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Ilustración: Lizeth Proaño

Jorge Milone

En realidad, el título es un poco mentiroso. Porque debería llevar tres puntos y a renglón seguido, debería haber puesto ESCRIBO.

Así de fácil. Sencillo y sin gastar dinero en psicólogos, ni energías.

Se trata de escribir cualquier cosa con sentido, las primeras líneas son las más importantes. Ni siquiera pienso en corregir. A partir de esas líneas, que pueden ser parte de un recuerdo o una anécdota, es que comienzo a teclear con más confianza.

Por supuesto que, a veces, tardo en arrancar. Juego al PES, veo películas, paseo por Facebook, leo un libro (ahora tengo dos en proceso: Naturaleza muerta de Douglas Preston y Los chicos que cayeron en la trampa de Jussi Adler-Olsen, tengo cierta obsesión con los asesinos en serie). O hago cosas más placenteras (ojo, una Musa es una Musa sin joda).

Claro que, una vez que arranqué, difícilmente me detenga. Ya vendrá, con más calma el tiempo de corregir, editar, restar sumando, etc.

Un amigo me comentaba que le costaba escribir sobre sus recuerdos, sospechaba que la mayoría de ellos eran demasiado dolorosos, como para incitarlo a escribir. Pensé en Peter Pan, sólo podía volar si tenía recuerdos felices. A veces, nos vemos obligados por las circunstancias de nuestras almas, de nuestros cerebros, a disfrazar esa memoria atormentada en algo diferente, de eso se trata la literatura. Claro que cuesta, claro que va a ser molesto, inquietante.

En el libro La historia de Lisey, el ñato Stephen King escribe sobre un lago y dálivas (no existe en el diccionario, en inglés bool es una jugarreta de un niño que puede traer consecuencias, buenas o malas), en ese lago nos sumergimos a buscar esos recuerdos. No siempre lo que traemos de las profundidades puede gustarnos, pero es necesario. Y satisfactorio cuando lo podemos trasladar al ordenador o al papel. Ese proceso, esa alquimia, entre lo que sacamos de lo profundo y el papel, es lo que nos hace escritores.

El mundo del cine ayuda mucho y muchísimo más las malas películas. Antes había más servidores disponibles. Hoy sólo dispongo de algunos, entre ellos Cuevana2, Repelis y Zoowoman. Ahí te podés topar con pelis tan malas, que uno puede pensar que productores, director y actores deberían ir presos. Claro que ayudan. Porque los malos guiones esconden la semilla de alguna que otra buena idea. NO, no se trata de robo, plagio o como quieran llamarle. No se trata de Toda la idea en general. Se trata del germen de algo que nunca llegó a gestarse. Y uno puede hacerlo en un cuento. Incluso la idea de un personaje que en la película muere a los dos minutos, pero para nosotros puede ser más que significativo. Y para el que no disponga de computadora, está la televisión. Pornografía cerebral, caníbales familiares. Todo con una amplia sonrisa y lágrimas de una fingida emoción. Y las películas del INCAA, miles y miles de pelis argentinas inexplicables, inentendibles, mal actuadas, mal sonorizadas (a pesar que el gasto de alquiler de equipos para sonido haya sido millonario, ese es otro tema) y donde, también, siempre se pueden encontrar ideas. Recuerden, que somos meros recreadores, no creadores.

Hace muchos años, hacíamos con unos amigos una revista. Había uno de ellos que estaba bloqueado. Yo era mucho más joven y mis consejos no siempre eran apacibles. Recuerdo que ante la insistencia de este muchacho con su bloqueo, lo insté a escribir aunque sea sobre el prospecto de un medicamento, que él estaba tomando. Así lo hizo y salió un cuentito maravilloso. Por desgracia quedó afuera de publicación por la votación que, siempre, se hacía para armar la revista. Pero, a pesar de los años que han pasado, todavía lo recuerdo, así de bueno era.

Mi maestro, Enrique Medina, en la época en que vivíamos de bar en bar, me aconsejó:

—Siempre sentate frente a la ventana del bar y cerca del teléfono público. Así podés ver a la gente pasar y descubrís personajes. Escuchás las conversaciones y aprendés de diálogo.

Un genio Enrique. Ya no hay teléfonos públicos, pero las mesas suelen estar muy pegadas unas a otras, nunca he dejado de prestar atención. Nunca he desistido de observar a la gente.

Y los diarios, nunca dejés de prestar atención a los artículos chiquitos. A esos que publican para llenar espacio. Hace un tiempo había salido uno donde relataban que una pareja se había divorciado y ahora estaban en litigio por un loro. Ahí había una historia, sin duda. O cualquier historia policial de la que sólo te dan algunos datos, vos podés completar la historia, manipularla, cerrarla. Claro que son muy importantes los talleres literarios. Dan seguridad, herramientas necesarias para narrar y sin dudas: colaboran para dejar atrás bloqueos y frustraciones.

Y, por supuesto están nuestras obsesiones. No las podemos dejar de lado. Arden con nosotros en las yemas de los dedos, mientras tecleamos. Aprovechémoslas, invitémoslas a tomar un café o una cerveza y así, distendidos utilicemos todo lo que podamos de ellas. ¿Te gustan las estampillas? Por qué no un coleccionista no mataría a otro por algo que quiere. ¿Te enloquecen las apuestas? Qué apostarías con el mismo Diablo. Y así hasta el cansancio.

En fin, no pongas ni te pongas más excusas, sólo se trata de escribir las primeras frases, con sencillez, naturalidad, sin interrupciones o con ellas, pero con ganas.

EL QUE QUIERE ESCRIBIR: ESCRIBE…

Jorge Milone

Jorge Milone

Autor

Escribí dos libros, dramaturgia, guiones para cine y televisión. Soy coordinador de talleres literarios presenciales y virtuales hace cuarenta años. Planté varios árboles, también los oriné. Tengo un hijo del cual me siento orgulloso. Creo que soy mejor coordinador que escritor.
Lizeth Proaño

Lizeth Proaño

Ilustradora

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