contacto@katabasisrevista.com

Ilustrado por: Lizeth Proaño

Ixkozauki Hermosillo

Las solapas de los libros de Rulfo dicen que nació en Apulco, una pequeña hacienda en el municipio de Tuxcacuesco. El acta de nacimiento es clara: nació en Sayula. «Dicen que ni era de aquí el señor ese», me dice una señora que detengo por la calle para preguntar la ubicación de una pequeña placa que ratifica el nacimiento de Rulfo en Sayula, justamente en la casa situada en Manuel Ávila Camacho 124A, a un par de cuadras del Santuario de Guadalupe.

Juan Preciado llega a Comala porque le dijeron que allá vivía su padre, un tal Pedro Páramo. El camino a Comala que seguí tuvo otros destinos, quizá distintos rostros del mismo pueblo. En 2016 tuve la oportunidad de visitar Real de Catorce en San Luis Potosí. Pueblo mágico donde los haya. Un pueblo minero enclavado entre grandes cerros que mantienen la villa detenida en el tiempo, para entrar hay que atravesar un túnel de uno o dos kilómetros de distancia, oscuro y húmedo, el Túnel de Ogarrio, al salir el sol da la bienvenida y se descubre un encanto fantasmal, el Cerro del Quemado por un lado, las ruinas del antiguo pueblo minero por el otro, dos plazas de toros a las afueras.

¿Por qué hablar de un lugar tan alejado del sur de Jalisco? En 1978 José Bolaños decidió que Real de Catorce tenía todos los elementos necesarios para representar a Comala en una adaptación cinematográfica de Pedro Páramo protagonizada por el recién fallecido Manuel Ojeda. Pedro Páramo: el hombre de la Media Luna es un claro ejemplo de que Comala se puede encontrar en cualquier recoveco del país. No es de extrañar que para la película también se hayan utilizado escenarios del estado de Zacatecas. Ciudades coloniales que conviven con un paisaje de principios del siglo XX que reflejan el tema central de la obra rulfiana.

La ruta Juan Rulfo, inaugurada hace apenas un lustro con excusa del centenario del natalicio del autor de El llano en llamas, solo comprende cuatro municipios: Sayula, San Gabriel, Tuxcacuesco y Comala. Sin embargo, hay mucho más que ver fuera de las rutas marcadas. El primer destino de mi viaje poco o nada tiene que ver con Rulfo, Atemajac de Brizuela, un pueblo que da la bienvenida a la sierra sureste de Jalisco. Los pueblos en sierra son todos muy parecidos, tienen un aroma particular a ocote y una arquitectura única, el frío de estas poblaciones agrega una experiencia única. Pero el frío es todo lo contrario al calor infernal de Comala, no obstante, el escenario, es ideal.

De Atemajac bajamos hasta Tapalpa. Aquí se encuentran las ruinas de la primera fábrica de papel en Latinoamérica de nombre «La Constancia», actualmente se encuentra escondida entre robles y pinos a mitad de la carretera en dirección a las Piedrotas. Me detengo en este lugar, no solo por estar fuera del mapa, sino porque en 1940 Rulfo la fotografió. En realidad, la historia es diferente. Un sitio web de viajes, muy undergroud recomendaba las ruinas como parte de la visita a Tapalpa. Es un lugar de gran dimensión, con sus peligros incluidos, la fábrica cuenta con algunos canales entre las paredes de la fortificación principal, asomarse a ellos ya conlleva cierto riesgo, pero la caída es de aproximadamente 10 metros de profundidad. De tener la posibilidad de visitar el lugar, por favor háganlo. El asunto cobra sentido cuando al finalizar esta travesía y hojeando Cartas a Clara uno se puede encontrar con la reproducción de la fotografía de Rulfo. En mi caso fue una casualidad.

Sayula. Un pueblo, quizá ya ciudad. Ha sido devorado por los males de las ciudades mayores, no recuerdo el momento en que una cadena internacional de cines se instaló en el pueblo, las casas perdieron su estilo clásico colonial y la gente ya no necesita de Guadalajara para vivir. En el centro de la ciudad/pueblo se encuentra la casa de la cultura nombrada Juan Rulfo, en la fachada se pueden leer fragmentos de su obra, muy instagrameables. Dentro una fotografía de Rulfo y una copia de su acta de nacimiento como recordatorio de que sí nació ahí, aunque todo mundo se muestre incrédulo. En la casa convive el Museo de Arqueología J. Jesús Figueroa Torres, donde se exhiben en dos pequeñas salas una gran colección de vestigios encontrados en la laguna de Sayula. Por otro lado, en el patio, un busto de Rulfo y la gran frase de Pedro Páramo donde se nombra al pueblo.

