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Ilustrado por: Lizeth Proaño

René Medina

 

Cantante es el que puede, y cantor, el que debe.

Facundo Cabral

¿Y cómo es que no voy a cantar, si me amenazan el respirar?

La muchacha

 

La música, nace con el ser humano. Nace del alma, de lo que el artista siente, expresa, quiere, anhela o demanda. Nace del sentimiento del autor, y hace resonancia en quien escucha. No sólo en las vibraciones que impactan en el tímpano, sino, y, sobre todo, en las vibraciones que impactan directamente el alma.

La música expresa todas las emociones, y trastoca todas las dimensiones. Hay un soundtrack para todo en la vida, testimonio de ello son las playlist en Spotify. No importa que frase se te ocurra para expresar tu estado de ánimo, búscala y probablemente encuentres esa canción que estabas buscando y no sabias que necesitabas escuchar. Desde «rolas para llorar a oscuras», «canciones para Godínez en viernes de quincena», «pa´ trapear», o hasta, «canciones por si se acaba el mundo».

De esta forma, la canción es testigo de la cultura, el sentir, y el imaginativo colectivo de una sociedad. Nace de la sociedad, habla de ella y para ella, de aquí deriva su magia y su poder. Pero, ¿qué pasa, cuando la música, se convierte, no solo en medio de comunicación, sino en medio de difusión social, resistencia y de concientización social?

América latina, una raza que lleva la música y el ritmo en la sangre, es un pueblo que ha encontrado en la canción una manera de expresar su sentir, amor, pasión, pero también su dolor, opresión y su realidad. Una realidad que históricamente ha sido golpeada, vapuleada, menospreciada. Ahí es donde nace la canción de protesta: de un pueblo que lucha, que resiste, que se expresa y busca generar conciencia, despertar al que está a su lado y sumarlo a la lucha social desde su propia trinchera. Es tal la fuerza y la magnitud de la canción de protesta, que, incluso se erige como un género que trastoca vidas, pero también ofrenda otras en aras de la libertad de expresión y la afrenta al sistema opresor.

La canción de protesta, como género en américa latina, nace entre las décadas sesentas y setentas. No es casualidad que haya nacido y crecido frente a las dictaduras que existían de manera explícita en países como Argentina, Uruguay, Chile, o Cuba e incluso México; donde si bien no es explicita, es una dictadura disfrazada de democracia que aun continua hasta nuestros días. La canción de protesta busca presentar resistencia y lucha social frente a la opresión y censura. Busca generar polémica y no sólo ser disidente y molestar al sistema, sino sobre todo dar un mensaje social. Un mensaje que encuentra su expresión en distintos géneros musicales, y no se limita, o se queda en el folklore.

Aunque, sin duda existen géneros disidentes por naturaleza que, a su vez, son trastocados por esta problemática política y social, como lo son el Rock, el punk, el ska, el rap o el urbano, que nacen, precisamente en el anonimato y la marginación. No son éstos los únicos quienes han hecho, o continúan haciendo, apología al derecho y protesta social.

Uno de los ejemplos más claros y tal vez un poco más conocidos, es el que ocupa el rock nacional argentino en la década de los 60s; un enemigo natural de la dictadura militar que se vivió durante aquellos años y un par de décadas más. En aquellos tiempos de régimen militar, la censura era la orden del día. En todos los ámbitos y no solo en lo político, también en lo educativo, social, económico y cultural. Las universidades fueron tomadas, los maestros ajenos al régimen, dispersados; la oposición, aplastada y distintos movimientos sociales desvanecidos, así mismo, desaparecieron a muchos luchadores sociales; al igual que, músicos, estudiantes, trabajadores, sindicalistas, sacerdotes, reporteros y demás personas que se atrevieron a oponerse al régimen.

Fueron años muy duros para la nación argentina, llenos de censura y radicalismo, pero, curiosamente y quizá precisamente por eso, es en este ambiente de opresión donde nace el rock nacional como una forma de protesta y franca resistencia pacifica y social. Bajo la batuta de diversos artistas representativos como Serú Girán, Sui Generis, Alberto Spinetta, Almendra y Manal, entre muchos otros, nace este género como una respuesta de la juventud hacia las circunstancias sociales. Los conciertos de rock masivos se vuelven un velado conglomerado político de disidencia y resistencia, que, por supuesto, el gobierno no ve con buenos ojos y procede a proscribir. En este contexto nace la famosa frase de Billy bond «rompan todo», la cual no es una provocación al anarquismo y a la destrucción descontextualizada, sino, una exclamación de impotencia frente a la violencia y represión. Cuenta la anécdota, que, se encontraban en escena cantando, cuando, aparece la policía militar y empieza repartir violencia y confusión en el estadio, Billy solamente puede ver como, impunes, los militares masacran a los jóvenes y no puede más que hacer dicha exclamación. Al final, El bondo, tuvo que abandonar argentina, como muchos otros, por amenazas de muerte.

