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Ilustrado por: VonPeps

José Adair Prado Zacarías

 

La muerte llegará a mi padre. Sus ojos serán precedidos por una completa sequedad, las córneas perderán su transparencia, los globos oculares se derretirán. Su cuerpo se va a inflamar y sacará un líquido morado.

Apenas unas horas antes estaba descansando en su cama, con mamá. Esa noche entré a desearles el buen descanso. Un último beso. Bebí agua de ese vaso que siempre ponía en su buró. Luego fui a orinar, me vi en el espejo, nada interesante. Frente a mí, mis escleróticas blancas. Mi padre detestaba mis maneras apacibles: odiaba tener que ir cada cierto tiempo a la escuela porque me pegaban, seguir haciéndolo ya en la preparatoria; detestaba tener que aguantar mis “llantos frágiles”, como decía, cada que me gritaba por no hacer algo bien; también enrojecía con mis nulas ganas de competir, mi desinterés en los deportes, en las travesuras; y que no tuviera amigos.   

Esa madrugada el impacto agitó nuestros corazones, a uno lo detuvo. Un cuerpo rígido convulsionando con espuma en la boca. Piel amarilla. Escleróticas blancas invadidas por venas rojas diseñadas como la tiniebla. Lo llevamos cargando al coche. Mamá arrancó al hospital, pero fue tarde. Me acuerdo que nos abrazamos y dijimos que estaríamos bien: «Esto nos fortalecerá». Mamá dijo que teníamos que tapar todas las cosas que reflejaran. El ataúd en medio de la sala, las señoras acelerando sus rezos, estuve a punto de desmayarme como lo hizo la hermana de mi papá, pero no tuve el descaro, mejor me metí a bañar y lloré, vi mis ojos y estaban coloreados por vasos sanguíneos invadiendo como carreteras.

De pronto, ante mi espejo se dibujaron unas bolsas que se acumulan por debajo de mis parpados y enmarcaron mi mirada. Esas córneas se opacaban. La lámina fucsia parecía invadir mis escleróticas, en ese cambio que se ejecutaba ante el espejo, esa otredad se manifestó. A él le gustaba la vida que a mí no, navegaba las noches, luego se perdía en lo profundo nada más para impactarme con esas muestras de inmoralidad. Disfrutaba de su rebeldía, preso recién liberado, huía por el mundo. Se metía en problemas, diario se emborrachaba, contestaba a los maestros, salía sin permiso, gritaba, fumaba cigarros Camel en la azotea, se saltaba las clases. Sustentado en la inconsistencia, rodeado de sombras, abrazado a su incertidumbre. Yo me sentía arrastrado por el  impacto de la ola. ¿También mis ojos se secaban?

Él ya no es resignado, no es silencioso y cuando le dirigen la palabra suelta de a chiste por minuto, demuestra su odio e inconformidades, por eso luego la gente  siente repulsión por él, le urge demostrarse engrandecido.

Él siempre da la cara, cada que volteo al espejo lo veo, quisiera escupirle. Controla lo que soy, tiene otras maneras, otra voz, pisa distinto, viste tan diferente. Quiere que desaparezca, por eso me tiene resguardado en este pozo que es su mente y mientras más me hunde yo me entierro en él, llora por las noches y yo doy cada golpe. Es Ignorante de sí, ante la pregunta «¿Quién eres?» no tiene ninguna respuesta.

Estoy viendo mi rostro de nuevo, que no es mío. Me aplasto la cara en las manos, luego me pego. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Sus ojos sin fondo, sus lunares extranjeros, su cuerpo apariencia que me disfraza, estoy vivo. Yo también quiero gritar. Ese maldito reflejo, él duda de lo que soy cuando él es sólo apariencia. Los ojos otra vez se dibujan, son como globos desinflados y caídos. Mis sensaciones se agitan. Toco ese espejo que cada vez más se agota, aparezco tan diferente, el orquestador de una catástrofe. Entonces golpeo el vidrio, se cae, se parte en tres,  me acerco a recogerlo.  El reflejo se divide entre yo, que me estoy desvaneciendo, él, que está dominando, y mi padre que otra vez mira, con su globo ocular derretido, su rostro de muerte. Entonces grito, doy un paso atrás y aplasto completamente los fragmentos rotos hasta triturarlos. Desaparezco.

José Adair Prado Zacarías

José Adair Prado Zacarías

Autor

Yo soy José Adair Prado Zacarías, tengo 24 años, soy de Nezahualcóyotl, México. Estudio en la UACM, la carrera de Creación Literaria.  He colaborado con las revistas Katabasis, Primera Página, Resiliencia y en el libro digital “Relatos de Cuarentena 2” publicado por Editorial Tres Nubes y la UANL.

VonPeps

VonPeps

Ilustrador

Soy Alejandro, 24 años, colesterol bajo, estudiante de psicología y fotógrafo habitual, guionista cuando hay leche y galletas. Me gusta bailar solo, decir groserías y escuchar a Iggy Pop. A veces, creo que sería más feliz viviendo en el campo con un buen poemario, luego me llega una notificación a mi smartphone y me olvido de todo. Soy un pésimo pintor, por eso me hice fotógrafo.

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