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Ilustración: Caro Poe

Jorge Milone

 

«No emplees una sola palabra superflua, ni un solo adjetivo que no sea revelador. No emplees expresiones como “nebulosos territorios de paz”. La imagen se oscurece. Se mezcla una abstracción con lo concreto. Este error se debe a que el escritor no se da cuenta que el objetivo principal es siempre el símbolo adecuado. Teme las abstracciones. No repitas en versos mediocres lo que ya se haya dicho en buena prosa. No creas que se puede engañar a una persona inteligente esquivando las dificultades del inefablemente difícil arte de la buena prosa mediante el artilugio de fraccionar la composición en versos»

Ezra Pound (1913)

Si pudiera elegir no elegiría otro momento que el presente. Se puede entender que la dinámica de las redes sociales o la dinámica de entender que todo debe ser mercantilizado es una dinámica equivocada. El arte sirve para la reflexión y para intentar crear un espacio que esté fuera de lo dogmático y lo mercantilista. El arte tiene que tener un valor en sí mismo y, sobre todo, nos tiene que hacer pensar y sentir. El problema es que muchas veces estamos inmunizados ante cualquier tipo de sentimiento.

No soy muy partidario de una actitud positiva porque sí, el ser positivos por ser positivos. Podemos ser críticos y quizá la ironía sea un camino por el cual podemos llegar a la reflexión. Siempre que hacemos un acto de escritura o un acto de lectura estamos participando de un acto revolucionario y colectivo.

Buena parte de la poesía que es mala, es mala porque sustituye una verdad con una obviedad. La poesía en general busca o nos ofrece una verdad subjetiva. Los textos malos son textos que nos ofrecen una obviedad. Que estamos tristes, que estamos contentos, que cuando abrazamos a alguien queremos que ese abrazo dure siempre (lo mejor que escuché en esta línea es: «Cuando abrazas a un amigo que lo quieres como a Dios»). O «Esperanza, llena de amaneceres». Hace muchos años una película española tenía por título «Amanece, lo que no es poco», me parece más certero. Nos llevan a las cosas que ya sabemos, por lo tanto no nos invitan al pensamiento ni a participar. Son textos cerrados donde no participamos como lectores.

Quizá un poema sirva para comprender un poco mejor no sólo el mundo que nos rodea, sino también para comprender lo que uno mismo siente. Un poema es una manera de catalizar una experiencia o la realidad. Convertirlo en palabras te hace comprender esa cosa abstracta que es una emoción o un sentimiento.

Lo que ocurre es que siempre el proceso de creación implica, entre otras cosas, seleccionar qué facetas de la realidad son aptas para convertir en obra de arte. Es importante que uno tenga filtros. No se trata de una cuestión de límites, sino de filtros.

Poesía = expresividad concentrada. Esto debería significar que a mayor concentración expresiva más poesía obtenida por recurso empleado. Esta formulación sería aplicable no sólo a la escritura poética sino a otras artes, como la música, la pintura, la fotografía, etc… a un sentido amplio de lo poético, en definitiva.

    • El/la poeta debe conocer sus herramientas. La poesía trasciende las herramientas poéticas, pero estas son necesarias si queremos acceder a «una palabra zafada de la torpeza de los significados o negada a la simplificación de los eslóganes que vinieron a sustituir a las consignas, una palabra -en fin- empeñada en desplegar todos los sentidos posibles que, a partir de ella se generen», que nos dijo Jorge Rodríguez Padrón.
    • Cabría una fórmula derivada de lo anterior, al menos como propuesta: cuantos más sentidos, cuanta más capacidad de sugerencia en menos espacio (recursos) más poesía. Nos recuerda sugerentemente David Eloy Rodríguez: Un discurso pobre es aquel que se agota en la codificación y que, por ello, deja muy poco margen para la lectura. En un texto pobre, nada nos sorprende o inquieta, sus encadenamientos de significantes son siempre los más obvios (…) Si no tensamos o escuchamos la vibración poderosa del lenguaje ¿en qué nos distinguimos del que junta letras en nombre del poder?».
    • Del lenguaje poético debe expulsarse «el lenguaje nebuloso de las clases fraudulentas» (Pound). Si poesía es expresividad concentrada, es todo lo contrario, radicalmente opuesta a ese lenguaje tan al uso en ciertos terrenos (el político, el administrativo, el de los negocios, etc.).
    • Y no olvidar NUNCA: La comunicación o, más precisamente, la voluntad de comunicar, las intencionalidades de lo expresivo, ya sean públicas o privadas, son fatalmente imperfectas. Comunicar con soltura, y más si se hace elocuentemente, es falsificar. Los clichés, la hipocresía individual y social, la sospechosa zalamería, infectan al lenguaje como una lepra. El lenguaje ha servido (brillantemente) a los imperativos del genocidio y del servilismo político. Es una reserva que parece inagotable para la apología y la mendicidad, para el embellecimiento ficticio y amnésico. Lo dejó dicho George Steiner. Agrego al populismo como ejemplo de ese lenguaje traidor a la buena poesía/prosa. Se dice hoy, 2021 el año de Pandemia, que el fútbol continúa para darle un «gesto» al pueblo, una alegría. En cada partido, aún sin público, participan no menos de cien personas. Cada una puede contagiar a diez más. La cuenta es sencilla, ese «gesto» puede propagar el virus en forma fatal. Cada partido a mil personas y éstas a otras diez mil.

