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Ilustración: Caro Poe

Daniela Morales Soler

Soy malo y eso es bueno.

Yo jamás seré bueno, y eso no es malo,

no hay nadie que quiera ser además de mí. »

Manifiesto del Malvado, Ralph el Demoledor

«Esto no fue un maremoto, ni tampoco fue un ciclón,

fue la gran ballena gorda que acabó con la función.

La Sinfonía inconclusa en el mar, Piero

El bien y el mal; lo correcto y lo incorrecto, ¿qué es qué? Vieja discusión tan socrática, platónica, aristotélica: tan difundida y tan ignorada aún. Más de dos mil años han pasado de estas disputas filosóficas y seguimos casi en las mismas. Sabemos, eso sí, que la ética no puede estandarizarse, pues depende de un contexto, es decir, muta constantemente.

En alguna clase, un profesor decía que la ética es un reflexión filosófica sobre el bien y el mal. La conducta es un derivado de poner en práctica esa reflexión. Cuando se es espectador, solo se puede analizar el actuar desde la propia perspectiva de lo correcto y lo incorrecto. Desde nuestro contexto, tenemos unos principios del actuar, una especie de estandarización de lo correcto. ¡Arbitrario! (Quizás, quizás, quizás)

Las películas animadas, pensadas para un público infantil, es un género que marca esta diferencia con más ahínco. Desarrollan, también, a los personajes con mucha sutileza, hacen énfasis en motivaciones y sentimientos, sobre todo en los vínculos: amistad, amor y familia, ambición y poder.

En este contexto aparecen los antagonistas, figuras opuestas al héroe y a su objetivo. Ay, ¡los villanos! Condenados al fracaso, a la burla, al odio. Pero si allá llueve, por acá no escampa: con los pobres antagonistas que pueblan las páginas de los libros infantiles hay menos piedad.

Dado que lo bueno y lo malo escapan de nuestra decisión (porque es una construcción social) solo nos queda analizar aquello que es socialmente bien o mal visto: gracias, Disney (guiño: Pixar, Universal Studios, Dreamworks y los demás). Por ahí dijo Kant que vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros.

Así que no se escapen los malos, un poco típicos, siempre tan dispuestos y perseverantes. Los malos que son así porque sí, por la maldad y los que lo son por sus circunstancias. El malo que lo es solo por ir contra el camino del héroe, por la arbitrariedad del autor. Que no se escapen, porque hoy quiero hablar de ellos.

Señalemos rápidamente qué es lo que está bien, porque hemos aprendido. Veamos. Obediencia a los padres (que de eso nos hable Nemo), aceptación propia (que nos digan Ralph el Demoledor y Violet de Los Increíbles). Eso está muy bien. También podemos hacerlo a la inversa. Ambición, para esto tenemo una amplia y variada gama de personajes: Chick Hicks de Cars, Charles Muntz de Up y Skinner de Ratatouille. Y eso no está tan bien.

Algunos de estos personajes no han tenido la posibilidad de tener historia, razones y una reivindicación. Porque el villano está para justificar al bueno y dar la moraleja. Pero también para establecer estereotipos.

El bien se relativiza por el fin cuando el personaje es «el bueno», pero el malo no tiene esa posibilidad (Bueno, esto no es Rápido y Furioso, tampoco). Al malo pocas veces se le da la oportunidad de no serlo, de tener una historia, como Anton Ego en Ratatouille. O Maléfica, un excelente ejemplo.

Al rescate de los malvados

La deuda con los antagonistas es grande: se les ha condenado al silencio. He aquí que algunas películas han tratado de contar sus historias y darles motivos; por ejemplo, en Grandes héroes, el profesor Callaghan es el antagonista, un hombre inteligente, poderoso y destructivo, pero su actuar está justificado por unas razones (si lo cuento es spoiler). Este tipo de personajes podrían ser héroes de una película basada en ellos, pero no, su destino es ser antagonistas y ya. Al menos tienen una pequeña posibilidad de reivindicarse.