Otro nombre que no se puede dejar de mencionar es el de Mercedes Sosa, fundadora del movimiento del Nuevo Cancionero. Militante de Perón, luego del golpe militar del 76, fue inscrita en la lista negra, sus discos prohibidos y, a pesar de sus intentos, por permanecer en argentina, tuvo que abandonar dicho país en el 78.

Durante esta misma decada, no sólo Argentina transitaba por la dictadura, sino que, como buenos hermanos hijos de una misma madre, la mayor parte de América latina sufría del mismo mal. Chile, para 1973, atravesaba por un golpe de estado impuesto por un gobierno con los mismos tintes de represión y violencia. Es ahí en chile, donde en dicho golpe de estado, solo un día después de perpetrado el mismo, Victor Jara fue detenido por las fuerzas armadas por ser militante del partido comunista del país.

Victor Jara se encuadra como una de las figuras más emblemáticas dentro de la canción social o de protesta como cantautor y activista social. Es, sin duda, uno de los referentes más importantes del canto de protesta, con su letra cruda y explicita, que no es una recriminación velada, sino una afrenta directa hacia el poder. Como la lírica de su canción Vientos del pueblo que comienza así:

De nuevo quieren manchar

mi tierra con sangre obrera

los que hablan de libertad

y tienen las manos negras…

Algunas otras de sus canciones famosas son Manifiesto, Aquí me quedo o La bala. Todas ellas hablando sin tapujos contra la situación social, denunciando y llamando a la paz. Y, como todo latinoamericano sabe, el precio por decir la verdad es caro. El 11 de septiembre de 1973, fue detenido en la universidad de Chile por las fuerzas armadas recién subidas al poder y posteriormente, llevado al estadio Chile, donde por cuatro días fue torturado. Le quebraron los dedos por tocar la guitarra, y le cortaron la lengua para que no pudiera cantar más sus canciones. Al final, cuatro días después, fue victimado. Su cuerpo fue encontrado el 19 de septiembre con 44 impactos de bala. Durante estos días de encierro y tortura, se le atribuye su último poema Somos cinco mil.

En México, durante aquellas épocas, el poder se concentraba en una dictadura disfrazada de democracia. Un solo partido político, se heredaba hegemónicamente, la silla presidencial. Y, al igual que en el resto de América latina, la censura escrita, musical y cultural era la orden del día. Durante la época de los setentas, el rock mexicano alcanzó su pináculo con el festival de Avándaro, pero de igual manera casi se extingue. El género fue prescrito y sobrevivió únicamente gracias a la clandestinidad. En esta época, surgen bandas como La revolución de Emiliano Zapata y Three souls in my mind, con canciones como Abuso de autoridad, con letras cargadas de pulla, pero cargadas de verdad también:

Vivir en México es lo peor

Nuestro gobierno está muy mal

Y nadie puede protestar

Porque lo llevan a encerrar…

Es importante mencionar, aunque sea a vuelo de pájaro, personajes importantes en estas épocas como Facundo Cabral, Oscar Chávez, Silvio Rodriguez o Mercedes Sosa. Nombres que son referentes en el tema y que, a pesar del paso de los años, no dejan de estar vigentes y siguen siendo, como Victor Jara, y parafraseando a Cabral, voces que cantan no porque pueden, sino porque tienen que cantar.

La música, como la sociedad misma, se encuentra en constante evolución, y durante los ochentas y noventas encuentra exponentes que continúan con la denuncia social como Charly Garcia, los Violadores o Los prisioneros. Llegan nuevos géneros como el punk, post punk, reggae, ska y el rap. Así como distintas fusiones de los mismos. Algunos himnos de protesta y disidencia clásicos en estos tiempos son Botas negras de Radio Kaos, que habla sobre la juventud robada por la militancia bélica forzada para luchar guerras de otros, haciendo clara referencia, por su contexto, al régimen de Augusto Pinochet; Matador de los fabulosos cádillacs, donde hacen referencia directa a la historia de Victor Jara, y presentan la historia de León Santillán, un activista social que, si bien no es una persona física como tal, representa a todos aquellos que han ofrendado su vida por buscar un mundo mejor.

