlo más sencillo), ese producto se escurre, a lo que llamamos leche de coco. Lo extraído se vierte en la olla donde se suele cocer el arroz, solo que esta vez se usa la leche con azúcar para hacer un caramelo.

Solo hay que tener la bendición de los dioses para que el caramelo no se queme, luego viene lo sencillo: echar el doble de agua por la cantidad de arroz, esperar que hierva, echar el arroz y dejar que se cosa, como cualquier otro.

Este arroz que tiene el dulce del azúcar, lo acaramelado del coco, siempre tiene su pizca de sal, lo que lo hace tener esa sabor dulce-salado típico de muchos platos costeños.

Más allá del sabor, de la herencia y del recuerdo, es la nostalgia lo que hace que el arroz de coco se vuelva una comida de los dioses, de los africanos, de los asiáticos o los americanos o de todos o de nosotros mismos que abrazamos la divinidad.

 

 

Referencia:

Benítez Rojo, Antonio (2009) La Isla que se repite: para una reinterpretación de la cultura caribeña. Editorial Casiopea

Bibliografía:

Contreras Hernández, Nicolás Ramón (2012) Aproximación etnoeducativa a la culinaria gastronomía toludeña. Filosofía Afro-Indo-Abiayalense, 1(4), 1-9, Escuela del Pensamiento Radica

Pulido Londoño, Hernando Andrés (2007) José Rafael Arboleda S. J. (1916-1992): El programa de los estudios afroamericanos y los inicios de la reflexión antropológica sobre poblaciones negras en Colombia. Magaré, 89-110, Universidad Nacional de Colombia

 

 

Jennifer Puello Acendra

Jennifer Puello Acendra

Redactora

Lic. en educación y lengua castellana de la USCO, maestrando en Lingüística de la UAQ. Ha participado en varios concursos de escritura en diversas instituciones.  Amante de las mariposas, los cuervos y los gatos. Amada por las hormigas. Enemistada con los sapos.

Sofía Olago

Sofía Olago

Ilustradora

Mi nombre es Diana Sofía Olago Vera, para abreviar prefiero ser llamada Sofía Olago. Tengo 19 años y nací en Lebrija, un pequeño municipio del autoproclamado país del Sagrado Corazón de Jesús: Colombia. Sin embargo, desde pequeña he vivido dentro del área metropolitana de Bucaramanga, capital del departamento de las hormigas culonas.

Soy una aficionada del diseño que nutre su estilo y conocimientos a base de tutoriales y cacharrear softwares de edición. Actualmente, soy estudiante de Comunicación Organizacional, carrera que me dio la mano para mejorar mi autoconfianza y mis habilidades comunicativas.

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