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Ilustrado por: Caro Poe

Paola Rodríguez

Hoy me veo en las puertas de mi cementerio, un lugar al que me gusta acudir cada vez que quiero visitar las tumbas de aquellos que admiro, pero no conozco. Respiro profundo el aroma dulce de las flores inventadas. Miro a mis pies. El pasto cortado a la perfección. Hay un arco de mármol, sin querubines ni leyendas, simplemente un arco. Mis pasos se pueden escuchar, marcan el camino que lleva a cada una de las tumbas, todas arregladas: a casi ninguna le falta su adorno, su foto y su flor. 

Es un día de lluvia, llevo puesta mi gabardina blanca, mis botas, un vaquero y una camisa. Conmigo traigo dos rosas rojas y un paraguas. Me detengo en la primera tumba. Cierro los ojos y siento las voces, los aplausos, las risas, los comentarios, el teatro. Esta no tiene foto, su nombre está tallado sobre una piedra rústica. Supongo que, como su vida, su muerte ha sido llevada de la misma forma. 

Hoy en día, cuando la cultura se reparte entre saber quién es el tiktoker del momento y qué ropa se debe usar para ir al colegio, puedo decir con seguridad que el nombre Vsévolod Meyerhold se ha perdido entre las masas. ¿Cómo supe sobre él? Hace años fui a una obra de teatro que contaba su vida: «Variaciones de Meyerhold». 

Fue increíble, tanto que me llevó a querer saber más sobre Vsévolod Meyerhold. Su vida fue muy interesante, empezó como actor de teatro junto a Stanislavski, pero por diferencias respecto a cómo se realizaba la puesta en escena, Meyerhold tomó otros caminos. Con los años, desarrolló la famosa Biomecánica teatral.

Aquí abro un paréntesis, puesto que me estoy metiendo en un terreno complicado, debido a que alrededor de este director de teatro hay muchos mitos. Por eso, en lugar de escribir algo erróneo, no me voy a detener a definir la biomecánica de Meyerhold, simplemente pondré la definición que encontré:

«La Biomecánica se basa en el principio según el cual el actor, gracias a su entrenamiento, dominará el dispositivo escénico con la misma precisión con la que el obrero domina su máquina…».


Debo resumir en pocas palabras una vida con un camino de rosas, lleno de espinas, que vio a Meyerhold desangrarse en cada paso. Fue arrestado en la Rusia de Stalin, donde censuraron el arte. Mientras lo torturaban, asesinaron a su segunda esposa con diecisiete puñaladas, algunas de ellas en los ojos. Poco tiempo después, el 2 de febrero de 1940, bajó el telón; la obra llegó a su fin, y el director de teatro que sería la inspiración de muchos dio su último adiós frente a un pelotón de fusilamiento.

Me dispongo a seguir mi camino, pero primero poso la rosa en la tierra y dejo una lágrima para el director.

Hace frío, abotono mi abrigo. La lluvia se detuvo, así que cierro mi paraguas. Doy un par de pasos, el aire frío me encanta, me recuerda que estoy viva. Me detengo y miro a mi derecha, ahí está la tumba de mármol que busco, con su nombre en una placa: Horacio Quiroga. 

Recuerdo la primera vez que oí sobre él. Fue gracias a una maestra suplente que nos leyó «El almohadón de plumas». Hasta el día de hoy, al poner mi cabeza en la almohada, si siento que cruje, la tiro a un lado de la cama.

Horacio fue un cuentista uruguayo nacido el 31 de diciembre de 1878, y su vida estuvo rodeada por desafortunados eventos que marcaron su carrera literaria. Su padre falleció cuando tenía tan solo dos meses de edad. Cuando contaba con 18 años su padrastro se suicidó frente a él. 

Su amigo Federico Ferrando se quiso batir en duelo con un periodista, debido a las críticas que este había tenido para con él. Horacio, preocupado por su amigo, se ofreció a revisar el arma, pero mientras la limpiaba un tiro se disparó por accidente, dando en la boca de Federico. La culpa, amante hiriente, traspasó el alma de Quiroga por la muerte de su amigo y lo llevó a refugiarse en Buenos Aires, Argentina.

