Luis Enrique Sánchez
Imagina que el cerebro humano pudiera ser escaneado en todo detalle y forma para ser recreado en una simulación por computadora. La mente de esta persona junto con todos sus recuerdos, emociones y todo lo que conforma su personalidad se habrían duplicado. Una versión indistinguible de la original existiría de una forma, potencialmente inmortal, en un formato digital. La ciencia sugiere que esto es enteramente posible, en el sentido de que no hay ninguna ley física que lo impidiera; sin embargo la tecnología necesaria para replicar un sistema neuronal completo aún está muy lejos de estar a la mano. Quizás estemos varios siglos atrás (implicando que no nos extingamos primero), pero no por eso vamos a dejar de imaginar cómo sería.
Así que volvamos a imaginar. Supón que un día vas a la clínica para que te escaneen el cerebro. Supongamos de paso que la tecnología funciona perfectamente sin bugs ni errores inesperados y que captura todas las sinapsis de tu cerebro para recrear hasta el último pensamiento antes del respaldo; y supongamos que le dan también un cuerpo virtual idéntico al tuyo (o modificado, si gustas) con un sampleo de tu voz. Y finalmente supongamos que lo ponen en una versión simulada de tu ciudad natal.
Entonces nos encontramos con la incómoda pregunta: ¿Quién es ese segundo tú?. ¿Es una persona aparte?. ¿Es una persona?
Sales de la clínica sin haber perdido más que dinero. Todavía eres un ser biológico y mortal. Quizás piensas que fue una pérdida de tiempo y dinero. Al mismo tiempo el tú virtual despertará en un mundo virtual que le parecerá totalmente igual que el real. Recuerda el procedimiento al que te acabas de someter, tiene cada uno de tus recuerdos, tu personalidad y cada uno de tus defectos y virtudes. Tal vez piense: «¡A huevo, ahora soy inmortal!»
Esa versión digital saldrá al mundo a explorar y todos sus sentidos le dirán que se encuentra en el mundo real, salvo marcadas diferencias. No tendrá que ir a trabajar porque no tiene necesidades orgánicas. Tal vez, luego de algunos días de hacer lo que más le gusta sin ninguna obligación ni consecuencia para su salud, tome su celular para llamarte
—Eh, we, soy yo… bueno, tú. El tú virtual. ¿Cómo estás?
—Aburrido y arrepentido, creo que gasté mucho en ti y no le encontré mucho sentido al final.
—¿Cómo crees? Esto es como el GTA que jugabas de morro. He manejado y destrozado autos de lujo sin un solo rasguño. Simplemente reaparezco en mi cuarto y ya. He encontrado personas que murieron hace poco y nos hemos ido a tomar unas chelas para compartir recuerdos. Muchas gracias.
Aunque podamos pasar especulando escenarios graciosos entre una versión real y una virtual. En el fondo queda una cuestión filosófica que eventualmente la humanidad tendrá que enfrentar: ¿Qué relación existe entre la versión biológica y la versión simulada? ¿Son iguales? ¿Hasta qué punto son independientes?
Yo consideraría que es como un camino que se bifurca al momento de la subida de conciencia a la nube. Tu mente tiene ciertos recuerdos y formas de pensar basadas en procesos complejos bioquímicos, pero al momento de la digitalización, esa forma de procesar información tiene qué cambiar basado en lo que lo encapsula. Ya no es un cuerpo físico con necesidades biológicas motivado por éstas mismas: ya es algo más que acumulará recuerdos y sinapsis distintas a lo que pudiéramos imaginar hasta ahora. Por lo tanto, vendría a ser una versión distinta de la persona en la que se basó. Y de la misma forma cada vez que se realizara una copia nueva, cada una sería distinta incluso entre otras copias dentro de la misma simulación. La versión biológica morirá un día y las versiones digitales existirán hasta que las alcance el bit rot o hasta que no quede nadie para darle mantenimiento al hardware que haga la simulación posible.
Siempre hemos vivido en un mundo donde la cultura cambia radicalmente en un par de generaciones. ¿Pero qué ocurrirá cuando las generaciones que mueran en el mundo biológico nunca lo hagan en el mundo virtual? ¿Seguirán teniendo influencia desde su simulación?
El CEO de una compañía transnacional podría usar su simulación después de la muerte para seguir dirigiendo sus operaciones. Incluso podría materializarse a través de un cuerpo robótico para imponer más presencia. Lo mismo un político (si de por sí les cuesta tanto trabajo soltar el poder en vida), pero ¿Lo valdrá? ¿Tendrá algún sentido querer perpetuarse en el poder eternamente? ¿Estos procesos de virtualización serán lo suficientemente prohibitivos como para crear aún más disparidades sociales entre los que puedan tener una vida potencialmente eterna y los que no?
Son estas cosas las que no me dejan dormir en la noche.
Luis Enrique Sánchez Amaya
Desarrollador Web
Es un ingeniero en computación, desarrollador de software y escritor amateur. Apasionado de los cactus y de arrancarle inspiración a la nostalgia, ahora hace sus pininos en Katabasis. Descendamos a la literatura, pues.
Maricielo
Ilustradora