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Ixkozauki Hermosillo

Hoy en día, Vincent Van Gogh, es considerado uno de los artistas más importantes de la humanidad. Van Gogh en la puerta de la eternidad nos muestra porqué. Una película biográfica sobre los últimos años de vida del pintor es lo que nos ofrece esta cinta del director Julian Schnabel.

Después del increíble homenaje que fue Loving Vincent, Schnabel nos presenta una visión más profunda del dolor, el sufrimiento y la soledad del artista durante su estancia en Arles, al sur de Francia. Lejos de los clichés que persiguen al artista, esta cinta nos permite escudriñar en las pasiones más íntimas en torno a su etapa más prolífica, poco más de 70 pinturas en un período tan corto de 80 días perseguido por una crítica que creía que su carrera estaba acabada.

William Defoe logra interiorizar de manera estupenda la locura del artista a través de escenas oníricas y simbólicas que nos presentan un acercamiento feroz a la mente de Van Gogh, su realidad distorsionada a causa de su enfermedad mental y sobre todo el sentimiento de soledad que logró transformar en el trazo sobre el lienzo.

Estamos acostumbrados a que una película biográfica nos lleve de la mano por los momentos más relevantes de los personajes, los lugares, las personas; en fin, todo aquello que haya cambiado el curso de la historia y de sus historias. Irving Stone proponía una interpretación magistral de las cartas que Vincent le envió a su hermano Theo, gracias a Stone pudimos disfrutar Sed de vivir (1956) dirigida por Vincente Minnelli y acreedora de varios premios Oscar. Entonces ¿qué hace de Van Gogh en la puerta de la eternidad una película diferente? Todo el simbolismo visual que reinterpreta su tormento y consigue que el espectador pueda aproximarse a su dolor.

Una constante durante la película es una cámara inquieta, inestable, siempre en movimiento, a veces imita un movimiento tranquilo, sereno; pero cuando la situación propone un quiebre en la estabilidad de nuestro protagonista, la cámara consigue algunos ángulos desestabilizados y un intenso movimiento que a más de uno logrará desesperar. Esa representación del movimiento respecto al estado mental de Van Gogh es una de las propuestas mejor logradas de todo el filme, añadiendo el cierre magistral con un primer plano totalmente quieto, estable, del cuerpo de Van Gogh en su ataúd mientras nos alejamos a un plano general para verlo rodeado de toda su obra.

Otro elemento necesario en una película sobre un pintor tiene que ser el color. Tanto el color que inunda cada escena como el acercamiento a las pinceladas del artista son un componente imprescindible para conectar con la experiencia del movimiento de la cámara y la conexión con las emociones del protagonista. Colores suaves, brillantes y casi cálidos acompañan a un Vincent estable mientras que colores fríos así como una escenografía fría y vacía vaticinan los episodios tormentosos del artista.

Quizá sea necesario decir que más que una película biográfica e incluso más que un drama es una representación del estado emocional del pintor haciendo partícipe al espectador en una experiencia de sentimientos y emociones que no lo dejarán indiferente.

La vida de Van Gogh es un tópico siempre disfrutable y a veces debatible, da lugar a muchas preguntas y pocas respuestas ¿murió a causa del suicidio o fue asesinado? Teorías sobran, pero la llama del genio es imperturbable y permanecerá viva siempre.

Ixkozauki Hermosillo

Ixkozauki Hermosillo

Director de Edición

(Guadalajara, 1996)
Experto en garabatos, poeta, aventurero, ladrón de momentos, fotógrafo aficionado, músico en paro y cocinero de ocasión. Ganador del concurso Creadores literarios FIL Joven 2012 y coautor de la antología La voz de los pasos (Mano Armada, 2018).

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