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Ilustrado por: Lizeth Proaño

León Guerrero

 

 

 

De todas las ciudades del mundo, justo teníamos que estar aquí cuando empezó la cuarentena. Este lugar está a las puertas del colapso. Al empezar la pandemia se vinieron despidos masivos, así que hasta a los propios locales se les dificulta conseguir comida. ¿Qué esperanza deja eso para nosotros? — Unos gastados cirqueros que no conocen a nadie más que a sí mismos. ¿Qué esperanza hay para nuestros animales? — Bestias de 400 libras robadas de sus facultades depredadoras. Como la mayoría de los granos yacen ahora en el fondo del reloj de arena, puedo ver a través del vidrio que el final se aproxima. Cierro mis ojos porque la vista es demasiado impiadosa; prefiero solo escuchar a la armada de gotas chocar en las carpas. La música lenta de la lluvia cae sobre nosotros mientras veo a los pequeños sumidos en el lodo como si los rezumaderos tuvieran chocolate caliente. No creo poder salvarlos. Nuestros intentos han sido fútiles. Cada día vamos de puerta en puerta y actuamos en los semáforos. Nueve de cada diez veces no recibimos más que insultos o la ocasional agresión física. Lo que ganamos en el resto se lo damos a los animales.

Los locales observan nuestra mendicidad ofendidos y perplejos. No los culpo, para ellos no somos más que eternos extranjeros. Todos estos residentes no saben lo que es carecer de hogar, nacionalidad y lugar de nacimiento. Peor aún, no saben que significa no poder disfrutar de lo público. No tenemos las llaves de las aceras como ellos. Ver a un local caminando por la calle no tiene relevancia; en cambio, si alguien ve a uno de nosotros  — gitanos pútridos — vagando por una vía, se arma un escándalo. Cada excursión es una invasión de propiedad privada. No, ellos no saben cómo es carecer de nombre. Solo tenemos varios sobrenombres puestos en montones de idiomas. ‘Peste’ es nuestro agnomento. Nadie de afuera (aunque se los pidamos) nos llama como nos llamamos entre nosotros. 

Los domadores aprendemos a enjaular el terror lo mejor que podemos. No tememos morir en las mandíbulas de las bestias, sino a que las bestias sucumban en las mandíbulas del hombre. Estoy aterrorizado porque a Haydar le queda máximo una semana de vida y porque Sasha está embarazada en el peor momento. Puedo explicar, contar historias, mentir y engañar a las mujeres y niños, pero ¿cómo les doy a entender a las bestias que es lo que está pasando y por qué? ¿Cómo hago que entiendan que su felicidad y bienestar es todo lo que busco?

Sé que es imposible que todos vayamos a sobrevivir. Aunque cada persona de esta podrida ciudad nos diera diezmo no podríamos. Así que he estado empezando a alzar la vista. Miro a las constelaciones; al cielo que me llama diciendo que es hora de que me vaya de la tierra. Mi deseo es que cuando muera, mis amores se despojen de mis restos. Mi esperanza es que hayan campanillas soplando en mi sepulcro enlodado la noche en la cual derrame mi última lágrima. Aunque es imposible que todos sobrevivamos, no todos tenemos que morir…

Una casa está hecha un desastre. Las cosas cayeron en capas sobre una base de alfombra añeja llena de manchas de café, envolturas de papel y cenizas de cigarro. Se escucha desde un viejo televisor CRT a un reportero sin receptor:

«Un poco antes de las cinco de la tarde del 23 de abril, cuando el día comenzaba a desvanecerse, un maestro de escuela llamado Miguel Nolasco se dirigió hacia su patio al escuchar llantos de su labrador. Al salir se encontró con una escena chocante. Una osa adulta de unas 300 libras le miró a los ojos mientras terminaba de devorar a su perro. Impactado, el docente regresó a la casa para alertar a las autoridades. Lo que aconteció después y las circunstancias que llevaron al siniestro se volverían noticia mundial. El desastre se desató cuando un cirquero hundido en la desesperación liberó a 27 animales exóticos del circo que presidía. Luego de que al reporte del señor Nolasco le siguieran llamadas similares, la policía nacional montó un operativo que daría muerte a 12 tigres, 6 leones y 2 osos. Las únicas víctimas humanas hasta ahora han sido integrantes del circo, aunque se reportan alrededor de una docena de ciudadanos hospitalizados. Se ha confirmado que los quince menores de edad que viajaban con el circo yacían abandonados en la seguridad de una iglesia desde un día antes de la tragedia. Aún se desconoce el paradero de tres leones, un oso pardo bebé y tres tigres. Las autoridades los están buscando activamente».

El reportero es silenciado cuando un pequeño oso café deja caer violentamente el televisor en la alfombra.

León Guerrero

León Guerrero

Autor

Soy un licenciado que egresó de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el área de Humanidades. Actualmente estoy enrolado en una maestría en la Universidad de Glasgow. Algunos de mis trabajos previos incluyen una tesis sobre literatura hondureña que lleva como título “El protagonista en Los días y los muertos de Giovanni Rodríguez como reflejo del escapismo en la sociedad hondureña” y un microcuento finalista en el concurso nacional de Cuentos Cortos Inéditos Rafael Heliodoro Valle en 2023.

Lizeth Proaño

Lizeth Proaño

Ilustradora

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