Ilustración Alejandra Villela
Gabriel Lara
He recorrido siempre el mismo camino, estrecho y oscuro, lleno de rocas y lodo, de lluvia y niebla, siempre termino allí, en el mismo sendero destruido, siempre roto.
Alguna vez, siguiendo a tientas la dirección de las rocas, hallé una división en el sendero; un camino alterno: Tan lejano en mi memoria está que sus detalles ya no poseo, no son relevantes de igual manera. Pudo ser un camino despejado atravesando un valle, bajo el abrigo cálido de la luz primaveral, con sus bordes colmados de flores y árboles. O quizás una fría cueva triste, peligrosa y solitaria, donde el abrigo del sol no tiene vigor, donde las tinieblas reinan y detestables bichos habitan por todo el lugar. Pero, como dije antes, no importa cual fuera, los he recorrido ambos, cualquier cambio de dirección hacia la que mi alma se hubiera embarcado se dirige siempre al mismo desolado lugar sin cobijo del calor ni el abrazo mortífero de la oscuridad, donde nadie habita y donde yo pereceré, o moraré por la eternidad ¿Acaso alguna diferencia hay?
