Ilustrado por: Caro Poe
El arte del duelo
Conocer a una persona es una inagotable experiencia. Esa experiencia ni siquiera finaliza con la muerte de una de las partes (en Como agua para chocolate Tita conoce más a su madre cuando esta muere y puede entonces leer sus secretas frustraciones y pasiones), pero va menguando la posibilidad porque el tiempo y la ausencia son tiranos. De todos modos, ¿es eso lo que pasa? Porque conocer a alguien es conocerse y desconocerse a través de esa persona. Y doler o duelar a alguien es idéntico a ello.
Todavía más confusa es la instancia del duelo cuando ese alguien es artista. Era artista. ¿Acaso deja de ser artista cuando muere? De repente, se torna muy difícil conjugar los verbos que están relacionados a la cuestión o que exigen un predicativo sujetivo que se refiera a su actividad artística. Alejandra Pizarnik escribió y ya no escribe más, pero sigue escribiendo para mí, que puedo leerla muchos años después de su muerte porque su poesía está, quedó, existe, es inmortal.
¿Qué pasa si, además, esa artista trabajó con vos a distancia? No son solo inmortales sus trazos, sus ilustraciones, sus ediciones y sus publicaciones, sino que persisten sus mensajes y sus correos. También subsiste su estilo: mirás un texto tuyo y ahí, coronándolo, está la imagen que ella generó desde su interpretación y todavía la genera, nunca deja de generarla, con los colores y las formas que consideró más adecuadas. Lamentablemente, un elemento más lo encabeza y es la realidad de que una lectura gráfica de tu poema o tu artículo a partir de ese estilo llamativo no será generada de nuevo. Hay pasado y presente, pero no futuro.
«Puedes cerrar los ojos/ y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado» (Harkins) es el verso que me recito silenciosamente ante la duda sobre qué hacer cuando la hostilidad del plano habitable se encarna en una ausencia tan artística y paradójicamente física. Veo todo lo que ha dejado Sofía Olago y eso no es miel sobre una llaga, sin embargo, hay testigos de sus pasos en el mundo y de su visión acerca de él, hay testigos que son pedacitos de materia suya que no van a dejar este lado (no hay arte del otro lado).
Tardé en pensar y escribir palabras sobre la muerte de Sofi, tardé en verbalizar qué me pasa a mí. Cuando no somos familiares ni tuvimos un contacto estrecho con alguien, nos sentimos ajenes al duelo y a hacernos cargo de ese duelo. ¡Como si el dolor también se pudiera elegir! Pero no, al igual que el amor en Rayuela, es un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Entonces, tuve que hacerme cargo y pensé: ¿qué palabras puedo ponerle a mi duelo, tan tímido y lento?
Un poema de Emily Dickinson dice que «No hay que ser una casa —para tener fantasmas—/no es necesario ser una habitación—/ pues el Cerebro tiene Pasadizos —al margen del/espacio Material—». Creo que mi forma de navegar esta angustia es rodearme de fantasmas y darme una segunda oportunidad. Las muertes pesan porque el tiempo se detiene y todo lo no hecho pasa de potencial a imposible. Mis fantasmas son los mensajes que no envié, los elogios que no emití y, quizás, la amistad que no planté ni regué.
María Alejandra Luna
Subdirectora General / Directora de Redes Sociales
Buenos Aires le dio el soplido de vida a mi existencia. De origen hebreo, mi primer nombre. La Antigua Grecia me dio el segundo. La Luna alumbró mi apellido. Escritora de afición, lectora de profesión, promotora de poesía y de los márgenes de la cultura. Dicen que soy quisquillosa con las palabras, que genero discursos precisos y que sobreanalizo los discursos ajenos. Y todo esto se corresponde conmigo. Pueden ser tan expresivos los textos que escribo como los gestos que emito al hablar. Y esos rasgos trato de plasmarlos en los ámbitos donde me desarrollo, como las Redes Sociales.
Caro Poe
Directora de Diseño
Diseñadora gráfica.
Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.