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Ilustración: Sofía Olago

Eréndira Cuevas

Para nadie es un secreto la relación indisoluble que la literatura y la música han sostenido a través de los siglos, desde la aparición de la poesía cantada hasta la actualidad en que se siguen cantando poemas completos o fragmentos de ellos en las composiciones de algunos músicos.

Y aunque muchas de estas referencias resultan sumamente obvias, existen algunas que no lo son tanto o bien, destacan por la oportunidad de su uso dentro de la letra y la melodía que las emplea, resultando incluso en nuevas interpretaciones de ciertos versos u obras.

En lo particular, me gustaría hablar de cómo un grupo de pop español ha logrado introducir la literatura en su música, precisamente dándonos algunas reinterpretaciones para versos o frases de personajes como Pablo Neruda, Gustavo Adolfo Bécquer, Federico García Lorca o Antoine de Saint Exupery. Hablo de La oreja de Van Gogh, quienes (cuando menos del segundo al cuarto de sus álbumes) lograron introducir varios versos o paráfrasis de estos dentro de las historias planteadas en sus canciones.

Si bien algunos son más evidentes que otros, resulta inevitable notar estos guiños y el uso que les dan de acuerdo con las situaciones planteadas a en sus piezas. Como ejemplo podemos tomar el siguiente verso de García Lorca, extraído de la Oda a Walt Wittman:

El cielo tiene playas donde evitar la vida.

En la obra de Lorca este verso aparece como un elogio a la búsqueda poética de Wittman, pero también como un lamento por su ausencia en el mundo, que resulta al mismo tiempo un alivio para el aludido.

Xabi San Martin, Pablo Benegas y Amaia Montero retoman este verso para resignificarlo en la canción Vestido azul, pero con una variante, ellos cantan:

En el cielo hay playas donde ves la vida pasar.

La pieza que ellos idearon habla sobre la pérdida de un amor y la decisión de la protagonista de quitarse la vida con la esperanza de dar fin a su sufrimiento, no sin antes contarnos una especie de oda a su desamor.

Y como esta, existen muchísimas más referencias en las canciones de estos españoles, pero, la relación de su música con el arte lírico no se limita sólo a esto, sino que en algunas de sus composiciones también encontramos ciertas estructuras narrativas tanto en la letra, como en la música que le acompaña, dando como resultado una pieza que nos plantea toda una historia en menos de cinco minutos.

Tal es el caso de la canción Mi vida sin ti, del álbum Guapa, donde estas estructuras resultan sumamente tangibles. La pieza abre con un acompañamiento acústico mientras Amaia Montero empieza a cantar y contar la felicidad que la protagonista vive al lado de su pareja y la devoción que siente hacía su mutuo compromiso. El acompañamiento se mantiene prácticamente sin variaciones hasta el final del primer coro, donde escuchamos que Montero canta:

Vamos a querernos en cualquier vida, porque prefiero dejarme morir que estar sin ti.

Justo en este momento irrumpe un cambio en la melodía, porque también ha habido un cambio en la narrativa, hemos pasado de una historia de amor feliz a la historia de una ruptura.

Entonces la música se vuelve más melancólica al inicio del siguiente verso, ahora sabemos que asistimos a la historia de una separación y aquí nos van a contar porque terminó ese amor idílico. En la última estrofa escuchamos:

Pienso en ti, vuelves a mí, vuelve la paz que un día perdí.

Choque frontal, nadie con vida y yo sin ti

Ahora sabemos que la separación ha sido más dolorosa porque es la muerte quien separa a los amantes y la atmosfera se mantiene en la música hasta que termina la segunda repetición del coro.

Las próximas estrofas serán acompañadas de una música más electrónica y acelerada, pero no por ello pierde la carga emotiva que nos viene acompañando desde el primer coro. Ahora también la letra se convierte en una súplica de la doliente, que canta también a mayor velocidad que en la primera parte, recordándonos a los espasmos que suelen acompañar al llanto desesperado, llanto que surge, entre otros motivos, por la muerte de un ser amado.

La música y el tono permanecen hasta el final de la canción y sólo empieza a tomar un ritmo más sosegado cuando termina el lamento, o el llanto, de la sobreviviente en la última estrofa:

Quiero entender mi vida sin ti,

no quiero escuchar consuelos de nadie,

quiero gritar, correr hacia ti,

no quiero entender que al morir me mataste,

quiero vivir pensando en ti.

Hasta aquí tanto la voz como la música empiezan a volver al ritmo calmado del inicio, como si la protagonista estuviera agotada de este llanto. Para cerrar con efectos de olas rompiendo, acentuando el sentimiento de desolación a la que nos ha llevado.

Como se ve, la canción reúne los tres componentes básicos de cualquier relato (desarrollo, nudo y desenlace) y en poco más de cuatro minutos nos ha presentado la historia de un amor devastado por la fatalidad y a una protagonista desconsolada por la partida de su amado. Todo ello apoyado por la excelente interpretación de Amaia Montero, que sin duda es la última pieza que articula la narrativa que proponen tanto lírica cómo musicalmente.

De tal suerte que el escucha, sobre todo la primera vez que pone atención a la pieza, es sorprendido por una historia que, como en cualquier narración bien cimentada, le presenta los detalles de manera calculada para que pueda involucrarse, quedarse hasta el final y conocer el destino del protagonista.

Seguramente existen muchas más piezas musicales que nos planteen historias tan bien contadas como la que La oreja de Van Gogh propone en Mi vida sin ti; sin embargo, quede esta como ejemplo de que en pleno siglo XXI la narrativa puede encontrarse más allá de las palabras escritas expresamente para ser leídas, tal como ocurría en otros siglos con la poesía lírica o los juglares.

Autora

Eréndira Cuevas

Eréndira Cuevas

Directora de Investigación Cultural

Originaria de la tierra madre del caos y la inseguridad, mejor conocida como Ciudad de México. Cursó la carrera de Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la UNAM. Es periodista por vocación, y también por necedad, y está convencida de que el arte es una herramienta poderosa contra muchos de los males del hombre.

Ilustradora

Sofía Olago

Sofía Olago

Ilustradora

Mi nombre es Diana Sofía Olago Vera, para abreviar prefiero ser llamada Sofía Olago. Tengo 19 años y nací en Lebrija, un pequeño municipio del autoproclamado país del Sagrado Corazón de Jesús: Colombia. Sin embargo, desde pequeña he vivido dentro del área metropolitana de Bucaramanga, capital del departamento de las hormigas culonas.

Soy una aficionada del diseño que nutre su estilo y conocimientos a base de tutoriales y cacharrear softwares de edición. Actualmente, soy estudiante de Comunicación Organizacional, carrera que me dio la mano para mejorar mi autoconfianza y mis habilidades comunicativas.

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