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Ilustración: Maricielo

Alexander Vargas Aguilar

Solía caminar a esta hora de la madrugada por calles angostas y oscuras. No sé por qué. Miraba fijo las sombras que creaban los postes de luz; caminaba lento, como si intentase recordar algo. Siempre al final me metía a algún bar, en el que me protegía del frío de abril. Solía tomar varias cervezas antes de darme cuenta que solo éramos tres los que estábamos ahí. Yo siempre tomaba alejados de los otros. De vez en cuando contemplaba sus rostros, y veía en ellos la misma vejez melancólica reflejada en el mío. Extraño caminar, y envolverme de todos mis pensamientos mientras la noche observa sigilosa el actuar raro de las personas nocturnas.

Ahora que el mundo se detuvo por un virus mortal, la gente se queda en sus casas todo el día. Y en noches como éstas, en lugar de contar los cigarrillos fumados en las aceras de las calles, me siento en el sofá de la sala, mirando atento el cuadro de los noctámbulos, de Hopper. Ver ese hombre con sombrero de fieltro, sentado lejos de los demás mientras mira su vaso lleno de cerveza, me recordaba a mí en aquellas noches de soledad.

¿Hijos? No. ¿Alguna mujer? Hubo una. Cuando era joven, conocí a esa chica de cuerpo esbelto y cuello de cisne en una ciudad de otro país. Nos amábamos. Hasta que un día desperté sin sentir su cuerpo caliente entre mis brazos, sin el aroma que dejaba en las sábanas de la cama. Nunca la volví a ver, y no quise volver a juntarme con otra mujer. Tal vez por eso camino por las noches, por si encuentro algún rastro de ella. Pero esta noche no. Esta noche solo está para recordarme los días que ya pasaron. Prendo el reproductor de música y escucho In a sentimental mood, me sirvo un vaso de ron a la mitad, y me concentro en la pintura, que es el único lugar en el que puedo caminar por el momento.

¿A qué me dedico? A ser detective, claro. Es el único oficio que me permite tener mi propio horario de trabajo, y el único que me permite trabajar sin estar con otras personas. ¿Qué se necesita para ser detective? Saber caminar. Es muy importante saber caminar. Recuerdo cuando tuve mis primeros casos, estaba caminando por un callejón angosto; tenía que seguir a un tipo que debía dinero a mi cliente, y encontrar su casa. Así que caminé, no tan lejos de él, por otra acera. Y al concentrarme tanto en el sujeto a quien seguía, no me percaté que todo este tiempo estaba detrás de un tipo que sospechaba que lo seguía. Se detuvo y choqué contra él, me preguntó mi nombre, qué hacía por aquí y por qué lo seguía. Yo estaba nervioso, y no sabía qué responder. Me preguntó si era un ladrón, y le dije que no, que sin querer caminé todo este tiempo en la misma dirección que él. Cuando terminó nuestra conversación, el tipo a quien sí seguía, había desaparecido. Y es que yo era así: flaco, distraído, y con cara de ingenuo. Ahora ya no. Soy más gordo, con ojeras, y con un caminar silencioso.

También es bueno prestar atención a las cosas. Creo que prestar atención, y saber caminar son habilidades que la gente está perdiendo. Recuerdo que cuando ya era medianamente conocido entre mis colegas, uno de ellos me pidió que siguiera a su mujer, que algo tramaba ella. Yo acepté y, después de un incansable seguimiento, descubrí que su esposa le engañaba con otra mujer. Cuando le dije a ella que su esposo sospechaba de ella y su amante, se echó a llorar. La vi tan triste que al final se volvió en mi mejor amiga. Mi colega se divorció y me mandó a la mierda por estar de lado de ella. Si tanto la quería, creo que le habría prestado la suficiente atención para que se diera cuenta de que es lesbiana.

Mejor me dispongo a dormir. Debería acomodar mejor este cuadro que alguien me dio como pago de mis servicios. Una vez lo observé como media hora. Puse mucha atención en el local cerrado que está después de cruzar la pista, al costado del bar. Ahí, detrás de la caja registradora vi una mujer. Era ella. La mujercita esbelta con cuello de cisne; la que buscaba cada noche después del trabajo. Ella estaba mirando el vacío oscuro del local, terminando de contar las ganancias del día, e irse.

Quién sabe a dónde.

Alexander Vargas Aguilar

Alexander Vargas Aguilar

Autor

(Tacna, Perú, 1997)

Estudia Derecho en la Universidad Privada de Tacna. Ha ganado uno de los primeros puestos en los juegos florales, en la categoría cuento (2016), organizado por dicha universidad. Actualmente trabaja en su primer libro de poemas.

Maricielo

Maricielo

Ilustradora

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