José Nuño
Yo soy el coco, sólo que soy la versión cruda de él. Soy la versión desmaquillada del terror de los niños, soy un hecho antes de convertirse en cuento. Me gustaría tomarme el tiempo de explicar mi naturaleza pero lo cierto es que soy incomprensible, para los ojos de todos soy una abominación y, la única razón por la que no soy ejecutado en público para el goce del pueblo, es por la existencia de los derechos humanos. Irónico, ya que la mayoría de las personas no me consideran humano.
Debido a mi condición, toda la vida tuve que ir construyendo una fachada, tuve que ser alguien más, sonreír falsamente y ser agradable mientras que en mi interior una bestia malvada buscaba su presa, nuestra presa. Me hubiese gustado ser normal, pero no se le puede obligar a un gato a ladrar, así que no puedo ser distinto, incluso aunque lo intentara, la carne fresca me llama, me atrae, me arrastra de vuelta al pozo de pecados en el que vivo.
Mi astucia me ha mantenido en el anonimato pero estoy totalmente consciente de que cualquier mala jugada podría arruinarme la vida, pobre de mí, vivo el día a día en una encrucijada. Nervioso, ya que tengo demasiados secretos enterrados a metros bajo tierra, pudriéndose, siendo devorados y, quizá ya algunos convertidos en polvo.
Uno pensaría que un monstruo como yo viviría en las tinieblas, pero no es así. Tengo familia, tengo amigos, tengo trabajo y no me escondo de nadie. Apuesto a que muchos de ustedes ya se estarán preguntando lo que soy, pero lamento mucho tener que decepcionarlos. Como dije antes, soy tan sólo una versión desmaquillada, soy la deprimente realidad.
Quizá el mundo sería un mejor lugar con monstruos que viven bajo las camas de los niños, en los sótanos y en los patios traseros, monstruos con piel áspera, ojos negros y manos esqueléticas, de esos que hacen ruido por las noches y comienzan ladridos en serie de perros; sin embargo, el mundo me tiene a mí. Soy un humano cualquiera que se alimenta de inocencia. Los niños no temen de mí porque soy agradable y divertido, porque mi aspecto no es horrendo y mi voz no es grave como la de un demonio.
Entonces, ¿qué es lo que me convierte en el coco? Para eso antes tendría que localizar una presa, encontrar el día y la manera correcta de atacar, trabajar meticulosamente para no dejar rastro, llevar a mi presa a un lugar donde nadie escuche sus gritos.
No soy un caníbal, así que lo siento niños, no era mi intención decepcionarlos, no me los comeré como sus padres les han estado diciendo desde que tienen memoria. Pero, la mala noticia es que sí los tendré que matar, es mucho riesgo dejarlos vivir después de lo que van a ver. Les diré lo que soy, aunque quizá no comprendan la palabra, sus padres me llaman el coco, pero saben que soy un pederasta.
Autor
José Nuño
Ilustradora
Sofía Olago
Ilustradora
Mi nombre es Diana Sofía Olago Vera, para abreviar prefiero ser llamada Sofía Olago. Tengo 19 años y nací en Lebrija, un pequeño municipio del autoproclamado país del Sagrado Corazón de Jesús: Colombia. Sin embargo, desde pequeña he vivido dentro del área metropolitana de Bucaramanga, capital del departamento de las hormigas culonas.
Soy una aficionada del diseño que nutre su estilo y conocimientos a base de tutoriales y cacharrear softwares de edición. Actualmente, soy estudiante de Comunicación Organizacional, carrera que me dio la mano para mejorar mi autoconfianza y mis habilidades comunicativas.