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Ilustración: Arturo Cervantes

Alejandro Zaga

 

«Oirás las sirenas cantando
Más y más cerca de aquí
Reza por que no estén cantando
Esta noche para ti
»

Oficial Daniel Alatorre

Policía segundo, Ganador del 3er concurso regional de poesía policial.

Espero puedan perdonar, lectores, la osadía de iniciar este artículo con las mismas palabras con que la película abre, pero no podía dejar pasar la ocasión de teclear en mi computadora estos versos que me impactaron hace un par de meses en la Cineteca Nacional de la Ciudad de México, acompañado por la misma persona que en aquella historia que ya les conté, cuando fui a ver Birdman[1] y que me hizo susurrarle a mi compadre «’amos a meternos a la policía, nomás pa’ ganar los premios de poesía de ahí». Fuimos porque, aunque estaba disponible en Netflix, en estos tiempos es difícil encontrar una excusa para encontrarse con un amigo y platicar de cine y porque Ruizpalacios es un director que en poco tiempo ha demostrado su valía.

Debo aclarar que escribo este artículo sin haber leído otros ni haber visto videoensayos, análisis u otros productos derivados, entonces tal vez al leerme te encuentres con elementos que otros ya hayan tocado. También habrá spoilers, puesto que voy a hablar de los puntos de inflexión de la historia.

Quiero hablar de la estructura, compuesta por capas de metaficción, cada una más compleja en forma y explicación que la anterior.

Primera capa

Comienza con una historia hiper humana de una policía llamada María Teresa Hernández Cañas contando su historia de superación, patriarcado irracional y de castigo institucional. Durante su historia la vemos en su rutina diaria, desde despertar por la tarde y arrojar por la ventana las llaves a su pareja que las olvidó, hasta asistir un parto sin utensilios ni instrucción adecuados y detener infractores así como dar y aceptar dinero para que siga pasando nada. También hay una dramatización brillantemente capturada en la que una pareja de policías (uno de ellos, presumiblemente el padre de Teresa) en su rondín nocturno en busca de “mordidas” se ven involucrados en un tiroteo mientras ella contempla todo, estando en pantalla pero sin estar presente en la acción.

A esta historia le continúa otra, la de Montoya, un policía de barrio comprometido con su labor al que problemas personales lo atan al desasosiego y lo hunden en una desnaturalización progresiva.

Estos dos personajes cuentan cómo se conocieron y comenzaron a sanarse mutuamente, hasta enamorarse y estar en la misma patrulla, conocida en el departamento como “la patrulla del amor”.

Un contador de historias hábil se encarga de poner detalles para que el receptor opine sobre las consecuencias de ciertos actos, por ejemplo, cuando contemplamos la historia de Teresa, mientras se inclina para firmar en el departamento de policía, entre mares de uniformados, recibe un “arrimón” y un tocamiento por alguien hasta entonces desconocido. Esta es una trampa narrativa, así como se puede ser hábil contando, se puede ser hábil leyendo y es que en ese momento, que sirve para figurarse el acoso sexual que se puede sufrir (y que se sufre) dentro de la institución, también puede disparar el gatillo del espectador hábil

Hablar de la escena en que ella parece ser acosada pero que, al espectador atento y agudo le queda claro que se trata de una trampa narrativa.

Segunda capa

Aquí el sello del director, empeñado en recordarte de una manera disruptiva que te encuentras ante una ficción. Al espectador le ocurre lo contrario a lo que le pasa al personaje de Daniel Kaluuya en Get out. Este recurso lo usó en Güeros (2014) y me informaron que también en Museo (2018) que no he visto al momento de escribir este artículo, pero en esta entrega no sólo es un gratuito tirón de realidad, sino que esta vez es una herramienta narrativa que abre esta segunda capa, en la que conocemos a los actores que se han dedicado a investigar a sus personajes y a registrar sus avances.

Podemos ver a los actores Mónica del Carmen y Raúl Briones desde la gestación del personaje que interpretarían cerca de un año después, sometiéndose al entrenamiento policial, dudando de él, conociendo a través de sus ojos y descubriendo en sí mismos carencias, opiniones y frustraciones, desvelando un poco más de su alma. En otras palabras, presenciamos su catarsis al tiempo que el espectador tiene (o no) la suya.

