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Fotografía por: Dano Macías

Dano Macías

La búsqueda interminable de los seres humanos es el encontrar un rincón de paz y calma dentro de la agridulce historia que tiende a repetirse más allá de nuestro control. Desde los primeros espacios artísticos que tenemos a nuestro alcance, el poder aterrizar cosas intangibles como la imaginación, el amor o la frustración ya se pelean su espacio para poder ser expresados y ganar la guerra al silencio sepulcral.

Como aquellos que toman cuerpos de mariposas para crear arte.

Las historias que se han plasmado en los libros, en los primeros acercamientos de un niño o adolescente con las palabras, suponen el poder escapar un rato de la realidad, una que podría ser diferente a primeros ojos trabajando como un puente entre donde estamos y donde nos gustaría estar buscando transitar entre nuestro presente y aquel lugar anhelado que, sin prueba alguna, debería existir en el siguiente capítulo.

El mundo está lleno de historias, cientos de millones que se componen no solo de todos aquellos relatos fantásticos, sino que están acompañados de una realidad de impacto y cansancio, una realidad a la que no se le puede escapar cambiando de página o solo pretendiendo que el libro no se está escribiendo porque pueden desdibujarse los números a modo.

México, como tantos otros países heridos, cuenta con cientos de miles de historias que están latiendo y cantando, caminando y discutiendo. México es un país herido que sigue escribiendo sus pasos cuesta arriba como quién busca hacer arte con cuerpos de mariposas.

En una realidad que obliga a muchos a callar de golpe por incomodar voces que prefieren el silencio y en medio de una guerra, que a muchos nos gustaría fuera de cuento y fantasía, voces fuertes como Las Madres Buscadoras alzan todo desde su trinchera para recordarnos no solo la herida, sino que las historias deben seguir contándose y no caer ante el silencio.

“Madre buscadora, Crónica de la desesperación” no es el libro que una madre debería leer a su hijo antes de dormir, es un libro que ninguna madre debería leer o escribir jamás. Una crónica desgarradora en papel sobre el caminar que a través de espacios, obliga a las madres a buscar con pico y pala la opción de cambiar de página y poder llegar a ese lugar tan anhelado, de paz, donde los cuerpos de los que se habla solo son de mariposas y no de los más de 113 mil de desaparecidos que “oficialmente” existen en México en la “no guerra”.

Para las madres buscadoras uno de los principales abrazos que se les puede ofrecer, es la empatía. Muy lejos de la virtual justicia prometida por los amantes de borrar páginas en amnesia, en cada colectivo se mantiene viva la historia con esperanza y gritos al unísono respecto a la empatía. Unidas lo único que buscan es poder encontrar a sus hijos y que la verdadera justicia se haga en las páginas que nos relaten el alarmante incremento de casos de familias que pudieron poner punto final al silencio que deja un desaparecido.

“Nunca me voy a rendir, nunca me voy a cansar y siempre, mientras tenga un suspiro de vida mis hijos van a ser buscados hasta el fin del mundo, de ser posible” – Ceci Flores.

Daniel Macías

Daniel Macías

Redactor

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