En Enredados aparecen unos personajes, potencialmente malos, unos hombres armados hasta los dientes, bebiendo en un bar. Para resumir, todos ellos también tienen sueños: un sueño ideal, es una manera de luchar contra el estereotipo. Sin embargo, no lo intenten (Parental advisory), no todos los borrachos de los bares quieren ser pianistas, mimos, tejedores o tener unicornios. Pero para el caso, es una buena analogía de los malos a los que no se les ha dado la oportunidad de hablar.

Pero, ¡ay de los villanos reales!, los que son dueños de su maldad y la lucen: Úrsula de La sirenita, una villana hecha y derecha; Dara, la sobrina del odontólogo de Buscando a Nemo, la indolencia y crueldad hecha ser humano o Lord Farquaad de Shrek, despiadado y ambicioso. Es que malos siempre están, cada uno con su historia o sus razones, desconocidas o contadas. Igual, son malos.

Sí, queridos villanos, no hay de otra que ser malo. No habría historia interesante sin su intervención. Replanteo para mi conveniencia la frase de Nietzsche: sin villanos las historias serían un error.

De cuentos y grises

La literatura infantil nos ha dado unos malvados fantásticos. Charles Perrault nos regaló un final malvado perfecto en uno de sus cuentos más emblemáticos: «Y al decir esto, el Lobo maldito se arrojó sobre Caperucita Roja y se la comió.». Ah, tres días sin comer no eran gratis. ¿Qué hay de malo en comer?

Pero este club de malvados que se salen con la suya es reducido, hay algunos que quieron no serlo. Por ejemplo, Ralph (el mismísimo demoledor) dijo «no estoy dispuesto a seguir siendo el malo (…). ¿Es turbo (traidor) querer más vida?». Algunos condenados a su maldad deben rectificarse, pueden hacerlo.

Y no es el único. Ser malvado cansa, la princesita orgullosa y altanera cae por su peso, pues «eran la causa de su humillación y la habían arrastrado tan bajo» y termina pidiendo perdón a El rey Pico De Loro. Los hermanos Grimm nos dieron un personaje que lucha consigo mismo, una princesa que recuerda un poco a Riley de Intensamente (¿o es al revés?).

Por otra parte, auténticos villanos, sin corazón, hay pocos. Jakob Grimm dio vida a una malvada fantástica: la madrastra de Blancanieves, vanidosa y egoísta, de esas que hacen de sus caprichos una trama. Luego vinieron más crueles personajes, ambiciosos y poderosos, Lord Voldemort, de J.K Rowling; la Bruja Blanca, de C. S Lewis; Saruman, el mago blanco, de J. R. R. Tolkien; Barba Azul, de Charles Perrault, entre otros.

Pero qué villano lo sería sin un maestro, (o maestra en este caso): La Reina de Corazones, personaje impulsivo y despiadado de Lewis Carroll, que todos los malos se inclinen a la reina, de lo contrario ¡qué les corten la cabeza!

En fin, los villanos son muchas veces soñadores que con el tiempo y algunos medios equivocados se han convertido en ambiciosos. Y claro, la ambición no está tan bien, ¿verdad? Para ciertos personajes un título en la Copa Pistón legitima cualquier medio (perdón, Rayo McQueen), o completar su colección de animales es motivo suficiente para perseguir y dar caza a un abuelito y un niño. No, claro que no, la ambición no está bien.

Me causa profunda curiosidad conocer la evolución de lo bueno y lo malo en el futuro, cuando algunas conductas se normalicen y otras se criminalicen, cuando el futuro nos lea como un pasado retrógrado. Cuando ser villano sea otra cosa, cuando el bueno sea diferente. Porque nosotros ya lo hacemos con la historia. Por ahora, seguiré viendo películas infantiles con la misma emoción que cuando era pequeña y seguiré leyendo cuentos que luego con algo de tristeza le regalaré a mi sobrina.

Daniela Morales Soler

Daniela Morales Soler

Directora de Redacción

Nací en Bogotá, Colombia, en día que muy posiblemente fue caluroso, pues desde el inicio de mis días he añorado el calor. Me crié entre montañas y el trinar de los pájaros hasta que la ciudad me reclamó de vuelta. Periodista apasionada por la música, la literatura y el arte. El primer libro que leí lo he odiado desde entonces.

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