Luis Enrique Sánchez Amaya
Actualmente hemos disfrutado en la pantalla grande de actuaciones espectaculares de actores que se sumergieron tanto en su papel que volvieron borrosa la delgada línea entre interpretar un personaje y vivirlo. Tal vez nos vengan a la mente personajes clásicos del cine como el que interpretó Robert De Niro en Taxi driver, para el cuál se fue a vivir a una base militar y aprendió a disparar un arma; a Christian Bale en The machinist con su escalofriante pérdida de peso; o Heath Ledger en The Dark Night, cuya preparación le costó la vida, al meterse demasiado en los zapatos del Joker. Todos estos actores tienen como común denominador su forma de actuar denominada simplemente como El método y consiste básicamente en un conjunto de técnicas que un actor utiliza para entender y aprender empíricamente las emociones, los pensamientos y las motivaciones de los roles a los que les dan vida. A su vez, esta técnica está basada en El sistema de Konstantín Stanislavski y su obra máxima: Un actor se prepara.
Un actor se prepara, publicado por primera vez en 1936 se basa en su trabajo y sus enseñanzas en el Teatro de Arte de Moscú, Rusia. La obra es un diario ficticio en el que se narra a detalle un año entero tomando el curso de El sistema a través de los ojos de Tortsov -el experto instructor de teatro- y Kostya -el aprendiz- quienes representan las facetas de su autor como director y como actor respectivamente.
Kostya comienza como alguien inexperto e indisciplinado y nos muestra su camino al acceso de su subconsciente a través de El sistema. Sin embargo este proceso enfatiza en el trabajo y el ensayo, y cada paso puede no dar un resultado inmediato. Tortsov utiliza además el método socrático, cuestionando y persuadiendo a Kostya y a sus compañeros de clase a descubrir las respuestas usando el ensayo, el error y la repetición. El punto de todo esto es proveer a sus pupilos con un proceso confiable para actuar de manera sincera sin confiar en la inspiración o la suerte. Stanislavski hace hincapié en el trabajo duro necesario para crear a un personaje desde su personalidad y sus motivaciones, mostrando que la calidad lleva tiempo, pero vale la pena el esfuerzo.
Una de las lecciones principales de El sistema Stanislav es que cualquier actuación, por contradictorio que suene, debería ser verdadera. Partiendo de que los actores deben aceptar que al decidir interpretar un papel, también aceptan un conjunto de circunstancias a las que está sujeto el personaje. Características como la edad, el género, la clase social, el contexto histórico de la obra y las implicaciones sociales, históricas y políticas de ese rol deben ser asimiladas por el actor. Stanislav, a través de Tortsov, recalca la importancia que el actor debe darle a la investigación del contexto del personaje para que éste realmente pueda tomar vida. Incluso detalles como el linaje, la infancia y algunos otros que no mencione el libreto. Una vez digerido todo este entorno, Stanislav además exige que el actor se pregunte a sí mismo “¿Qué haría yo en las circunstancias que me pone la historia, dada mi situación? ¿Cómo reaccionaría?”.
Otra lección más digna de mencionar por su trascendencia en la actuación moderna es la llamada Memoria emocional o también conocida como Memoria afectiva. Esencialmente trata de que el actor debe dejarse llevar por sus emociones y experiencias personales pasadas al representar una emoción similar encarnando a un personaje. Una vez que el actor ha identificado la experiencia, Stanislav lo invita a dejarse sobrecoger por la emoción vivida una vez más en su cuerpo y mente, para luego recontextualizar esta sensación hasta hacerla real y aplicarla al libreto para que resulte más creíble la interpretación, ya que es una emoción real del actor.
Finalmente, otra destacable lección que recibe Kostya es que dentro del Sistema cualquier personaje en cualquier obra tiene un súper-objetivo para sus acciones; una motivación que lo llevará a través de la historia. Stanislav plantea que éste súper-objetivo debe permanecer siempre en la mente del actor como si fuera suya en todos los ensayos y presentaciones, y que incluso cuando ésta pueda no resultar obvia, es trabajo del actor investigar y descubrirla. Una vez conseguido esto, el libreto podría ser dividido en objetivos más pequeños, que podrían cambiar mientras la trama avanza. Cada uno de estos objetivos debe ser un verbo, para ser un objetivo activo. Si bien las obras son divididas en escenas y actos, permitiendo un desarrollo secuencial, a veces los objetivos de los personajes se traslapan con uno o más actos, así que a cada uno de estos segmentos los llamó unidad; una unidad representa un objetivo activo.
Un actor se prepara es un libro obligado para cualquiera que estudie teatro o quiera adentrarse en el mundo de la dramaturgia. Pero también es imprescindible en aquellos aficionados a este hermoso arte.
Luis Enrique Sánchez Amaya
Desarrollador Web
Es un ingeniero en computación, desarrollador de software y escritor amateur. Apasionado de los cactus y de arrancarle inspiración a la nostalgia, ahora hace sus pininos en Katabasis. Descendamos a la literatura, pues.