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Ilustrado por: Paola Rodriguez

Gabriela Alfred

La caja de té que compro dice «Hay cosas que no se te ocurren cuando estás a mil… hay cosas que se te ocurren sólo en tu tercer sorbo de té. Hacé una pausa para disfrutarlas». Pasa algo parecido con la escritura, abre un espacio/tiempo necesario para reflexionar sobre el poder de las palabras antes de arrojarla al viento. El placer de la comunicación muchas veces se ve bloqueado por un sinfín de superficialidades y simplificación extrema del lenguaje en pos de una economía de la palabra que, si bien es necesaria en algunos casos, nos impide tomar consciencia del poder y la belleza de la misma.

Hay cosas que solo se te ocurren en la tercera línea del papel, parafraseando la bolsa de té, y si la comunicación verbal muchas veces es fuente equívocos y enredos, el bolígrafo en el papel muchas veces es un hilo maestro. En un tiempo de tantos enredos y sobrecargo de información, el ejercicio de bajar la sangre de la cabeza a las manos es una buena opción, y yo, de primera mano, puedo hablar de los beneficios terapéuticos de la escritura, en todas sus formas.

El problema en ver a la escritura como algo terapéutico para muchas personas, y es algo que puede extrapolarse a otras artes, es la presión, muchas veces autoimpuesta, de la perfección. Pensamos que no vale la pena escribir algo si no cumple con ciertos estándares de calidad porque casi siempre pensamos en la creación como algo para «afuera», para la mirada de otrx. Creo que primero debemos dejar esa idea a un lado y comenzar a plantearnos la escritura para nostrxs mismxs, por eso el ejercicio de las páginas matutinas o diarias tiene un gran valor. No sé quién fue la o él primero en plantear este ejercicio, pero yo lo leí en un libro llamado «El camino del artista» de Julia Cameron, y es una solución muy práctica tanto para el desbloqueo de la creatividad como para el autoconocimiento y, en consecuencia, como una terapia de acercamiento a nuestro yo.

Este ejercicio simplemente consiste en escribir todos los días, sin falta, al menos 3 páginas. Esta escritura no será leída posteriormente, ni siquiera por una misma. Se trata solamente de dejar fluir la mano sobre el papel anotando lo primero que se nos venga a la cabeza, por más absurdo que sea. Es una manera de liberarse, en cierto sentido, de ese sinfín de pensamientos irrelevantes, vanos y hasta negativos que ocupan espacio en nuestra cabeza, que son como globos vacíos, pero que quitan espacio a otras cosas importantes. A la larga, este ejercicio se vuelve cada vez más fluido y, a la vez, más relevante para nuestra vida diaria. Por experiencia propia he podido descubrir que puedo quitar mucho del ruido y la confusión del día a día solo escribiendo estas páginas matutinas, lo cual me ha permitido comenzar a descubrir cosas muy importantes para mi salud mental que estaban siendo dejadas de lado: necesidades, prioridades y valores que definen mi posición en el mundo que, de cierta manera, estaban insertos en un mar de cotidianidades irrelevantes, formando parte del mismo enredo.

