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Ilustrado por: Arturo Cervantes

 Osvaldo Miranda

Uno de los fenómenos que se ven potenciados por el uso de la Internet son los destripes. Todos lo hemos visto en alguna ocasión: tras el estreno de alguna película, libro o capítulo de serie, de la Internet surgen dos tipos de internautas de intereses opuestos. Están aquellos que procuran por todos los medios no enterarse del contenido de dicha obra, lo que en jerga se conoce como ser spoileados; y aquellos otros que disfrutan de revelar los pormenores de la obra a los primeros, con el evidente afán de joder.

Muchas personas del primer grupo entran en un auténtico frenesí del desconocimiento, llegando incluso a suspender del todo el uso de la Internet y el contacto con el exterior con tal de no permitir que ni el más mínimo atisbo de la obra se cuele dentro de sus consciencias.

¿Por qué nos molestan los destripes?

El destripe es un atentado contra el argumento. Su función es revelar uno o varios sucesos de los que componen la historia, sucesos que suelen ser decisivos: la muerte de algún personaje, la revelación del antagonista, una vuelta de tuerca (o plot twist, para usar el anglicismo). La calidad de un destripe se mide en términos de qué tanto ha logrado revelar y qué tan importante es aquello que ha revelado.

Detestar un destripe es detestar que a uno le revelen el argumento de alguna historia particular. Eso implica que el argumento tiene un valor especial y que revelarlo prematuramente —es decir: trocando el orden cronológico de la misma— va en detrimento del mismo disfrute de la obra.

Ahora bien, ¿qué tan valioso o importante es realmente el argumento?

El argumento es acción. Es aquello que ocurre en la historia. Se compone de todos los acontecimientos encadenados en cierto orden. Se rompe en el momento en que dicho orden se rompe.

Una de las ideas con las que los escritores noveles tienen que reconciliarse pronto es que no hay nada nuevo bajo el sol. Esa idea en sí misma puede ser debatida y refutada en otros momentos, pero por ahora admitamos que la mayor parte de las historias —o, por lo menos, el tema básico— ya han sido escritas, filmadas o contadas por alguien en algún momento.

Abandonar la búsqueda de historias novedosas deja espacio para concentrarse en cómo contar aquellas que no lo son tanto. Trabajar sobre ello es lo que lleva a los escritores a desarrollar un estilo, una voz propia. Un mismo argumento puede ser contado de muchas maneras distintas, pues cada narrador le imprime su propia personalidad. En la literatura es menos inmediato notarlo, pero pensemos en el cine: los remakes son el mejor ejemplo de esto; más aún: los remakes existen (dejando de lado las razones monetarias obvias) porque es posible contar la misma historia de otra manera.

Lo importante, entonces, no es el argumento en sí mismo, sino cómo es contado dicho argumento. Y digo que es lo importante porque es en el cómo y no en el qué en donde hunde sus raíces el arte en general y la literatura en particular. No importa qué historia vayamos a contar, sino la forma en como lo haremos.

Aunado a esto, el desconocimiento del argumento tiene un nulo efecto sobre la calidad de la obra. Es decir: no necesariamente se disfruta más una obra por el hecho de desconocerla. Si fuera de otra manera, el ser humano estaría irremediablemente condenado a disfrutar de las historias una sola vez y el reencuentro con ellas sería impensable. ¿Por qué seguimos contando historias cuyos finales conocemos, si el argumento es tan importante? ¿Por qué seguimos reimprimiendo ediciones de los cuentos clásicos que ya todos conocemos? ¿Por qué repetimos películas que ya hemos visto?

Porque el argumento no es lo más importante de una historia. Es una parte fundamental, por supuesto, sin argumento no habría historia, pero no lo es todo. Tanto así que incluso conociendo el argumento al derecho y al revés podemos disfrutar de dichas historias.

Esto implica que los destripes son más bien vacuos. Si el destripe es un atentado contra el argumento y el argumento no es tan importante para el disfrute de una historia, entonces a un destripe no hay por qué darle tanto valor. Si el destripe fuera un atentado contra el estilo, eso sí que sería abominable, un verdadero crimen. Mientras no lo sea podemos seguir aguantando destripes y volviendo a leer y ver los libros y películas que amamos.

Osvaldo Miranda

Osvaldo Miranda

Redactor

Nacido en la Ciudad de México, en 1994. Escribo por placer. Con rabia, tristeza y dolor. Escribo para tener algo que hacer mientras llega la muerte. Escribo cuando estoy solo y cuando estoy acompañado pienso en qué escribiré después. Escribo historias para contarlas a los demonios que comparten piso conmigo: les gusta leer sobre ellos. Escribir es la cera en los oídos que me aleja de las sirenas de la locura. Estoy convencido de que escribir es una necesidad fisiológica.
Arturo Cervantes

Arturo Cervantes

Ilustrador

Una oscura noche de verano, el abismo abrió su boca infernal, dejando escapar un ser etéreo y terrible, que devoraría todo a su paso con su furia. Eternamente manchado de acuarelas y las almas de los incautos que obtienen lo que desean, se mueve por el mundo deslizándose por entre las cerraduras. También me gustan los gatitos y el té.

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