Ya rota esta pared, Ruizpalacios aprovecha para incluir ese placer del humor meta que a nos encanta a buena parte de la población menor a 40, con guiños precisos y bien planteados a la propia película como Briones (Montoya) diciendo a la cámara de su celular “no voy a pretender como que todo es bien divertido y bla bla bla y quizá esta pinche bitácora ni quede en la puta película…” este juego de incluir en la película algo que señale a la misma me recordó a Adaptation (2002) en la que el protagonista es el escritor de la película, interpretado por Nicholas Cage quien, cuando al fin figura cómo escribir la película (la que estamos viendo) se pregunta “¿quién me interpretará? Alguien gordo pero no tanto”.

Pero la película no se termina en contar cómo los actores sufren su enrolamiento al personaje, ni en cómo comparten experiencias con policías reales (orgánicas y palpables) sino que el cauce nos regresa a la historia de la Patrulla del amor.

Tercera capa

Donde conocemos a los verdaderos Montoya y Teresa, contándonos la desgracia que motiva el documental. Se trata de un altercado en el que esta pareja de policías (nunca mejor dicho) no salen bien librados, pues la corrupción y un simple señalamiento los exilia de su patrulla, son amedrentados por el sistema y dejados a su suerte esperando que ellos mismos claudiquen. Todo porque a un diputado se le hinchó. Ahora sí, estos Teresa y Montoya, cuyas voces hemos escuchado desde el inicio pero ocultas bajo un impecable trabajo de lipsync por parte de Briones y Carmona, nos cuentan la misma historia que ya conocimos al inicio, complementada con el conflicto recién revelado y aderezada con imágenes intercaladas de los personajes en quienes se inspira la historia y quienes se mimetizan en ellos, mostrando una alta capacidad de sorprender al espectador tanto técnica como emotivamente.

La forma vs el contenido

Alonso Ruizpalacios nos entrega con esta tercera película suya un ejercicio de forma espectacular que, sin embargo, debe en contenido; similar a mi percepción particular de La literatura nazi en América, de Bolaño, pues en ambos casos leo en ellos un ejercicio superlativo de capacidad, pero con un fondo simplón y hasta moralino (en ambos casos).

La humanización del policía, la exposición de la corrupción y explicación (que en voz de los actores siempre suena a justificación) de la misma, junto a una demostración que, cual espejo, nos desvela la manera en que la ciudadanía ha permitido esa degradación porque degradados estamos nosotros… son palabras fuertes, sí, pero no nuevas. Resulta más inspirador el que esta película sea plasmada en un paisaje de dos seres humanos que se encuentran y logran rehacerse por el reflejo del otro (tal como nosotros nos podemos ver en esta degradación de la que acabo de hablar), que el alzar un statement contra la ideología ACAB. No digo que no valga la pena, al contrario, digo que hay que verla, pero hay que verla con la dura crítica que un director como este requiere, porque cumple con todo lo técnico, vaya, hasta me hizo llorar, pero un documental es invariablemente una premisa argumentada durante dos horas y la argumentación, en este caso, fue continuamente el mismo bombardeo de intento de reconocimiento del policía como una víctima de su situación, siendo esta situación la ciudadanía misma. Nosotros hacemos la corrupción.

De ninguna manera podría no recomendarla por tener lo que para mí es un discurso sencillo o no intertextual, o por no tener un final abierto, o tantas otras cosas que los falaces cinéfilos suelen argumentar. Es una película disfrutable a nivel visual, auditivo, técnico, interpretativo que sí hay que ver, una película como esta no se encuentra todos los días. Hay que verla, queridos lectores, al igual que Museo y Güeros, para apreciar su evolución, porque, lean bien: a este hombre le faltan una o dos obras maestras.

Agradecimientos especiales al Círculo Comentar el cine y a Emiliano Trujillo[2]


  1. «Arriesgarlo todo: Birdman» 
  2. «El mundo a través de una ventana. Un comentario al poema Tabaquería, de Fernando Pessoa (o de esa otra pessoa llamada Álvaro de Campos)» 
Alejandro Zaga

Alejandro Zaga

Director Jurídico

Nacido en 1995 en Distrito Federal (hoy CDMX). Estudió teatro y la licenciatura de Estudios Latinoamericanos, en la UNAM. Ambas truncas. Permanente estudiante/escrutiñador de la comedia, pues la risa es la prioridad. La ironía lo llevó a inscribirse en Derecho, también en la UNAM.

Arturo Cervantes

Arturo Cervantes

Ilustrador

Una oscura noche de verano, el abismo abrió su boca infernal, dejando escapar un ser etéreo y terrible, que devoraría todo a su paso con su furia. Eternamente manchado de acuarelas y las almas de los incautos que obtienen lo que desean, se mueve por el mundo deslizándose por entre las cerraduras. También me gustan los gatitos y el té.

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