En los 2000s, grupos como Molotov, Panteón Rococo, le Bersuit, La maldita, Calle 13 y Manu Chau heredaron la estafeta de la lucha social, con canciones como Hit me, Gimme tha Power, La carencia, El desaparecido, Latinoamérica o voto latino. Y, por supuesto visibilizando el problema de la migración, discriminación y la xenofobia, canciones como Clandestino, Pal´ norte, Frijolero y Sin documentos de Julieta Venegas, entre muchas, muchas otras.

¿Por qué sigue siendo actual el tema de la canción de protesta? Porque los gobiernos siguen siendo opresores y censuradores, quizá de diferentes modos o formas, pero en el fondo en la misma esencia. La voz que grita en el desierto es necesaria, y encontrará en la expresión de los artistas, el grito que no se puede callar.

En la actualidad, la música como forma de protesta, sigue siendo necesaria. Continúa siendo un medio de protesta, y la lucha de antes, es la lucha de ahora. Encontramos autores que buscan, con sus letras impactar y despertar al pueblo aletargado. Está por demás decir, que los vientos actuales han impulsado a la mujer que tiene mucho que decir sobre opresión y violencia, a levantar la voz; y no es de extrañar que, hoy en día, son ellas quienes llevan la batuta en cuanto a la expresión de la inconformidad, de la transgresión y lucha social.

En el panorama de la música actual, encontramos a artistas como la colombiana La muchacha, que le grita al gobierno en la cara No azara. Hablando, como ella dice «sin pelos en la lengua» sobre las guerrillas en su país, la corrupción y masacres. En canciones tan crudas como poderosas como El blus de los tombos, donde hace una dura crítica a la policía y el sistema, o Canto páramo sobre la corrupción y la venta de recursos a las grandes trasnacionales que explotan sin el menor miro los recursos y los pueblos.

Su canción No azara, se convirtió en el himno del movimiento estudiantil colombiano del 2020, que no debemos olvidar, fue reprimido con sangre y fuego.

Por su parte, el movimiento feminista, grita por la sangre derramada, y surgen canciones que se vuelven himnos actuales, como, en México Canción sin miedo de la artista Coahuilense Vivir Quintana. Dicha composición fue estrenada el 7 de marzo del 2020, cantada a dueto con Mon laFerte en el Zócalo de la ciudad de México y rápidamente fue abrazada por el movimiento. Su lirica directa, dolida indignada, y rasgada, reclama al presidente, al gobierno y a todo el sistema por todas aquellas que ya no están; por la violencia contra la mujer y las desapariciones:

A cada minuto, de cada semana

Nos roban amigas, nos matan hermanas

Destrozan sus cuerpos, los desaparecen

No olvide sus nombres, por favor, señor presidente…

Quintana tiene otras canciones como el dueto con otros representantes de la protesta: Aterciopelados, llamada Ovarios, la cual continua por la misma línea.

Otra artista que presenta su música como un medio de combate y denuncia, es la Guatemalteca Rebeca Lane. Desde el Hip Hop, lanza potentes letras que denuncian la violencia que, como guatemalteca ha vivido en carne propia, por las guerras del narcotráfico, la corrupción y, por supuesto, la violencia contra la mujer. Influenciada por la desaparición de su tía guerrillera, encuentra en su música un medio de expresión, pero también de lucha y sanación. Canciones como Ni una menos, Libre atrevida y loca, nos presentan una narrativa de reafirmación y resistencia.

Algunos artistas de la escena popular, aunque no se caractericen principalmente por volcar su música a la protesta, tienen también temas que representan las problemáticas sociales, y hacen una velada denuncia como Pla ta tá de Mon LaFerte y Guaynaa, o Se portaba mal de Kanny Garcia, entre otras.

Sin duda, la música, como la emoción humana de donde nace, es poderosa. No cabe duda de que mientras exista la injusticia, la violencia y el abuso de poder, existirá la canción, como una forma de protesta.

 

«Agradecimiento especial a Santiago Clemente por su asesoría en cuanto a la música y su relación con la dictadura argentina».

 

 

 

 

Nota del autor: Si te gustaría escuchar algunas de las canciones mencionadas en este artículo, te dejo un link de una playlist de Spotify donde encontrarás varias de ellas.

https://open.spotify.com/playlist/29u71a5dFN2oJfKCVKBzBT?si=OwRLFMc-TeuXi4BDBudWFA&utm_source=copy-link

 

Referencias

La historia detrás del himno al feminismo: ‘Canción sin miedo’, por Vivir Quintana

https://es.wikipedia.org/wiki/Mercedes_Sosa

https://magis.iteso.mx/nota/rebeca-lane-libre-atrevida-y-loca/

René Medina

René Medina

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