Gabriela Alfred
En la pasada Feria del Libro en Guayaquil-Ecuador se armó una discusión interesante entre las escritoras Mónica Ojeda (Ecuador), Fernanda Trías (Uruguay) y Giovanna Rivero (Bolivia) acerca de la nueva denominación que «casualmente» han comenzado a usar algunos medios para referirse a este repunte en la publicación (entiéndase bien, publicación, no escritura) de escritoras latinoamericanas.
Como fue en su momento con el boom masculino del siglo XX, esta denominación es más una estrategia publicitaria de las editoriales que un verdadero reconocimiento a les escritores. Cuando empezaron a resonar los nombres de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, entre otros, se empezó a demarcar también esa literatura del «otro», en este caso latinoamericano (en un momento en que las mujeres en la literatura ni siquiera llegábamos a ser un otro) y de cierta manera eso fue lo que marcó la línea de estos autores en su gran mayoría, una literatura de índole más «experimental» donde el apelativo de «realismo mágico» relacionado a lo «exótico latinoamericano» fue acuñado hasta el cansancio, encasillando a todos en un grupo donde se debían identificar sí o sí estilos similares y, por su puesto, dejar afuera a un montón de escritores, hombres y mujeres.
Cuando pensamos que este fenómeno editorial ya se encontraba por completo desenmascarado, nos volvemos a encontrar con que han reciclado este apelativo utilizándolo para encasillar a una nueva generación de escritoras latinoamericanas que están empezando a ser publicadas y cuyas obras están siendo tomadas en cuenta por la «crítica». El modus operandi se repite: autoras jóvenes latinoamericanas emergentes que tocan en sus libros temáticas «oscuras», desenmascarando la fealdad del mundo que nos rodea, etc.
Categorizar es reducir: hay mucho más que esto en la nueva literatura de mujeres. Pero estamos en un momento donde, por fortuna, ninguna mujer (u hombre) tiene que arrogarse el derecho de hablar por otra o defenderla. Eso lo hacen muy bien las escritoras por su cuenta, como lo demostraron en la mencionada FIL en Ecuador estas tres autoras, que fueron tajantes al expresar que no se siente cómodas con el denominativo de boom («el boom 2.0 versión femenina»). Y, en cuanto a la categorización, expresan que se vuelve a etiquetar claramente la vida de las mujeres como el telón principal de su obra. «El tema de los hombres es el mundo, los temas de las mujeres son los temas de las mujeres», dice la uruguaya Fernanda Trías.
Ante este intento de las editoriales de montarse con muy poca originalidad sobre la escritura de las mujeres, vemos una hermosa rebelión con protagonistas que, lejos de querer ser canonizadas, buscan liberar su creatividad de los estrechos márgenes de la crítica «oficial». Aquí no hay un boom, ni una oleada de «nuevas escritoras» (noticia de último momento, escritoras siempre las hubo, aunque no fueran publicadas), hay un tsunami, una contracorriente, como la denomina la escritora colombiana Ivonne Alonso, «la posibilidad de un mundo literario de más largo aliento».
Este intento de crear artificial y arbitrariamente un grupo de escritoras bajo el ya desprestigiado apelativo de «boom» se debe a que sigue primando un canon masculino en las letras. La prueba más obvia es, por un lado, que no hayan podido o no hayan creído necesario hacer un esfuerzo por buscar una etiqueta más original y, por otro, que se crea que ahora la calidad de escritura de las mujeres es la causa de que haya habido esta explosión de autoras publicadas. Nada es más falso que esto: la calidad de las escritoras siempre estuvo presente, lo único que ha cambiado ahora gracias, sobre todo, al feminismo es la recepción que la sociedad tiene de sus obras.
Para finalizar, quiero recomendar enérgicamente el libro de cuentos Tierra fresca de su tumba de Giovanna Rivero. Utilizo este espacio y esta temática para promocionar a una autora de mi país que está trayendo un aire más que fresco a la literatura boliviana, con una tremenda pluma sinestésica, Rivero te transporta de un lado a otro del mapa renovando el enfoque en cada relato, cada uno de sus cuentos te atrapa con la certeza de que al final siempre encontrarás algo inusual. Giovanna Rivera es, en definitiva, la cresta de la ola de la literatura boliviana actual.
Gabriela Alfred
Directora de Redacción
Soy de Bolivia, nací rodeada de montañas y agua dulce. Me licencié en Filosofía y Letras por purito placer y hasta el día de hoy sigo buscando profesionalizarme en saberes inútiles. Escribo porque me hace feliz, leo porque no puedo vivir siempre en mi propia mente. Me gusta tejer, las historias ñoñas de amor, la fiesta y las conversaciones en la madrugada.
Florencia Luna
Ilustradora