Paulo Augusto Cañón Clavijo
Sólo los bajíos de este océano interior murmuran
versos de otro mar, al que éste recuerda
mitos de islas análogas de olivo y mirto,
el sueño del Golfo adormilado. [1]
Ha pasado casi un año desde que la escritora Maryse Condé (Guadalupe, 1937) fue galardonada con el New Academy Prize, el premio que se supone sería el reemplazo para el ausente Nobel de Literatura, durante el 2018. Éste galardón, otorgado por una unión de libreros, intelectuales y, por supuesto, lectores Suecos, no solamente contribuyó a darle luz a la figura de Condé, sino que también fue útil para hacer que su obra se expandiera en el panorama literario de diferentes lenguas, el español incluído.
Como consecuencia de la onda expansiva propia del premio, la editorial Impedimenta publicó Corazón que ríe, corazón que llora (2019), un libro de cuentos autobiográficos escrito por Condé en 1999. Bajo la traducción de Martha Asunción Alonso, los relatos de la escritora Guadalupense cobran especial relevancia en la actualidad literaria, contribuyendo a la construcción de la imagen de una tradición literaria -como lo es la de las Antillas- que carecía de un referente claro desde la muerte del Premio Nobel de Literatura, el poeta santalucense, Derek Walcott.
El libro, compuesto por un total de 17 cuentos, se presenta como una mirada retrospectiva a la infancia de la escritora, donde ella, a partir de sus experiencias, comienza a develar el proceso de construcción de los recuerdos más influyentes dentro de su vida. La escritora retrata entre líneas la constante de los habitantes de las islas, reflejada en las experiencias de una niña que entiende, poco a poco, el mundo que la rodea.
Sus historias son una búsqueda de identidad, quizá similar a la de Guadalupe —su isla natal—, que continuamente habita en la dicotomía existente entre su propia independencia y el pertenecer a los territorios franceses. Condé comienza siendo una niña ingenua, rodeada de una familia que se debate entre sentirse francesa, algo que proviene de su estatus burgués, y su inevitable condición de antillanos, que es continuamente renegada con pequeños actos como elegir hablar francés en lugar de creole ( el idioma popular de la isla).
Corazón que ríe, corazón que llora es, además, un tejido de cuentos que aborda temas como la identidad racial, el descubrimiento de la propia sexualidad, la religión, los conceptos de belleza, el amor filial, la búsqueda de una expresión literaria y política. Pero, más que eso, es un examen de autoconciencia de una escritora madura que rebusca en su pasado los reflejos de las luces que han alumbrado su proceso de creación literaria y su vida misma. Podría decirse que, a la manera de Paul Auster, el libro de Condé es un Informe del interior.
La voz de la pequeña Maryse hace eco y se apropia de las letras de una mujer mayor, consolidada en su carrera. Quizá por eso el tono tan personal y al mismo tiempo sardónico del libro, porque quien nos habla es una niña que está descubriendo todo lo que la rodea, pero que se ayuda de su yo maduro para narrarlo todo de manera adecuada. Es una introspección a doble cara, un espejo donde se enfrentan el pasado y el presente para tejer, para burlarse y para salir a un balcón de Pointe-à-Pitre a tomar el sol.
- Versión de Vicente Araguas
Huerga y Fierro Editores ↑