Ilustración: Caro Poe
Tomás Emilio Sánchez Valdés
Si algo no me agrada es comparar, y más aún si es para hacer una analogía entre un hombre y una mujer como es muy común en el mundo del fútbol, «Estefanía, La Messi» o «Marta, La Pelé»; sin embargo, no me queda otra palabra tan sintética que pueda resumir el sentimiento que este libro de Colette, ha dejado en mí, ese sentimiento lovecraftiano.
Colette, nació en un lugar de Francia que no sé cómo se pronuncia (Saint-Sauveur-en-Puisaye) en 1873, compré su libro porque estaba a 40 centavos de dólar y porque me identifiqué con ella por su largo nombre, Sidonie Gabrielle Claudine Colette. Jamás hubiera imaginado en lo que me estaba metiendo.
La novela comienza con un descubrimiento; un hombre, Michel, se entera que su esposa, Alice, le fue infiel con uno de sus socios. Este retrato costumbrista que nos transportará a un matrimonio de campo, tiene una historia que nos hundirá lentamente en el cariño y a la vez en la desesperación que se tienen estos dos personajes.
Pero estoy empezando a creer que un hombre y una mujer pueden hacerlo todo impunemente, salvo conversar., esta cita del libro de Colette encierra toda la hipocresía, toda la desesperación en la que se sume este dúo.
¿Y por qué lovecraftiano? Si algo destaco por sobre todas las cosas de su literatura es esa conciencia de que al tener la oscuridad cara a cara, uno puede luchar, puede hacerle frente y hasta entenderla, pero eso sólo nos llevará a una oscuridad más profunda, oscura y terrible; eso sucede en Dúo.
Sin necesidad de monstruos cósmicos, ni seres sobrenaturales, Colette nos pone frente a algo que se vuelve aún más penetrante en nuestro cerebro porque lo tenemos frente a nuestros ojos todos los días, el amor y el matrimonio.
¿Hasta dónde los pensamientos pueden atormentar la mente de un ser…? esa es la pregunta que retumba en cada página de esta obra de Colette, la lovecraftiana del matrimonio.