San Gabriel, el pueblo donde pasó su infancia. El pueblo donde suceden algunos de sus cuentos. Todo lo que Sayula no ha hecho para conmemorar al autor San Gabriel lo ha aprovechado. La placa de la casa donde pasó su niñez es incluso el triple de grande que la placa de la casa donde nació en Sayula. En la plaza principal una escultura de cuerpo completo invita a pasear y a imaginar los lugares del Llano en llamas. «El Santuario/Colegio de Josefinas», que fuera la escuela de Juan, «la capilla La Sangre de Cristo» donde murió Susana San Juan, «Puente Nuevo» donde tiene acción el cuento Es que somos muy pobres, «la Plaza de Armas» donde sucede En la madrugada. «El Puente Galápago» donde ocurre la expiación del Padre Rentería. En una de las esquinas del pueblo se puede ver un gran nicho representando Macario. San Gabriel es un pueblo rulfiano per se. Y quizá la cereza sobre el pastel sea que, saliendo del pueblo, en dirección a Sayula, se encuentra el mirador «Vine a Comala», tres esculturas lo adornan: Juan Preciado, Abundio y un burro. La estampa es el pueblo de San Gabriel desde las alturas con una vista privilegiada a todas las llanuras y montañas de la región, quizá observando bien, la vista alcanza a divisar el volcán de Telcampana.

En esta travesía no llegué al municipio de Tuxcacuesco, donde, según la leyenda y Juan Carlos Rulfo, dicen que nació Juan Rulfo. Sin embargo, adentrándose por los caminos de la sierra, vía Tolimán, se encuentra un pequeño poblado, y no es exageración si digo que la palabra pequeño le queda grande, llamado Santa Elena de la Cruz. Para mí, sin duda alguna, este fue mi Comala personal. Un poblado silencioso, apenas pude encontrarme con dos jóvenes en una esquina, el resto silencio. Solamente el sonido de la lluvia que se aproximaba. El pueblo puede describirse como un poblado a orillas de una carretera, casa por ambos lados y sin mayor extensión. Pero lo que llama la atención es un enorme puente colgante que conduce a otro poblado minúsculo de nombre Tuxcacuesco. Aquí es donde el viaje se vuelve rulfiano, nunca mejor dicho. Para acceder al puente hay que cruzar una cerca, en un primer momento decidí no allanar el terreno y caminé por una vereda de tierra que me condujo hasta el punto más bajo del pueblo, un canal o posiblemente un río seco. Del otro lado seguía el camino, pero empinado, imposible que un auto pudiera subir. Con el temor de la lluvia pude llegar a la cima del otro lado y, entonces sí, encontrar la entrada al puente. El puente cuenta con una vista indescriptible e impresionante del volcán de Colima. Un volcán, un puente colgante, la lluvia inminente, un pueblo callado, ¿qué otro lugar pudiera llamarse Comala si no es este?

En fin. Hablemos de Comala. Comala, Colima. Llegar a Comala desde Colima centro demora aproximadamente 10 minutos. La entrada ya anuncia lo real maravilloso. La iglesia, el quiosco, un pequeño mirador en la Secretaría de Turismo, las calles empedradas, la venta de ponche, el precio desorbitante de la obra de Rulfo en un puestecito ambulante y la vista al volcán. No se puede negar que pueblo mágico es, pero dista mucho del Comala de Pedro Páramo. Vale la pena dejar una huella en el lugar, dentro de la secretaría se encuentra una pintura bellísima en honor a Rulfo que no se puede dejar pasar.

«Aunque no fue colimense, Juan Rulfo nos regaló el nombre de Comala en su obra y eso de alguna manera ha servido como detonante para tener en este municipio turismo cultural». Cuanta razón del director general de la Secretaría de Cultura.

En el camino hay más de un poblado que podría hacerse pasar por la tierra de Pedro Páramo. La travesía no solo contempla atravesar el llano en llamas, sino revivir ciertos pa(i)sajes y evocar algunos fantasmas de la literatura jaliscience del siglo XX. Una ruta que parte de Guadalajara y se adentra más de 500 km en la sierra, las lagunas y los volcanes del estado. Juan Rulfo puede ser el escritor más importante del país, su fama no se ensombrece ante el Premio Nobel de Literatura Octavio Paz. Su popularidad es más que merecida, su obra perdura en el tiempo y en cada pueblo que a la vista de quien lo mire pueda preguntar: ¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo? La respuesta solo es una: Comala, señor.

Ixkozauki Hermosillo

Ixkozauki Hermosillo

Director de Edición

(Guadalajara, 1996)
Experto en garabatos, poeta, aventurero, ladrón de momentos, fotógrafo aficionado, músico en paro y cocinero de ocasión. Ganador del concurso Creadores literarios FIL Joven 2012 y coautor de la antología La voz de los pasos (Mano Armada, 2018).

Lizeth Proaño

Lizeth Proaño

Ilustradora

Total Page Visits: 2213 - Today Page Visits: 4
Share This