Ilustrado por: Lizeth Proaño
Gemma Ramírez
No habían pasado ni ocho minutos del anuncio de la muerte de la Reina Isabel II por un medio oficial y el muro de mi Facebook estaba repleto de memes y chistes respecto a su fallecimiento: memes sobre el príncipe Carlos y su ascenso al trono a los setenta y tantos años; memes y comentarios sobre Chabelo como el ganador oficial del Mortal Kombat mexicano; otro meme más desmintiendo al vencedor, pues todavía quedan Silvia Pinal e Ignacio López Tarso en la contienda. ¿Por qué nos causa gracia y apostamos por la muerte de las personas públicas, haciendo de toda esta situación un chiste negro?
Bueno, tal vez se pueda justificar con la vieja confiable y decir que en México nos burlamos de la muerte y la celebramos con pan de muerto, cráneos de azúcar y chocolate con el nombre de las personas que amamos cada 2 de noviembre. Así que este tipo de actos burlescos en realidad son una forma de demostrar cariño. Sin embargo, pienso que a la Reina Isabel II en realidad no la queremos en México —no los que hacemos memes sobre ella—, aunque, hay un pequeño sector de la población mexicana que siente respeto por este tipo de figuras aristocráticas, lloran, sufren como si con esos actos fueran superiores al resto de la población y sienten familiaridad con la corona inglesa. Que alguien les explique, por favor.
En fin.
Tiene poco más de diez días desde que la monarca más longeva de Inglaterra murió. De ese tiempo para acá han ocurrido muchas cosas en México, pues el chismecito mundial sigue caliente, caliente y de temporada como el pan de muerto en México, obviamente todo mundo quiere sacarle provecho: los memes continúan, Martha Debayle hizo el ridículo en su programa de radio con voz entrecortada diciendo que su hija (una Ana Pau más) le habló llorando por la muerte de la reina ya que para su hija era como su abuelita, muchos whitechicans mandando condolencias a un país que ni nos topa; y el nuevo rey, Carlos III, mostrando que no es más que un niño de 75 años racista, con un saco mal abrochado y haciendo berrinche por firmar una hoja con su pluma chorreada.
Seamos sinceros, la muerte de cualquier monarca contemporáneo, a México, no le afecta política ni económicamente. Claro que mandamos al güero del canciller Ebrad y a su esposa para que se tomen selfies en el funeral, porque para eso es el secretario de Relaciones Exteriores, obviamente. No hay repercusión si la reina muere o sigue viva, no pertenecemos a la Commonwealth, afortunadamente —bastante explotados estamos por Estados Unidos—; pero, ¡hey!, las risas y la creatividad para hacer memes nos sobran, para hacer mofa del 1% de la población privilegiada. Así que no es de sorprender que seamos irreverentes con lo reverente, con un imperio que se formó con base en el genocidio, la explotación y robo de recursos naturales y humanos, ¿ya mencioné el racismo?
Porque sí, antes de hablar sobre la fantasía y el cuento de hadas que se vende y que se creen los que están en su burbuja de privilegios pensando que la familia real los quiere y que fue una gran pérdida histórica la muerte de una anciana que solo se preocupaba por sus perros, primero hay que lanzar algunas netas.
Y es que, para todos los pobladores de a pie de todos los países que tengan una historia de opresión, podemos empatizar con las colonias pertenecientes a la corona inglesa que fueron saqueadas y oprimidas, como en África, Medio Oriente y Asia. Por eso, el arma más poderosa que tenemos los de abajo para no olvidar la Historia, y que además no nos cuesta, es la burla.
Para muchos, la explotación, las invasiones, la colonización, las masacres y los desplazamientos que sufrieron países de la Commonwealth por parte del reino inglés son crímenes históricos que no deben olvidarse, aunque los defensores de la reina digan que fue una libertadora por permitir que países como Nigeria y la India dejaran de ser colonias en sus manos. Lo cual era inevitable, pues cuando la Reina Isabel II subió al trono era imposible retener los movimientos de independencia en estos países, así que, mejor dicho, los ingleses se vieron obligados a retirarse.
Podemos seguir hablando de los crímenes y las violaciones a los derechos humanos del Reino Unido sobre países de África y del Medio Oriente; porque es bueno recordar de vez en cuando que la opulencia y las joyas de la corona que la reina de piel blanca tuvo durante 70 años están manchadas de sangre de sus antiguas colonias negras.
Pero muchos dirán que el pasado no importa y hay que dejarlo atrás, minimizando la importancia de la memoria histórica; pero el pasado, y no solo en este caso sino en la historia de cualquier país, siempre se arrastra al presente y al futuro. Aunque resulte más cómodo hablar sobre lo buena persona que fue la princesa Diana (que nadie lo niega, podría ser el Colosio inglés) y sacar a relucir el cuento de hadas de Disney de un reino de aparador y la tristeza que embarga a los corgis de la reina. Al final, esto mitiga los crímenes realizados y se deja de cuestionar a los imperios aspiracionales de portadas de revista People.
Pero el futuro llega y alcanza a todos, porque los berrinches del rey Carlos solo muestra lo inútil e innecesario de los reinados actuales y la inminente caída de ellos, para convertir todo ese lujo solo en un adorno de museo y demostrar que el papel político del nuevo rey es igual de inservible que su pluma chorreada.
Cuando un monarca cae, cuando una reina muere, cuando un monarca hace pataletas, todo mundo puede ver su mortalidad y a los humanos sin privilegios nos gusta ver la fragilidad del poder. Eso es tan satisfactorio para todos aquellos que sufrieron en sus manos, porque en cualquiera de estas situaciones y, sobre todo en la muerte, los reyes quedan al mismo nivel que el resto de los mortales, quedan desnudos y de nada les sirve su cuna de oro.
Cuando muere un monarca es el mejor momento para ejercitar la memoria histórica. Se tiene que hacer uso del chisme del momento, calientito, para que todos alcemos la voz, para expresarnos a través de memes, artículos periodísticos, reseñas, crónicas, notas, performance, lo que mejor nos acomode, siendo irreverentes ante lo reverente (sí, repito), porque nuestra voz es mucho más fuerte que los que sienten afecto por la realeza o aquellos que en México y en otros lados del mundo, desde su burbuja de privilegios, lloran un cuento de hadas inexistente.
Gemma Ramírez
Autora
Lizeth Proaño
Ilustradora