Con el tiempo, el escritor se hizo conocido al punto de ser visto como el Edgar Allan Poe de Latinoamérica, es decir, un escritor maldito. La oscuridad volvió a abrazar a este prodigio de la narrativa cuando su primera esposa, quien fuese la musa de su novela «Historia de un amor turbio», se suicidó, dejándolo con sus dos hijos.  Después de haber tocado fondo económicamente, al punto de haber tenido que vivir en un sótano con sus pequeños, Horacio vio la luz tanto profesionalmente como en el amor.

Fue en su retiro en la selva donde la amargura de los celos a su segunda esposa, María Bravo, y la vida que ella detestaba llevar, lo hicieron volver a danzar con la soledad cuando lo abandonó con su tercera hija.

Unos dolores en la próstata y dificultades para orinar lo hicieron tener que trasladarse a Buenos Aires, donde lo diagnosticaron con cáncer. Fue internado en las instalaciones del Hospital de Clínicas, en donde llegó a los oídos del escritor que un paciente se encontraba en el sótano del hospital y que tenía deformaciones en el rostro similares a las del Hombre Elefante. Quiroga exigió que lo llevaran hasta su cuarto. El paciente, agradecido por la amabilidad del escritor, juró su eterna lealtad, esta pondría a prueba a Quiroga la madrugada del 19 de febrero de 1937. Al lado de su amigo bebió un vaso de cianuro, puesto que no permitiría que la enfermedad siguiera consumiendo lo que quedaba de él. Y en los brazos de un Hombre Elefante, se despidió de la vida Horacio Silvestre Quiroga Forteza.

Me arrodillo frente al dolor de su partida, un beso en mi mano que voy a posar en su tumba, dejo mi rosa roja junto a un centenar de flores. Levanto la vista, tantas tumbas, perdidas en la desgracia de la vida, que difícil es ser amante del arte… ¿será que el talento está unido al dolor? ¿Será que estamos condenados, malditos, unidos a la desgracia?

Me retiro con un paso solemne de mi cementerio, donde guardo los recuerdos y altares a mis héroes. Cada vez que mi musa me abandona, vengo aquí en busca de ella y siempre la encuentro sentada en una tumba, ya sea en la de Quiroga, Idea, Poe, o Arthur Conan Doyle.

Referencias:

https://en.wikipedia.org/wiki/Zinaida_Reich

https://www.lavanguardia.com/cultura/20171118/432951776090/la-vida-tragica-de-vsevolod-meyerhold.html

https://es.rbth.com/cultura/2014/07/23/una_historia_de_amor_y_poesia_en_tiempos_de_la_represion_estalinista_42041

http://colihue.com/fichaLibro?bookId=25948

https://www.elteatrocomooportunidad.com/meyerhold-y-la-biomecanica/

Dubatti, J. “Historia del actor”. Editorial Colihue. 2009. Artículo Vsévolod Meyerhold: El teatro del actor, de Estela A. Castronuovo.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/meyerhold.htm

https://www.elteatrocomooportunidad.com/meyerhold-y-la-biomecanica/

https://www.isliada.org/relatos/el-almohadon-de-plumas/

https://salidasdeltiempo.blogspot.com/2020/02/la-biomecanica-de-meyerhold.html

https://lamenteesmaravillosa.com/horacio-quiroga-biografia-de-un-escritor-fabuloso-y-tragico/

https://es.wikipedia.org/wiki/Horacio_Quiroga

Paola Rodríguez

Paola Rodríguez

Autora

Estudiante de psicología, 37 años de edad, resido en la ciudad de Montevideo,
autora del poemario letras del destino, y la novela Lara Glasgow el comienzo.
Empece a escribir a los diez años pequeños relatos, pero en la adolescencia descubrí a poetas como Julio Herrera y Reissig, Delmira Agustini e Idea Vilariño, y me enamore de la poesía, empezando mis primeros poemas a los dieciséis años.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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