Y estas son básicamente mis varas de medir, o mejor, de zahorí, que me ayudan a encontrar la buena poesía entre todo lo que me encuentro o que me llega. Ya saben. Y trato de aplicarlo a todo lo que leo con actitud crítica, venga de un autor entre 20 y 30 años, o de uno o una que no recuerda ya ni qué era eso de la adolescencia.

Es fundamental haber leído mucho. Estamos dentro de un río, que es el de la literatura universal. Estamos dentro de diferentes tradiciones aunque no nos demos cuenta. Es muy importante para saber hacia dónde se quiere escribir saber de qué fuentes se parte, y sobre todo, si uno quiere romper con eso necesita controlarla. Uno no puede romper con la tradición si no la conoce.

Escribir dentro de una situación precaria y complicada es difícil. Pero es importante priorizar la literatura por encima de todo. Huyo por completo de conceptos como hobby o literatura como pasatiempo. La literatura es para mí un oficio que me ocupa el 100 por 100 del tiempo. Todo lo demás son contingentes para intentar vivir el día a día.

A veces, veo a la gran mayoría de páginas que pululan por Internet, las llamadas «culturales», como a chiqueros. Cerdos revolcándose en el lodo, levantándose por las mañanas diciendo:

Buen día, señora cerda. Qué bien se la ve, perfumadita y bañadita.

Ay, gracias señor chancho. A usted se lo ve más flaquito, nadie lo va a comer.

Margaritas entre porcinos. Nada más ni nada menos. Por supuesto que pienso que son nocivas para la buena literatura. Salpican enchastrando lo poco que hay de bueno y nuevo. Ostentan diplomas virtuales, libros de edición de autor, cucardas innobles relacionadas con su propia mediocridad. Algunos hasta aducen haber «estudiado», entonces supongo que han sido reprobados o faltaron a las clases más elementales. Otros se escudan en frases como:

«No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo».

Claro que nunca leyeron a Oscar Wilde, no conocen de su venenosa ironía. Hasta he leído a alguien queriendo justificar sus ofensivos y nefastos textos, escribiendo que esas páginas «son internacionales», como si esto bastara para publicar horrores y esperpentos inútiles.

No hago corporativismo, ni intento agua para mi molino. Hay en las redes muchos talleres literarios gratuitos, algunos muy buenos. Sólo hay que buscar y probar, probándose. Exponer sus escritos a la crítica de pares y un coordinador. Aprender recursos y herramientas. Aprehender a soportar una mala crítica debidamente justificada y respetuosa.

Hasta los algoritmos de Facebook entregan «estrellas» por cantidad de trabajos publicados. Y páginas que nombran fans destacados por cantidad de «Me gusta».

«No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen».

Es una cita bíblica, creo que Mateo 7:6, bastante gráfica. Quizá por eso no comento en las páginas mencionadas. Me vería en la obligación de citar mi experiencia y estudios, lo cual nunca me parece una condición indispensable, para dar una opinión. Además, me ha pasado, quedar crucificado (según sus pobres mentes) por personajes que se perciben «artistas» y sólo hacen parodias repitiendo hasta el hartazgo lo que ya se dijo, aunque se ha dicho mucho mejor. No soy un encantador de serpientes. Ni siquiera el flautista de Hamelin. Tampoco el sabio de la montaña. Aprendo cada día algo más.

Y lo haré hasta el último suspiro.

Jorge Milone

Jorge Milone

Autor

Escribí dos libros, dramaturgia, guiones para cine y televisión. Soy coordinador de talleres literarios presenciales y virtuales hace cuarenta años. Planté varios árboles, también los oriné. Tengo un hijo del cual me siento orgulloso. Creo que soy mejor coordinador que escritor.
Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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