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Ilustración: Caro Poe

Iván Mauricio Lombana Villalba

Si se ha razonado, agradables mujeres, sobre la fatalidad demostrada de la anticipación del futuro por los sueños, que la mayoría de las veces, menosprecian con escarnio, muchas personas, no sé yo, pero tengan en cuenta lo que sucedió entre Catalano de I’Molese y su mujer.

Había tomado por esposa Talano, hombre bastante honorable, a Margarita, muy joven, y hermosa entre todas las demás, pero que a los pocos meses del matrimonio se volvió caprichosa, llena de exigencias, convertido en su sirviente Talano; y mujer, en la que con los años, la belleza se ocultó bajo la gordura, por parir y tragar, como pidió el cuerpo con su afán.

Partieron los hijos y se quedaron aislados, a las afueras, en una casa en lo profundo del bosque, motivo por el cual, en parte, se volvió bizarra, desagradable y retorcida, Margarita.

Apenas natural, aunque la quería Talano, se desenamoró, por lo que comenzó a amarla sin amar, con lo que también se impregnó de amargura, y respondía a la necedad de la mujer, con reproches y diatribas críticas, recargadas de juicios racionales, según el gusto y proceder de los hombres educados, ante lo cual, le callaba la boca Margarita, resoluta y tajante, sin tanta habladuría, con una orden enfática

Se desencadenaban grescas y reyertas por los motivos más nimios, que al comienzo de la relación se dirimían con un lapso de lloriqueos y rabietas, para luego zanjar la discusión con una cópula acalorada.

A criterio de las esporádicas visitas, se negaba a ayudar y colaborar en las tareas del hogar Margarita; incluso a compartir los ratos de ocio, y nunca quería hacer cosa alguna. Soportarla, nadie podía, cuando se acercaba a la comarca Margarita, o siquiera tratarla un rato admitían; y aunque iban con quejas gravísimas ante Talano, no pudiendo hacer algo distinto, la sufría, y después de tantas fatigas, sobrevino el desespero, al tener que replegarse en el tedio del bosque, a solas con su abominable mujer, dedicado a la caza y a un huerto para la supervivencia, y a las faenas del hogar.

Una noche, en la comarca, luego de tratar por horas de dormir y descansar en su desapacible heredad, le advino un sueño al Talano, en el que le parecía decir a su mujer:

«Aunque sufrido tanto no había jamás descortesía comparable a la tuya, nunca yo, al punto de no haber podido tener tan solo un buen día contigo, sin embargo, señora, Margarita, me dolería cuanto mal te sucediera, y por eso, si creyeras en mi consejo, no saldrías de casa, porque presiento que te atacará un lobo fiero en el bosque».

A punto de despertar, vio Talano que sacudía la cabeza Margarita, y le contestaba algo así como: «Muy piadoso te afliges, pero sueñas de mí aquello que quisieras ver efectuado. Por cierto, hoy y siempre me guardaré de no permitirte, alegrarte ni de esto ni de otro mal».

Con la sensación desagradable de que le criticaran sus sueños en un sueño, solo acertó a repicar, entre dormido y despierto, Talano: «También sabía que ibas a decir eso, yo. Tal agrado se tiene si se peina un costroso».

Chi mal ti vol, mal ti sogna

Se incorporó rápido por la angustia Talano, y tras dar una vuelta por la habitación, se sentó a la orilla de la cama, junto a Margarita, y la despertó a regañadientes de la mujer, para contarle lo que había soñado.

«¿Tal agrado se tiene si se peina a un costroso?» No dio fe al sueño de Margarita a su esposo al pensar que se lo había inventado para mantenerla encerrada, por lo que somnolienta, igual le respondió, sumida la desidia:

«Quien mal te quiere, mal te sueña. En todo caso, no quiero salir a la calle y permaneceré en casa, así que no se cumplirá lo que ver deseas, en vigilia o en sueños. Voy a soñar, y no que te ataca un lobo, sino varios, en el bosque. Mejor vete rápido, y me traes unos buenos pájaros, para que me prepares un asado a medio día».

Le dio la espalda a Talano, y volvió a quedarse dormida, con pronta placidez.

Al escucharla hablar tal cual en el sueño, se serenó Talano y tomó por cumplido su sueño, al anticiparse a una nueva desavenencia con su mujer, pero ante la insistencia de que se fuera, habló consigo, por el camino, en su demencia:

«Has visto Talano, que esta maliciosa cree haber retorcido mi argumento, y me apresura a para partir. Tendría a bien comer con un ciego si no la conociera, y me fuera presuroso para que se encuentre con quienquiera se haya puesto cita, a cambio de alguna mercancía, o por divertimento. Pero, por cierto, no sucederá así, y conviene que vigile allá todo el día, para capturar al que sí la hace vuelo».

Se devolvió y estuvo tan vigilante Talano, a ver si veía venir a algún hombre de una parte del bello bosque, no lejos de casa, que no guardó de alistar sus armas según lo debido, y cerca salió de un espeso matorral un jauría de lobos, grandes y terribles.

No podía después de haberlos visto, apenas musitar por ayuda, en el silencio oscuro del bosque, y gritaba el nombre de su mujer entre gruñidos y chillidos.

No alcanzó a gritar mucho cuando prestos por el hambre se le arrojaron a las extremidades y garganta los lobos que lo apresaron fuerte y lo tiraban por tierra, al punto del desmayo.

Eran tan grandes que lo comenzaron a cargar del cuello y a arrastrar para arrinconarlo, como si se tratara de un pequeño cordero, y pese al dolor, se esforzaba Talano por tirar con sus manos para escapar, pero ni gritar podía ya del miedo, al tener la garganta herida por las fauces, ni lograba ayudarse de otra manera.

Lo hubieran acabado de estrangular y tragárselo, si en la agitación, por un impulso mecánico, no hubiera alcanzado una pequeña daga que siempre cargaban los nobles al cinto.

Lo encontró desfalleciente Margarita, que salió en su búsqueda al ver que no había vuelto a preparar su asado, celosa de que todavía no regresaba al siguiente amanecer.

Curaron a Talano y sanó lo suficiente para continuar con sus actividades rutinarias, aparte de su aspecto horrible, con el rostro hecho estragos, sin una oreja y con buena parte de una mejilla hueca, sin los genitales y con los dedos despedazados.

Y aunque no quiso salir nunca más a la luz, por su aspecto, y ante la falta de fuerza en la voz, por lo rasgada y estropeada que le quedó la garganta, y al rehusar hablar con el tono agudo y carrasposo de un felino quejumbroso, que le quedó, lo atendió a regañadientes Margarita, que muy a su pesar, continuó al lado de Talano, y se encerró con él, para también amar sin más amar, y vivir de frutos silvestres al abrigo del bosque.


*Versión de La novela di Pampinea, Jornada 9 (7), Decameron.

Iván Mauricio Lombana Villalba

Iván Mauricio Lombana Villalba

Autor

Colombia, 1969. Es PhD en humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid. Ha publicado los poemarios: Meditaciones (Valparaíso Ediciones, 2020), Vestigios (Común Presencia Editores, 2021) y Calicles o de la fuerza contra la ley (Poesía eres tú, 2021). También ha publicado La ética intelectualista del Maestro Eckhart (Dike, 2007), Los saberes de la felicidad (Uc3m), y cuentos como Felicidad Usurpada, y La viuda y el soldado.
Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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