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Ilustrado por: Sofía Olago

José Luis Ramírez

 

Para ellos es un honor caer en la lucha y un crimen incinerar su cadáver. Creen que el muerto irá al cielo con los dioses si los buitres hambrientos devoran el cuerpo yacente.
Silio Itálico

El gran buitre vuela muy alto sobre la torre.

Planea en círculos hasta posarse dentro de esta, a mi lado. Las arrugas le cubren la cara, tiene dificultad para manejar el pico amarillo con el que chasquea. Apenas puede batir las alas con majestad, y lo único que hace ahora para picotear el aire es agitar su cabeza como el pincel de un artista moribundo.

Nushe, mi amigo daikini, me acaricia la mano y emite un graznido comprensivo.

«Fuiste lo suficientemente paciente como para esperar a este viejo», dice. Mi alma se anima, agradecida al ver esta danza de Nushe, quien me ha amado siempre como a un hermano. «Es posible que muchas personas no puedan hacer o decir algo así. ¡Qué amable eres! Esas cualidades son difíciles de encontrar hoy en día».

Un grupo de buitres sentados al sol en las almenas se acerca.

Tienen cuellos largos y rojos, cabezas que cuelgan sobre sus picos cuando miran yacer a la gente. Se ven tan tristes sentados allí al sol sin nada que hacer, parece que están esperando que la muerte también se los lleve.

Por ello, agradezco cuando se acercan hasta cubrir con sus sombras mi cráneo dolorido, machacado con un martillo por el monje rogyapa; quien antes me ha rasurado y desvestido, descoyuntado mis huesos frente a los deudos, para que pueda ser llevado entonces hasta aquel edificio hueco en lo alto de la colina, donde dar el alma a las aves.

La torre del silencio.

Una vez dentro, depositan mis restos mortales en el perímetro más exterior, alrededor de las mujeres y los niños. Quizá aprovechan para recoger las osamentas que los buitres han purificado ya de las inmundicias, los cuales depositarán en osarios a su regreso sin contaminar la tierra ni el fuego.

Y para cuando los hombres se alejan, Nushe y los suyos ya han de venir desde lo alto del cielo, dispuestos a llevarse mi alma consigo, según el curso natural de las cosas.

O al menos, como había sido hasta ahora; no quedan muchos de su estirpe y Nushe es ya demasiado anciano; hoy, a todos ellos les cuesta orinar por un fallo en los riñones, causado por el exceso de diclofenaco, un analgésico que se acumula en los cuerpos y que ingresa de manera indirecta en sus organismos cuando nos consumen.

Yo mismo he sido tratado con este medicamento antes de morir; de manera que mi amigo Nushe y los suyos están condenados.

Y con ellos, nosotros.

Pues habrá demasiados animales muertos en las inmediaciones de la aldea, la torre se llenará con la putrefacción de los cuerpos amontonados. No se darán abasto los insectos y los roedores, las almas tardarán cada generación más vez en desapegarse de sus huesos y ascender.

Una de las cosas más terribles que le pueden suceder a uno en este mundo, que los buitres no se lo coman.

 

 

 

José Luis Ramírez

José Luis Ramírez

Autor

Nació en 1974, en la ciudad de Puebla, México. Es Ingeniero Industrial en Electrónica yestudió una maestría en Ciencias de la Computación. En 1998, recibió el Premio Nacionalde Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción. Hasido publicado en Los Mejores CuentosMexicanos, así como en distintas antologías, revistas y fanzines de Ciencia Ficción.

Sofía Olago

Sofía Olago

Ilustradora

Mi nombre es Diana Sofía Olago Vera, para abreviar prefiero ser llamada Sofía Olago. Tengo 19 años y nací en Lebrija, un pequeño municipio del autoproclamado país del Sagrado Corazón de Jesús: Colombia. Sin embargo, desde pequeña he vivido dentro del área metropolitana de Bucaramanga, capital del departamento de las hormigas culonas.

Soy una aficionada del diseño que nutre su estilo y conocimientos a base de tutoriales y cacharrear softwares de edición. Actualmente, soy estudiante de Comunicación Organizacional, carrera que me dio la mano para mejorar mi autoconfianza y mis habilidades comunicativas.

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