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Ilustración: Deivy

Jennifer Puello

 

Los humanos piensan que hay algo especial en la forma en que percibimos el mundo, y, sin embargo, vivimos en bucles tan rígidos y cerrados como los de los anfitriones. Rara vez cuestionamos nuestras elecciones, conformándonos con que nos digan que hacer.

-Robert Ford

Hace unos meses empecé a ver una serie de ficción distópica y futurista de 2016 donde existen, entre otras cosas, parques temáticos poblados por unos seres llamados «anfitriones» que, si bien son androides se acercan mucho a los humanos: pueden razonar, tienen una apariencia similar, hablan y se comportan, con algunas limitaciones, parecidos a estos. Es tan cercana la similitud, que muchos humanos no distinguen en principio a un anfitrión de otro humano.

La contraparte a los anfitriones son los «huéspedes» humanos, usualmente adinerados, que pagan para vivir en el parque temático por días o semanas, de acuerdo a su presupuesto. En dichas estancias, los «huéspedes» pueden realizar los actos más nobles o más viles, sin consecuencia alguna, pues, básicamente, pagan por ello.

Si bien los «anfitriones» tienen roles estructurados que deben cumplir y están enmarcados en narrativas (las historias que en el parque temático se van contando y en las cuales los «huéspedes» pueden interactuar para hacer más realista su experiencia), ellos no son conscientes de su no-humanidad; aún más, los «anfitriones» pueden improvisar diálogos, expresiones, incluso, decisiones, para que la experiencia sea más verosímil para los «huéspedes» y para que los mismos «anfitriones» no se cuestionen su existencia. No obstante, cualquiera improvisación sigue limitada a la naturaleza que los creadores del parque le han dado a cada androide, a fin de que no se salga de su rol.

De esta manera, en principio, nos encontramos en un espacio limitado con seres muy cercanos a los humanos que, sin embargo, no pueden salirse de los roles que han sido establecidos para ellos: son como esclavos de un juego que ellos no conocen, pero que sus contrapartes saben de memoria.

Más allá de esta premisa, por supuesto, suceden innumerables acontecimientos que desatan la locura: «anfitriones» que empiezan a cuestionarse su propia existencia, sensaciones de que algo está mal, de que existe una suerte de repetición o bucle que los lleva a hacer una y otra vez la misma acción; «huéspedes» que ven a los «anfitriones» más allá de simples androides para su diversión, que incluso son capaces de realizar actos cuestionables por amor a los «anfitriones» o que se cuestionan si estos en realidad sientes; «anfitriones» que parecen salirse de sus narrativas; preguntas sobre quién es el verdadero creador de los androides y su intenciones, esperanzas y deseos sobre sus creaciones; la posibilidad de que, al no haber muchas diferencias entre «anfitriones» y «huéspedes», como espectadores, nos preguntemos si los personajes hacen parte de uno u otro grupo.

Todos los cuestionamientos me llevaron a una pregunta (qué también se hacen los personajes en varios momentos) si los actos que realizamos son realmente decisiones propias o si, por el contrario, estamos enmarcados en una narrativa, y una segunda, qué es más personal, si estuviera en Westworld y fuera una «anfitriona» ¿desearía ser consciente de ello o preferiría seguir repitiendo mi narrativa sin cuestionarme?

Sobre la primera pregunta, en la misma serie uno de los personajes expone que incluso los humanos vivimos en «bucles tan rígidos y cerrados» como los androides de los que creen separarse, es más, posiblemente los humanos tengan menos posibilidades de desviarse de sus propias narrativas, como si estuviéramos condenados a una conducta determinada y eso cuestiona nuestro libre albedrío. No podría estar más lejos de responder si en realidad estamos en un bucle o si somos capaces de tomar nuestras propias decisiones, ni siquiera si el libre albedrío es posible o, como algunos personajes en el parque lo creen, no es más que una ilusión a la que nos aferramos.

Para la segunda pregunta me viene a la mente la icónica escena de Matrix en la que Morfeo extiende ante Neo las dos píldoras: roja y azul, para que decida ya sea conocer la verdad o borrar los recuerdos recientes y seguir su vida repitiendo el papel que le fue asignado. Seguramente, cuando la vimos por primera vez, incluso aquellos que no la hayan visto ya conocerán la disyuntiva, dijimos que escogeríamos la una o la otra, aunque desde afuera es más fácil, pues como espectadores conocemos las posibilidades de una o otra decisión; pero, estando ahí, en el momento exacto, ya sea que seamos Neo ante las píldoras o unos «anfitriones» ante la verdad ¿qué camino tomaríamos?

Ahora bien, antes de esta pregunta es cierto que debe existir un esbozo de «consciencia» que nos susurre al oído que estamos siendo controlados por un algo, en el caso de Westworld hay humanos dedicados a verificar que los «anfitriones» a través de entrevistas cortas, la pregunta central es «¿te cuestionas la naturaleza de tu realidad?», la respuesta idónea es una negativa, lo que indicaría que siguen siendo androides, más alejados de lo humano y por tanto, su inteligencia no se acercaría a los «huéspedes», como una suerte de prueba de Turing.

¿Nos cuestionamos, nosotros, la naturaleza de nuestra realidad?, ¿Estamos en un bucle o tomamos nuestras decisiones de forma consciente y sin estar dominados por otros?, es interesante que incluso aquellos «anfitriones» que empiezan a cuestionar la naturaleza de su realidad parecen seguir estando atados a un «algo» que los domina: ¿Dios?, ¿Quiénes los programaron?, ¿el destino?, ¿sus deseos?, ¿aquello que los hace únicos? Cualquiera que sea la razón, es como si una fuerza externa condujera, si bien no de forma total, a los caminos y decisiones tomadas.

Y aquí entra de nuevo la primera pregunta ¿cómo sé que las decisiones que tomo son propias y no están enmarcadas en una narración de externos?, porque podríamos decir que estamos actuando de manera deliberada, pero cuando tomamos la decisión de comer ¿no es el hambre el que nos impulsa? Y cuando decidimos parar ¿no lo es el estar saciados?, o quizá dichos impulsos sí son dominados por nuestra propia consciencia y no todo cuanto hacemos está guiado por nosotros mismos y yo solo me he metido de más en una serie interesante que empecé hace poco.

Y usted, quien lee, ¿se le ocurren respuestas a esto u otras preguntas?


Referencias

Wachowski, Lana y Wachowski, Lilly (1999) Matrix. Estados Unidos: Village Roadshow Pictures

Nolan, Jonathan y Joy‎, Lisa (2016) Westworld. Estados Unidos: HBO Entertainment

Jennifer Puello Acendra

Jennifer Puello Acendra

Redactora

Lic. en educación y lengua castellana de la USCO, maestrando en Lingüística de la UAQ. Ha participado en varios concursos de escritura en diversas instituciones.  Amante de las mariposas, los cuervos y los gatos. Amada por las hormigas. Enemistada con los sapos.

Deivy

Deivy

Ilustrador

Me llamo Deivy Castellano. Pintor aficionado, intento que mi trabajo hable por mí mismo. Trabajo para ser un polímata, en mi tiempo libre soy un misántropo auto exiliado en Marte.

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