María Alejandra Luna

Hace pocos meses terminé de releer el manga de Kobato. La primera vez fue hace mucho tiempo y no recordaba casi nada de esa primera lectura. Cuando finalicé esta segunda vuelta, pensé en la posibilidad de sumar los seis tomos en mis registros de Goodreads. El reto anual no me preocupa, pero añadir esas informaciones me ayuda a la hora de revisar mis memorias lectoras, memorias que son muy valiosas para mí y que a menudo olvido.

Tal situación, digo, me llevó a preguntarme: ¿cuenta el manga como libro y/o como literatura, dentro de un género literario? No es que me haya puesto elitista y solamente registrara obras magistrales, incuestionables y reconocidas. Todo lo contrario. He agregado a mi lista novelas que han sido bastante denostadas y también textos de divulgación. Pero no me habían suscitado este interrogante porque su formato se ajusta mejor al imaginario popular de quienes escuchamos la frase «Leí un libro».

Los episodios de manga se publican en revistas… En los mejores de los casos, esas publicaciones son periódicas: semanales, mensuales, bimestrales. Este pintoresco escenario me recuerda fuertemente a la génesis estadounidense de la ciencia ficción y a las novelas cuyos capítulos se iban editando en fanzines. El formato libro se sumó, en realidad, en estos casos por el éxito que tuvieron esas manifestaciones creativas. Manifestaciones creativas que, al principio, fueron despreciadas por la crítica. Y, de hecho, muchos manga son reeditados en tomos con forma de libro.

Esa cuestión está zanjada para mí. Argumentos que no son ideados como volúmenes pueden devenir en libros. Ahora quiero responder a mis otras preguntas que apuntan, en el fondo, a una sola respuesta. ¿Cuenta el manga como literatura, cabe dentro de un género literario? Como sucede con muchísimas maneras de contar historias, tenemos ejemplos que sí y ejemplos que no. Eso está asociado, primordialmente, a la calidad de los argumentos, a la innovación, a la originalidad, a la creatividad. Es una clasificación que se produce a través del consenso de unas cuantas subjetividades lectoras.

Hay muchas historias de calidad. Mencioné una obra de CLAMP porque he consumido muchas creaciones de ese grupo, pero existen asimismo Death Note —que es simplemente fascinante—, Fullmetal Alchemist, The promised Neverland o Utena. Hay muchos manga que incluyen contenido histórico, que coquetean con la filosofía, que hacen una interpretación filosófica propia o que dialogan con textos consagrados de la literatura universal por tocar los mismos temas y motivos o por hacer referencias sutiles y directas.

Sin embargo, «lo literario» exige más matices de análisis: la confección de su ficción, la polisemia, el lenguaje connotativo, la gestión de un estilo… Creo que los ejemplos que mencioné antes dan testimonio de que pueden cumplir esos requisitos sin desarrollarse como novelas, cuentos, relatos, tragedias, comedias, etcétera. Esto no impide que igualmente les halle similitudes con esos tipos textuales. Y llego así a la cuestión del género. No pienso en el género temático (terror, fantástico, realista, naturalista, de suspenso, policial), sino en los géneros clásicos: narrativo, lírico y dramático.

Ese interrogante es problemático. ¿No se desenvuelve en los manga un híbrido entre lo narrativo y lo dramático? No quiero descartar de buenas a primeras lo lírico, pero en sí mismo causa muchos conflictos a mis intenciones de análisis y no me gustaría enredarme más. Entonces, me limito a los otros dos: ¿no tenemos diálogos, acotaciones e imágenes de las cuales podemos deducir la acción y, a la vez, una lógica narrativa porque son obras que no están escritas para ser representadas, porque son obras que ya representan mediante los trazos, porque son obras cuyos trazos siguen una narración invisible?

En mi opinión, dentro de la literatura cabe este formato japonés. La hibridación no es una novedad e incluso enriquece la experiencia literaria. Por tanto, no poder ubicar el manga estrictamente en un género, dada su tipología textual y gráfica, no es un argumento que pueda impedir su inclusión en esta rama del arte. Todo lo contrario. Su inclusión amplía los horizontes de la creación literaria y presenta nuevos desafíos a la lectura y a la crítica y los aparatos de análisis.

Sin embargo, no son certezas; son preguntas que me hago, que me respondo y que de nuevo vuelven a asaltarme. La literatura no es una ciencia exacta y, por ende, se mueve, deviene, se transforma, parece que reposa y, de repente, sorprende una vez más. Todo lo que puede ser leído me orilla a preguntarme sobre la literatura, sus límites y sus alcances, sus formas y sus deformaciones. Sí, son preguntas que me sirven para poner el asunto en la mesa y convocarlos a ustedes para que me compartan sus puntos de vista y debatamos o no debatamos, pero conozcamos posturas adversas y diversas y nos construyamos como lectores/as activos/as en comunidad.