Y eso me lleva a una segunda manera de utilizar la escritura de manera terapéutica, y es a través de un diario personal. Esto a veces se confunde con estas páginas diarias, pero no es lo mismo, como decíamos, las páginas matutinas tienen que ser lo menos pensadas posibles, casi un ejercicio meramente físico; por otro lado, un diario tiene un proceso de reflexión mucho más profunda en su escritura, sin que eso implique necesariamente una intención literaria. Hay muchas maneras y propósitos a la hora de llevar un diario, pero hay uno que encuentro bastante útil para seguir este camino terapéutico con la escritura y es el filosófico, específicamente la manera en que los estoicos plantean el llevar un diario íntimo, partiendo de las meditaciones de Marco Aurelio, que era justamente el diario íntimo del emperador, y aunque él nunca se planteó que este se convirtiera en libro tremendamente popular hasta el día de hoy, porque lo escribió solo para él, aconsejaba revisar a diario nuestras acciones del día para ver qué hemos hecho bien, qué hemos hecho mal y qué podemos hacer mejor al día siguiente. Tenían presente la muerte cada uno de sus días (práctica que se conoce como Memento Mori) y era consciente de la importancia de aprovechar el tiempo actuando con virtud, porque podemos morir en cualquier momento. Por ello, llevar un diario nos puede ayudar a ordenar nuestros pensamientos diarios, pero también hacer una autorreflexión constante de si las acciones que hemos realizado durante el día son las necesarias para llegar efectivamente a donde queremos llegar, y si estamos en paz con lo que hemos dicho y hecho a lo largo del día, y en el caso de no ser así, anoticiarnos de las cosas que no nos han hecho bien para tratar de hacerlas mejor al día siguiente. 

Pero hay otra forma también de utilizar un diario que no quiero dejar de mencionar porque, como persona menstruante y cíclica, me ha ayudado enormemente y tiene que ver con un diario en el que podamos registrar nuestras emociones, estados de ánimos y cambios físicos, como una manera de establecer ciertos patrones que nos ayuden a conectar y vivir más acorde a la vida cíclica que es en la que realidad transitamos. 

Finalmente, si queremos avanzar más aún en nuestro camino creativo, hay que tomar en cuenta que la escritura, por más artística que sea, es también una práctica, y como decía Picasso, la inspiración te encuentra trabajando, no antes de eso. Es por eso que la mejor manera de superar un sentimiento de estancamiento creativo es a través de una rutina de escritura constante, pero tomándola como un juego. En ese sentido, hay un par de ejercicios cortazarianos que son muy recomendables: el primero es el escribir en glíglico, el lenguaje inventado por Cortázar que consiste en utilizar palabras y expresiones inventadas donde el énfasis está puesto en la musicalidad de las expresiones; el segundo consiste en crear combinaciones de significados a partir de un juego con el diccionario, donde elegimos dos palabras totalmente distintas pero cuyos significados combinados creen un sentido casi poético, por ejemplo:

«La expresión breve que sintetiza una observación general o un principio moral ¿No es como una estrella que imprevistamente se ve involucrada en un proceso explosivo y aumenta su luminosidad en varios millares de veces en pocas horas?»

—Combinación entre las palabras Adagio y Nova—

Estos son solo un par de ejemplos que nos pueden invitar a ver la escritura y el proceso creativo desde un lugar más relajado, a quitarle cierto dramatismo a este proceso y, en el camino, encontrar nuestro camino de una manera más feliz y menos tormentosa.

Cabe aclarar que los tres puntos expuestos parten de una visión completamente personal, siendo recursos que me han ayudado a lidiar con mis propios procesos en la búsqueda de salud mental, pero que también sé que han tenido buenos resultados en muchas otras personas, por eso creo que el ver a la escritura como una herramienta más en la búsqueda de nuestra paz y bienestar es algo para tomar en cuenta.

Gabriela Alfred

Gabriela Alfred

Directora de Redacción

Soy de Bolivia, nací rodeada de montañas y agua dulce. Me licencié en Filosofía y Letras por purito placer y hasta el día de hoy sigo buscando profesionalizarme en saberes inútiles. Escribo porque me hace feliz, leo porque no puedo vivir siempre en mi propia mente. Me gusta tejer, las historias ñoñas de amor, la fiesta y las conversaciones en la madrugada.

Paola Rodríguez

Paola Rodríguez

Autora

Estudiante de psicología, 37 años de edad, resido en la ciudad de Montevideo,
autora del poemario letras del destino, y la novela Lara Glasgow el comienzo.
Empece a escribir a los diez años pequeños relatos, pero en la adolescencia descubrí a poetas como Julio Herrera y Reissig, Delmira Agustini e Idea Vilariño, y me enamore de la poesía, empezando mis primeros poemas a los dieciséis años.

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