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Imagen: Arturo Cervantes

Antígona Storni

«Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad en la tierra»

Gabriel García Márquez

F es una mujer de 35 años, divorciada, con un trabajo estable desde los 23 e independencia económica, no tiene hijos y desde que empezó la cuarentena ha descargado Tinder cuatro veces. Siempre que encuentra al «indicado» elimina la aplicación, para luego pasar el mismo círculo de apasionamiento, laxitud, aburrimiento y decepción, que la llevará a descargar una vez más la famosa aplicación de citas.

Esta es una situación cada vez más recurrente en esta era, denominada Antropoceno, regentada por el hombre y marcada por el agresivo, acelerado y poco sustentable desarrollo en ciertos grupos de geoeconómicos, lo que nos lleva a una nueva nomenclatura para este ser humano de las urbes desarrolladas: el homo sexualis.

Para el sociólogo polaco Zygmun Bauman, la sociedad contemporánea ha evolucionado hasta volverse una «sociedad líquida», en la cual el ser humano moderno, denominado por el autor como homo sexualis, enfrenta retos distintos a los de sus antecesores, y estos nacen dentro de una sociedad marcada no solo por el cambio sino por el consumismo agresivo.

Aquí se nos plantea una interrogante que procederemos a considerar a lo largo de este ensayo: ¿cuáles son los retos que enfrenta el ser humano en la búsqueda del amor dentro de esta sociedad líquida?

Para Bauman, las herramientas de sociabilidad en el mundo contemporáneo están condicionadas por dos ejes que han modificado el comportamiento sexual y las interrelaciones personales en el homo sexualis, una sociedad de consumo y en constante cambio.

En este panorama, ¿cómo se relaciona afectivamente el homo sexualis? En esta nueva realidad se prioriza lo inmediato, el desapego y las relaciones sin compromiso puesto que se vive en una realidad incierta que traspasa esa falta de seguridad a las relaciones afectivas. El erotismo pasa de ser un arte a ser una ciencia meticulosa en la cual se debe medir cada paso para evitar consecuencias permanentes. Cuando el cambio es la única constante, la volatilidad y el desapego son prioritarias en el desarrollo de las relaciones afectivas.

En el trabajo Psicopatología del amor, Vela Miranda recoge una definición interesante sobre amor eros y afirma que es «caracterizado por una atracción física inmediata, sensualidad, confianza en sí mismo, fascinación por la belleza, intimidad y comunicación estrecha con la pareja».

Consideremos por un momento este concepto de amor eros, en comparación con la forma en que el homo sexualis desarrolla el erotismo podemos observar que en la sociedad líquida no hay espacio para establecer una relación profunda, por ende, el amor erótico es una forma de relación afectiva deseable, ya que la inmediatez y la sensualidad priman en este tipo de interacción.

Las relaciones interpersonales del homo sexualis tienen el erotismo como baluarte, entonces ¿qué función cumple el sexo como perpetuador de la especie? Para Bauman, en esta sociedad líquida y de consumo, los hijos son una inversión de riesgo que pasan a ser un objeto de consumo emocional. En la era del homo sexualis, “formar una familia” atenta contra la política de la vida líquida y pasa a ser una decisión pospuesta sino dramática.

Este es otro reto interesante que atraviesa el homo sexualis, ya que en el artículo titulado “La natalidad en el mundo: madres más mayores y menos prolíficas” se observa que la edad promedio en los países desarrollados para abrazar la maternidad oscila entre los 29 y 35 años, según el nivel de desarrollo del país, y con un promedio de uno a dos hijos por familia.

Podemos ver que el homo sexualis no toma a la ligera la decisión de ser padre, ya que, en la sociedad de cambio y movimiento, una adquisición tan suntuosa y permanente no es algo que pueda considerarse hasta mucho después de lo que sus antecesores lo hicieron. Un hijo no es un aportante a la economía, mas bien es un impedimento para el intercambio libre y fluido de afectividad.

