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Ilustración: Caro Poe

James Watson

En las montañas de Lusitania, se disponían a realizar un ritual, uno de los guerreros, Bagarock, se preparaba a transformarse en un licántropo, era raro que una persona tan joven fuera aceptada para pertenecer a la fraternidad de los guerreros consagrados, resultaba extraño en una sociedad donde la guerra es la tarea viril por excelencia y donde solo las élites podían entrar en los misterios del lobo.

El brujo que iniciaba la ceremonia era Kalaitos, quien, desde niño, tuvo problemas a causa de su joroba, su deformidad lo había alejado del resto de niños y sólo el chamán de la tribu había sentido piedad hacia el muchacho, a los hombres les estaban destinadas la falcata y la lanza, a él se le reservaron las sombras, los daemones y los dólmenes.

La jauría de hombres miró al maestro de ceremonias que se retorcía como un loco, incluso los hombres más valientes se aterrorizaban cuando alguien cruzaba el velo. El fuego de la hoguera iluminaba a los respetuosos guerreros, varones que habían mostrado una valentía digna del mismísimo Hércules se veían aterrorizados por los gritos guturales del mago. El caldero se encendió lanzando una gran bola de fuego, reflejo de la chispa con la que el dios Baelicus creó el mundo del caos original, Kalaitos dio un grito triunfal y ofreció la copa al aspirante que tenía el honor de recibir la sombra salvaje de la creación.

Bagarock dio un paso al frente, su momento se acercaba —toda una vida de guerra y llegaba su gran instante—. No obstante, el pasado le corroía las entrañas, daba igual los logros que hubiera conseguido, el tiempo transcurrido lo estrangulaba, siempre que tenía un momento parecido a la felicidad, sus recuerdos lo amargaban, se acercaba al brujo y a cada paso que daba se forjaba una ilusión —la ilusión de olvidar—.

El jefe de guerra, que había iniciado la ceremonia, recibía, primero, el grial vacío —una enorme copa de plata cuyo interior estaba ornamentado con el grabado de un lobo, rodeado de centauros, devorando una cabeza humana—, bebió del recipiente y, de inmediato, sintió como la propia creación del universo entraba por su boca, el fuego secreto se había encendido en él.

El guerrero empezó a bailar como un loco, mientras alrededor de la hoguera sonaba los aullidos de sus compañeros, el grabado del lobo, de pronto cobró vida y la copa empezó a devorarlo, Bagarock gritó de dolor con un alarido impropio de un ser humano.

El guerrero despertó entre los árboles de un bosque donde jamás había pisado un ser humano, frente a él, estaba sentado el lobo que lo había devorado, acompañado por su manada, detrás de la manada, Bagarock podía discernir a un jinete, tenía forma humana, iba vestido con una piel del mismo animal, y con una máscara de plata con la faz de un joven. El jinete habló:

—¿Bebiste de la copa….?

Bagarock temblaba de miedo, la presencia del caballero era como la de un dios, tenía rasgos toscos y oscuros, con una mirada parecida a la de un muerto.

—¿Bebiste de la copa..? —Repitió.

—¿Quién eres?

—Soy Vaelico, el lobo primordial, el que creó la primera chispa del universo, caballero fundador del caos —Vaelico se acercaba con arrogancia e indiferencia hacia el guerrero—. Tienes que superar una prueba para que yo te consagré como a uno de los míos.

—¿Que tengo que hacer? —preguntó Bagarock.

—Tienes que huir… para convertirte en cazador primero tienes que ser una presa. Los lobos se acercaron a Bagarock y lo olfatearon, el que parecía ser el jefe lanzó un aullido y el guerrero comenzó a correr. Las fieras comenzaron a perseguirlo y el fragor que brotaba de sus gargantas le recordó cómo había abandonado a su clan frente a las imparables legiones romanas, se negaba a admitir que había sido un cobarde, intentó racionalizar cada fallo, pero no pudo, luego giró sobre sus propios pasos y las bestias se detuvieron.

Vaelico se acercó a él, su caballo avanzaba lentamente aplastando las hojas en el barro del bosque.

—¿Por qué te detienes?

—Para recibir la muerte, no de los lobos, sino de ti.

—Aunque te mate es preciso que te devoren.

—Dame la satisfacción de morir por mano de un dios y no de las bestias.

—Has resuelto el misterio.

La lanza de plata atravesó a la presa y los lobos empezaron a devorar su cadáver, no quedó nada del iniciado. Mientras esto pasaba, un millar galopes con aullidos de victoria atravesó el bosque.

Los hermanos de la cofradía del lobo se acercaron al cuerpo desnudo de Bagarock, este despertó con otros ojos, los ojos del que muere y resucita. El brujo se acercó a él y le susurró.

—¿Qué fue lo último que escuchaste?.

—Cuando me devoraron los lobos oí un galope incesante.

—Eran centauros.

Bagarock recordó la copa y supo que estaba preparado para vengarse de Roma.

James Watson

James Watson

1994, Badajoz España. Se graduó en la Escuela de Cine de Málaga en Guión y Dirección. Profundo admirador de Robert E.Howard Y de Ralph Waldo Emerson y Aficionado a la filosofía perenne y la historia antigua. Actualmente reside en Sankt Gallen (Suiza).

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