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Ilustración: Alejandra Villela

Luis Enrique Sánchez Amaya

Día Apollyon

While 1

Fuera de mi ventana el cielo se viene abajo y su repiqueteo en el cristal es lo único que le da vida a mi entorno. Faltan unas horas para que despunte el sol y tenga que trabajar de nuevo. Otra vez el fatigante camino de la recámara a la sala. El cambiar del portátil a la PC de escritorio. Tolerar el embotellamiento de mis escasos 12 pasos de la cama al sofá. Se supone que tengo que ponerme al día con todo lo que he procrastinado en las últimas horas. ¿O serán días? Francamente no podría decirlo con claridad. Tal vez lo único que me queda de la percepción del tiempo es esta sensación de urgencia que me pica la nuca e intenta competir con mis inconmensurables ganas de no hacer nada.

¿Qué estarás haciendo? Vaya pregunta más idiota. Por supuesto que estás durmiendo. ¿En los brazos de quién? No lo sé, y en definitiva es algo que ya no debería importarme, pero confieso al vacío que no es la primera vez que me lo pregunto. ¡Vaya estupidez!

«Instalar mcrypt PHP 7.2 Ubuntu» tecleo con desgano por enésima vez en todo este océano de tiempo perdido, como quien se aferra a un tablón luego de un naufragio. Los hipervínculos lucen color púrpura, porque ya los he visitado por lo menos un par de veces en otras expediciones igual de infructíferas que la que me estaba proponiendo iniciar. Bendito Sísifo del código; maldita piedra para arrastrar en la profana madrugada sin fin.

¿Pensarás en mÍ? Me pica como un mosquito en la consciencia otra pregunta estúpida más. Chupando unas gotas de lo que me quedaba de ganas de seguir trabajando. Sí, al diablo. Me pregunto una vez más si pensarás en mí. Y me encuentro solo ante el brillo del monitor, como un ente que quisiera ir hacia la luz. Me reencuentro porque llevo 5 años perdido en la misma colina, empujando la misma piedra y cayendo una y otra vez en los mismos cuestionamientos inútiles. ¿Entonces, pensarás en mí? La pregunta me sofoca como si me encontrase ahora en un sauna, así que abro la ventana. Ha dejado de llover.

Maldito mcrypt, maldito PHP y maldita la noche en que acabó todo. 5 años atrás, pero lo mismo me daría si hubiese pasado hace 5 días o hace 5 décadas. Tu lugar sigue ahí, en un corazón que ya no sirve, como ya no sirve mi servidor Apache sin ese rebuscado y antiquísimo módulo. Ambos son reliquias de una era que ya no es. ¿Una era mejor? Definitivo. El código mejora y se hace más eficiente; y mi alma sólo se ha hecho más fría y más seca. Tal vez más inerte como tantas de esas palabras sin sentido en mis pupilas.

Te recuerdo en nuestras noches de las que nos adueñamos tantas veces. De las interminables noches sin dormir que pasamos en tu sala viendo tantas películas y documentales que inevitablemente me forjaron. Y de tantos insomnios que también hicimos nuestros a puertas entre cerradas y castillos de almohadas. Nunca olvido esos viernes que esperaba ansiosamente para compartir. Esos fines de semana familiares y la paz que tanto costaba conseguir. Las veces que cocinamos juntos; que no parábamos de reír y de amar. Pero ya, me juro por mi cordura, el no seguir invocándote en esta tétrica noche.

¿Verás las mismas nubes que yo? No, qué imbécil. Ya quedamos que estabas descansando y no seguiré perturbando tus sueños.

El mes de mayo. ¡Ah, qué necedad la mía! Hace tantos años ya que no recuerdo los números en el calendario, pero recuerdo tu mano entre la mía. Marchábamos por un mundo de esperanza. Donde otros mundos eran posibles. Cuando nos creíamos que el amor podría con todo y con todos. Cuando gritábamos por los que ya no podían y por los que podrían hacerlo un día. Pero ese día llegó y ninguno de nosotros dos pudo. Ni los mundos, ni la esperanza, ni el amor. Ni mis servicios web que siguen arrojando crípticos errores mientras redacto estos sinsentidos. La etología es para ese pasado y para mi futuro inmediato, gangrenado por la indecisión y las banales ganas de volver a esa burbuja feliz. No puedo avanzar y menos retroceder. He quedado atrincherado en este valle de fantasmas y sensación de vacío.

¿Recordarás todo esto? Es algo cuya respuesta no quiero conocer. Como tampoco quiero conocer las consecuencias de la postergación de mis obligaciones laborales. ¡Al carajo! Voy a sumergirme en ti una vez más. A que los ecos de tu voz dulcísima regresen a mí de la memoria. Quizás por última vez, aunque siempre me digo esa mentira. Es un ciclo. Es el eterno retorno. Es la soledad mía que tanto amo. Es mi silencio sagrado. Es mi condena.

Te voy a guardar en mí como lo único que vale la pena, como lo único que quedará y como testimonio de que alguna vez las cosas funcionaron. Como las bitácoras del servidor que eché a perder hace unos días por necio. Te voy a atesorar como cada segundo que pasamos juntos mientras fuimos felices. Aunque para conservar esa pureza tenga que negar el mundo y hacerme el duro. Aunque le tenga que cerrar la puerta en la cara a lo que sea que quisiera venir.