F me comenta que esta vez piensa darle más tiempo y más oportunidad a la aplicación, «todos vivimos muy ocupados y no creo que ser tan demandante de tiempo sea adecuado», me dice, con un gesto triste. F aún pertenece a la generación de las reuniones al aire libre, los viajes de graduación y la conversación en sobremesa hasta muy tarde. Con el celular en la mano, la pantalla llena de notificaciones multicolor y el incesante «tin, tin, tin» de alerta, se despide… va tarde para conocer a uno de sus «match».

El homo sexualis pertenece a un grupo de huérfanos y desconsolados, debido a que las herramientas de sociabilidad se topan con obstáculos que devienen de esta nueva realidad líquida, con relaciones libres, sin compromisos y bajo un sistema consumista agresivo que retroalimenta todo ello.

En esta sociedad de consumo, ligada íntimamente a la tecnología ¿cómo ve el homo sexualis las relaciones sexoafectivas bajo la multiplicidad de opciones actuales? Bauman afirma que en la modernidad del homo sexualis, existe una amplísima liberalidad sexual, con pocos actos «condenables» que ofrecen una idea de «tomar, usar y descartar», esto nos dice que las agonías actuales del homo sexualis son las del homo consumens.

Según el portal Statista, en el año 2020 se generaron ingresos por servicios de citas online por 137.8 millones de dólares entre México, Brasil, Argentina y Chile, los países de Sudamérica que reportan más descargas, estando Brasil en el tope de esta categoría. Sin embargo, llama la atención que la segunda razón por la cuál los usuarios aseguran haber descargado las aplicaciones sea la de «encontrar una relación seria», y la primera, «encontrar una relación casual».

Vemos el consumo y el establecimiento de relaciones del homo sexualis como un bloque indivisible, íntimamente ligado, con aroma a tinta de billetes y corazones rotos, como afirmaba Bauman «el homo sexualis no posee las herramientas necesarias para socializar o tener una cita fuera de la virtualidad y la usa como vía para escapar de esas falencias». El individualismo, la frugalidad y el consumismo son los lineamientos que le impiden establecer las relaciones interpersonales que garanticen perpetuidad y se ven reforzados con el amparo de la virtualidad y la liquidez que esta propicia.

F encontró a un buen «match», ha estado saliendo con él por un año, nos hemos reunido después de que pasase el rigor de la pandemia y me cuenta que esta persona le agrada mucho, es la relación más larga que ha tenido desde que incursionó en la plataforma, mientras le da un sorbo a su avainillado café y persigue con la mirada el rastro del vapor de la taza, me cuenta que está «tranquila», pero que duda que dure mucho más, teme que la rutina y el hastío lleguen pronto y no se puedan adaptar a la «novedad». La voz grave del camarero, con un timbre agradable y confidente, rompe ese momento de silencio anunciando la cuenta. Nos despedimos y la veo alejarse mientras pienso en cómo una mujer con tantas virtudes busca sobrevivir en la sociedad líquida, e intenta encontrar ese bien cada vez más esquivo, el amor.

¿Qué nos espera a quienes vivimos en los países en desarrollo y que lidiamos con las carencias económicas y afectivas del Antropoceno? ¿Qué retos debemos sortear para encontrar el tan esquivo amor contemporáneo, siendo parte de los homo sexualis? Adaptarse a la realidad líquida implica tomar acciones que permitan desligar, en lo posible, el amor como un acto de consumo. La comunicación y el desarrollo personal deben formar parte fundamental, ya que esto evita las dolorosas conjeturas y presunciones, así como la dependencia económica y emocional de los seres humanos. Al final del camino de nuestra vida, el amor y las relaciones son la esencia de dos seres que deciden unir sus soledades en un solo sendero.

Antígona Storni

Antígona Storni

Autora

Arturo Cervantes

Arturo Cervantes

Ilustrador

Una oscura noche de verano, el abismo abrió su boca infernal, dejando escapar un ser etéreo y terrible, que devoraría todo a su paso con su furia. Eternamente manchado de acuarelas y las almas de los incautos que obtienen lo que desean, se mueve por el mundo deslizándose por entre las cerraduras. También me gustan los gatitos y el té.

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