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Ilustración: Arturo Cervantes

Adrián Fuentes

Suponga, estimado lector, que no habita este caótico planeta en esta caótica época, sino que está ubicado en una época cultural originaria, que forma parte de las nacientes Mesopotamia, China, India o Egipto, o mejor aún, que usted es un hombre (o mujer) de la prehistoria y que no tiene certidumbre de absolutamente nada más que lo que perciben sus engañosos sentidos, ni siquiera de estar con vida el día de mañana. ¿Cómo imagina que sería su vida en esta situación? ¿Qué sentiría? ¿En qué pensaría? ¿En qué creería? ¿Qué sería para usted la «realidad»?

Incertidumbre. En la literatura existe todo un universo que explora la inmensa gama de posibilidades que ofrece la respuesta a esas preguntas. Es de admirarse lo que una sola palabra puede generar al arte de la escritura, y a lo largo de estas entregas se explorará de la forma más detallada y gozosa posible este universo: la literatura de la incertidumbre.

Es la incertidumbre la que abre las posibilidades a cualquier realidad y es la incertidumbre la que da pie a toda una tradición literaria, incluso antes de que dicha tradición se considerara literatura o ficción, y es que los pensamientos mágicos y sus cosmogonías correspondientes son la base piramidal de este universo.

Ha sido la incertidumbre el motor que ha llevado a la humanidad a buscar respuestas, a darle seguridad y tranquilidad, aun si estas respuestas no satisfacen al pensamiento lógico científico actual. La tierra se sacude, una mujer o un hombre (o toda una tribu) se arrodilla y grita al cielo, y el temblor termina. Ha nacido un dios.

Un hombre olvida alguna pieza de comida en la intemperie y ésta desaparece en la noche. Al día siguiente tiene un gran éxito en la cacería. Desde entonces deja una porción de comida todas las noches. Ha nacido un rito.

Una tribu busca coincidencias, busca tranquilidad, busca tener al menos un poco de control, aunque sea ilusorio, ante su incertidumbre, y genera una lista de ritos (incluso sacrificios) que parecen funcionar. El que busca, encuentra. Ha nacido una religión.

Las respuestas recibidas son erráticas, pero la fe no puede darse el lujo de arriesgarse. Los dioses erráticos también son caprichosos. Parecieran tener personalidad, características humanas. Si sienten, piensan y deciden, tienen una historia. Una historia que debe intuírse, escribirse, inventarse. Ha nacido el mito.

Pero la humanidad nunca se queda quieta, nunca está conforme con ninguna respuesta y es curiosa por naturaleza. Se descubre que mucho del pensamiento mágico tiene otras respuestas, respuestas que obedecen a leyes lógicas y razonadas, y el pensamiento mágico queda relegado del mundo real, o al menos de la realidad científica. El mito pierde su categoría de posibilidad, pero no puede olvidarse. Forma parte de nuestra historia, de nuestra formación como humanos, de nuestra cultura. Y aún mejor, el mito sigue respondiendo preguntas a cuestionamientos de la realidad, si no física, sí de la realidad interna, de nuestra condición humana. El pensamiento mágico sigue siendo uno de los más fieles espejos de la condición humana y de la incertidumbre que nunca dejaremos de sentir como especie respecto a dicha condición humana.

Es ésta la materia prima de lo fantástico: la incertidumbre constante y asfixiante, la situación donde cuesta trabajo encontrar una respuesta racional o mágica. En su Introducción a la Literatura Fantástica, Tzvetan Todorov observa las reflexiones generadas por diversos autores entorno a lo fantástico, y señala que muchos antes de él afirman que sin el terror, sin el miedo irracional ante la incertidumbre, no existe lo fantástico, y a pesar de que él considera que puede y existe literatura fantástica ajena al terror, podríamos preguntarnos si Alicia no sentía terror al caer dentro de la madriguera del conejo, si Gulliver no sintió terror cuando se descubrió en un país habitado por gigantes donde en cualquier momento podía perder la vida o si el mismo Harry Potter no sintió pánico al enterarse que debía enfrentar al ser que terminó con la vida de sus padres. Pregunto al lector: ¿cómo se sentiría usted en una situación similar? Aunque sea de la forma más mínima posible, aun en la literatura infantil más inocente, existe un rastro de incertidumbre, de estrés, de miedo; aunque Todorov no lo haya considerado de esa manera, dado que él limitó su consideración a textos de terror, y en efecto, no se trata de literatura terrorífica, pero es la participación del lector y su nivel de empatía con el personaje lo que revela lo terrorífico.

Justamente Todorov en este mismo libro, encuentra en el lector uno de los factores primordiales para definir la literatura fantástica, pues es su relación con el texto y los personajes los tres elementos que conforman la definición de lo fantástico y son:

  1. Que se establezca entre el lector, el texto y los personajes el pacto de lectura de la incertidumbre. Que en conjunto con la situación, vacile para la misma, entre una explicación realista, lógica y racional, y una explicación mágica.
  2. De acuerdo con el planteamiento y el pacto de lectura establecido, el lector puede o no ceñirse a la postura del personaje principal, a la visión que éste tenga respecto a la incertidumbre y la explicación que puede aceptar.
  3. El lector debe asimilar la obra como una ficción narrativa no alegórica o poética; es decir, que el acontecimiento fantástico se trate de un hecho narrativo y no solamente de una metáfora o alegoría de algo externo ajeno al hecho narrativo.

Y es que, contrario a lo que se piensa, Todorov nos aclara que lo fantástico no es el planteamiento de un mundo mágico como tal ni sus explicaciones maravillosas, sino únicamente la frontera entre esta posibilidad y la opción de una respuesta racional, justificada y lógica; y en la medida en que una obra se resuelva hacia lo uno o lo otro, o no, es que permanecerá como fantástica o se convertirá en otra cosa.

Concluyamos por hoy con esta certidumbre: lo fantástico se alimenta de la tradición del mito, y lo fantástico, afirma Todorov, no es un género como tal, sino una frontera delgada que puede o no convertirse en otra cosa. Lo fantástico es el planteamiento de una situación extraña, que desafía a las leyes de la realidad conocida, pero como una incertidumbre, como la vacilación y la duda entre considerar a esta situación como un evento sobrenatural, mágico o maravilloso, o mantener una actitud racional y buscar una respuesta lógica ante ello. Pero es importante volver a señalarlo: lo fantástico solamente se limita a esa frontera; en cuanto la obra lleve al lector hacia uno u otro lado de dicha frontera, ésta obra dejará de ser fantástica y se convertirá en algo más. De eso hablaremos en la próxima entrega.

Adrián Fuentes

Adrián Fuentes

Redactor

Iztapalapa 1991. Lic. Creación Literaria UACM.
Poeta, promotor de la literatura y coordinador de talleres literarios. Ha formado parte de diversos proyectos relacionados con la literatura y ha sido publicado en antologías poéticas y sitios web dedicados a las artes literarias. Actualmente coordina un taller de creación literaria con estudiantes de bachillerato y realiza diferentes actividades entorno a la promoción de la literatura; al tiempo que escribe ensayos y artículos relacionados con la lectura, la escritura y la labor literaria.

Arturo Cervantes

Arturo Cervantes

Ilustrador

Una oscura noche de verano, el abismo abrió su boca infernal, dejando escapar un ser etéreo y terrible, que devoraría todo a su paso con su furia. Eternamente manchado de acuarelas y las almas de los incautos que obtienen lo que desean, se mueve por el mundo deslizándose por entre las cerraduras. También me gustan los gatitos y el té.

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