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Fotografía por: Ixkozauki Hermosillo

Ixkozauki Hermosillo

 

La pérdida, la ausencia, el exilio son conflictos enteramente universales. Son parte inalienable de la condición humana. ¿Desde qué ojos se pueden observar estos fenómenos en uno mismo? ¿Hay que mirarse al espejo, reconocerse en el otro o buscar hasta encontrar las raíces que sembramos en nuestro lugar de residencia?

¿Cómo enfrentarse a la ausencia del ser querido? La muerte es el fin de todos los malos para quien la padece, sin embargo, otro rostro de la misma suerte asola a aquellas quienes se mantienen vivos. Socorro Venegas recurre al diario, abandonarse al recuerdo y soportar el duelo en espera de dos cosas: resignarse a la ausencia o esperar un milagro. En la mayoría de casos la primera opción es la que prevalece. Y no es para menos, la muerte es un estado del que no se puede salir. En su libro, Ceniza roja, Venegas recrea una especie de ritual como el altar de muertes cada dos de noviembre.

La literatura de duelo no tiene que ser lúgubre para conmover, pero posiblemente sea necesario padecer la pérdida para atender la hoja en blanco y hacer de la escritura un ejercicio catártico. Uno espera volver al ritmo, dice Ruy Sánchez, al ritmo de la cotidianidad donde habita la persona ausente. Es necesaria la presencia en la ausencia. Cabe preguntarse ¿qué sucede cuando el objeto de abandono permanece en algún lugar del planeta?

La madre patria, el lugar que da cobijo a quien ha nacido en su territorio es un juego de creación para la identidad. Cuando se abandona la patria, la pérdida y la ausencia son irrenunciables. Tener negada una identidad y a su vez tener el obstáculo social por adquirir una nueva en el lugar a donde se llega es la circunstancia que lleva a escribir a Clara Obligado y a Mohamed Mbougar Sarr.

Durante el Festival de Letras Europeas ambos autores conversan sobre el exilio, el perderlo todo, hasta la identidad y las complicaciones de crear una nueva. A pesar de las diferentes latitudes y las diferentes tradiciones literarias, Sarr observa que lo que une África y Latinoamérica es la tradición oral. En ese sentido, las historias son de quien las cuenta, dejando en claro que la originalidad es solo un adjetivo banal para definir lo que uno puede contar de sus experiencias.

Maram Al-Masri, poeta siria, narra de una manera lírica y preciosa, los horrores de la pérdida. En sus sentidos poemas se refleja el abandono y el exilio. La injusticia de los desposeídos y nos deja claro que nosotros podríamos estar en el lugar de los que lo han perdido todo.

La búsqueda de las raíces es un acto de subversión identitaria. Hay que sembrar raíces en el lugar que habitamos y en los lugares a donde migramos. Las raíces son flexibles. Nadie conoce mejor sus raíces que quienes las han cortado.

 

 

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