Ahora releo estos necios párrafos y me sorprende que parezcan tanto una nota de suicidio. Me sorprenden y no. Estoy cansado y no de tirar funciones o reparar módulos rotos. Estoy cansado de este encierro. De mí mismo. Del peso del pasado que es como un grillete que me muerde el tobillo todos los días. Del futuro que yo mismo arruiné. De estar roto y no poder ni querer tener remedio. Estoy harto de ese módulo que no quiere cargar en un servidor que arruiné por necio y de estas preguntas que noche a noche me desarman. Estoy harto de un mundo que ya no compila. Estoy harto de un mundo sin ti.

Me dan unas ganas locas de apagar el portátil y aventarlo por la ventana para que se haga añicos en la banqueta, a tres pisos de aquí. Quiero que se destruya como destruí nuestra felicidad. Que me duela aunque sea un poco para sentir que siento algo además de hartazgo y esta lengua gorda y seca de ti. Estoy harto de sentirme y no sentirte. Estoy harto de todo lo que quedó en pie entre las ruinas. Quiero que nada quede intacto. Que no quede piedra sobre piedra ni cenizas entre las brasas. Tengo un loco anhelo de seguirle la pista a tus pasos, pero no para encontrarte si no para que el destino me encuentre de una maldita vez. El resoplar constante del ventilador del portátil me regresa a la realidad. Una realidad donde debo cumplir mis promesas y contratos. Una realidad que me parece cada vez más surreal. Cada vez más lejana y cada vez más ajena. Ciclos y más ciclos.

Patrones y antipatrones. Refactorizaciones sin sentido y poco más.

Sin embargo, me aferraré como cada tanto al estoicismo. Al desafiar a la vida misma con la rebuscada idea de seguir viviéndola sin ti. Me aferraré una vez más. Me aferraré a que las mismas preguntas me devoren el hígado una vez más mientras sigo amarrado al risco de siempre. Otro día despunta y también más programas que entregar.

 

Día Omicron

Al fin pude resolver uno de mis problemas. El viejo servidor funciona, pero tuve que sacrificarlo todo y empezar de cero. Tal vez eso sea una pista para resolver cómo borrarte. Sí; nuestro fantasma sigue sentado a mi lado viendo cómo renuevo todo con un gesto que se balancea entre ternura y lástima. Ojalá borrarlo fuera tan fácil como el formateo a bajo nivel luego de respaldar. Creo que eso también es el problema con éste fantasma: siempre que quiero reanudar en una hoja en blanco tengo que llevarte como respaldo.

Afuera la gente muere. A cientos, y en el mundo a miles, y no sé si los envidio o no. La luz verde de los servidores me recuerda que quiera o no, sigo aquí y tú allá.

Día Alpha

Ha pasado una semana y lo mismo me daría que hubiese pasado una década. Sigo programando en la madrugada. La misma miserable hora en la que me levanto casi todos los días, excepto que hoy no dormí, de nuevo no le encontré sentido alguno a arriesgarme a soñar contigo. El fin de semana, si es que eso guarda algún tipo de significado aún, volví a repetir el día rojo del principio, pero con una cruel variante. Tuve la mala fortuna de encontrarnos en el pasado en una memoria de estado sólido de una década y un año. Ahí estábamos tú y yo en un momento histórico y sociopolítico que ya no significa nada.

Y ahí voy de nuevo de necio a invocarte como en algún tipo de ritual perverso en el que me desangro para dibujarte en la oscuridad. Otra semana. Otro ciclo. Otro sacrificio pagano entre las sombras, porque así me da menos miedo. Evidentemente nuestro fantasma está sentado a lado mío en el mismo raído sillón que he hecho mi fortaleza de silencios. Sólo mi respiración y el clic clac del teclado mecánico mientras lloro en cada palabra logran desafiar tanta solemnidad. Fue también una madrugada en la que todo terminó mientras veía el celular atónito en lo que me llevaba un tsunami de palabras de dolor. Nuestro fantasma me da una palmada en la espalda y suplica que lo deje ir, pero no quiero. Es lo único que me distrae de vez en cuando de la vida que llevo.

Tal vez debería borrar estas fotos del disco duro y regresar a trabajar. O tal vez debería borrar todo el proyecto y dejarme consumir una vez más por mis ganas de destruir. Tal vez debería dormir más o dormir de una vez por siempre. Lo importante es mantener la mente ocupada. ¿Borrar el código para reescribirlo y no tener que pensarte tanto? ¡Maldita sea! Hay un coronel en algún lugar de la ficción que estaría orgulloso -o no- de mí. Supongo que es cierto también que cada quien se muere cuando puede y no cuando debe.

While 0.

Autor

Luis Enrique Sánchez Amaya

Luis Enrique Sánchez Amaya

Desarrollador Web

Es un ingeniero en computación, desarrollador de software y escritor amateur. Apasionado de los cactus y de arrancarle inspiración a la nostalgia, ahora hace sus pininos en Katabasis. Descendamos a la literatura, pues.

Ilustradora

Alejandra Villela

Alejandra Villela

Ilustradora

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