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Ilustrado por: Caro Poe

Jennifer Puello Acendra

Cuando pensé en escribir este artículo iba a abordar varios aspectos de la lengua desde la lingüística, en ese primer intento quería hablar sobre cómo la lengua[1] no es una entidad viva, sobre la historia de la lingüística y los primeros acercamientos de los griegos a los idiomas, sobre la norma, los usos correctos, entre otros aspectos.

Pero al sentarme de nuevo ante la hoja en blanco, sentí que hacer todo ese revisionismo no era lo que en verdad quería hacer para este texto. Así que, en lugar de todo ello, quisiera hacer una pequeña reflexión lo más sincera y personal posible sobre la lengua, así como de los hablantes.

Reflexión de la lengua y los hablantes

Como es de suponerse, ninguna lengua es sin quienes la usan, al punto que se llaman «lenguas muertas» a aquellas que no tienen hablantes que las usen. Siguiendo este hilo, su fin principal es el de comunicar.

De tal manera que, siempre que dos o más personas logren comunicarse a través de un código, el objetivo se está alcanzando.

Aquí entra la discusión sobre el buen uso y el uso correcto[2]. Estás ideas han «revoloteado» por mucho tiempo cuando hablamos de cualquier idioma. En un ejercicio metalingüístico, muchos se preguntan cuál es el mejor español o el español neutro, si una palabra existe o no, o si por no estar en el diccionario debería desecharse su uso; detrás de todas ellas hay una necesidad de saber si como hablante se hace un uso correcto de la lengua.

Una respuesta rápida a las anteriores preguntas es que, en realidad, no existe un español neutro ni hay un «mejor español». Lo que sí existe es un español más adecuado en el contexto en que se está. La escogencia de las palabras, de las normas de cortesía o de la entonación de las frases dependerá de la intencionalidad del hablante y de dónde, por qué, cuándo y con quién interactúa.

Por su parte, siempre que una palabra sea dicha o escrita, existe, si además la otra persona logra identificarla y relacionarla con algún aspecto u objeto del mundo real, se cumple la función comunicativa. En este sentido, que aparezca o no en un diccionario no le quita la categoría de palabra.

Nota al margen: la ultracorrección

Muchas veces, en un afán propio de «hablar bien» caemos en la ultracorrección (también conocida como hipercorrección), que es corregir-se y modificar elementos de la lengua cuando no es necesario. Detrás de ello hay una idea de habla sofisticada y un alejamiento de lo «poco culto», las inseguridades de los usuarios de la lengua y la idea de aplicar la norma. Sin embargo, se cae en el error del que se quiere huir.

De las más comunes es en la pronunciación de las palabras, por ejemplo, añadir una «d» en medio de dos vocales, bacalado, cacado; la razón es el temor a omitir dicha consonante, como sí se hace en otras palabras como cansado que muchos la pronuncian como cansao.

Algunas ocasiones se añaden (desaveniencia en lugar de desavenencia) o se cambian (copear en lugar de copiar) vocales o consonantes. En el primer caso, porque hay una sensación de que la palabra debería ser más larga, añadiéndole una sílaba más; en el segundo caso, porque existen pronunciaciones inadecuadas ante la norma como tiatro en lugar de teatro.

¿Conclusión?

Finalmente, el uso correcto de la lengua es aquel que permita a sus hablantes interactuar de la forma más sencilla y clara posible, en el contexto en el que se está. Más allá de pensar en normas estáticas que deben cumplirse a rajatabla, cuando pensamos en la lengua debemos recordarla como un medio en el que nos expresamos.

La forma en el que hacemos uso de ella está atravesada por nuestras vivencias, por eso, siempre que la usamos estamos diciendo «este soy yo»; a mí modo de ver, uno de los aspectos más importantes, además de lo comunicacional que tiene nuestros idiomas.

 

Bibliografía

Entre lenguas, Lingüística histórica, en Eva Velásquez Upegui, canal de YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=IrOCYKnbnXo

Rojo, G. (1986), El lenguaje, las lenguas y la lingüística. Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, págs. 27-46.

Saussure, F. de (1916), Curso de Lingüística General. Buenos Aires, Losada, 1945, capítulos I-III de la Introducción’, págs. 39-62; capítulo V de la ‘Segunda parte’, págs. 207-13.

Webgrafía (hiper-recomentada)

https://www.instagram.com/lagartija.linguista/

https://www.tiktok.com/@gabriela.galmos

[1] Como sinónimo de idioma hablado.

[2] Es este espacio me limitaré a la lengua hablada, sobre la escritura, quizá haga una reflexión más adelante.

Jennifer Puello Acendra

Jennifer Puello Acendra

Redactora

Lic. en educación y lengua castellana de la USCO, maestrando en Lingüística de la UAQ. Ha participado en varios concursos de escritura en diversas instituciones.  Amante de las mariposas, los cuervos y los gatos. Amada por las hormigas. Enemistada con los sapos.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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