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Ilustrado por: Caro Poe

Jennifer Puello Acendra

 

 

Las personas libres son las que pueden decidir, las que escogen y las que repartes; las mujeres no eran libres, así que esas decisiones, escogencias y reparticiones pasaban a manos de los hombres, incluso cuando se trataba de sus propios cuerpos:

En medio de las guerras, en las que no participaron en el frente de ataque, ellas se volvían territorio de conquista. Así como se repartían el terreno, el botín o los bienes, también se repartían a las mujeres, no como personas, sino como cuerpos a los cuales poseer. Con el tiempo, ellos decidieron, como conquistadores, crear las leyes, y que ellas se acoplaran a las mismas.

Para muchos hombres, las mujeres cedieron terreno a favor de la maternidad, ya era una labor muy ardua, ¿para qué ponerles sobre sus hombros participar en política?; era mejor que aceptaran la «naturaleza» y obedecieran a cambio de protección. Así, a la hora de firmar las leyes, se ausentaron por el hecho de ser mujeres. El padre fue el primero en brindar seguridad a sus hijas. 

Ese control se traslada al esposo, el cual, incluso actualmente, se observa de forma simbólica en el matrimonio en dos momentos, la pedida de mano, que se suele hacer ante el padre de familia; y la entrega de la hija al futuro esposo, que se hace en el mismo momento del casamiento. No quiero decir que se deban cambiar las formas o costumbres, sino que seamos conscientes de qué está detrás que aspectos que solemos pasar por alto o darlos por sentado: las mujeres somos pactadas en el espacio privado. 

El pacto se trasladó a otros aspectos de la sociedad, Celia Amorós indica que después de la Revolución Francesa se tuvo que incluir al movimiento obrero, los incluirían en el grupo privilegiado, si dejaban a sus compañeras en la casa y se asumieran como cabezas de familia; mientras que ellas serían madres por encima de obreras, seguirían en el analfabetismo y en el sometimiento. 

No obstante, los obreros no fueron iguales a los burgueses, a pesar de que cumplieron la parte del trato y se asumieron por encima de sus compañeras, no fueron considerados varones de pleno derecho ni padres de familia. Fueron consideramos mermados y feminizados, porque en lugar de familia tenían prole. Ellos estarían en una pirámide hasta las bases, pero, como señalamos en el texto pasado, sus esposas estuvieron en la base de esa base.

La lógica del capitalismo está basada en la lógica del patriarcado: explota a quien puedas. Aquellos que no alcanzaron la posibilidad de tomarse las fábricas, empezaron explotar a las mujeres. Contrariaron, así, lo que se esperaba de ellos, ir de la mano con la obrera y unirse contra el patrón; en cambio, decidieron asumir una postura paternalista, incluso en los sindicatos y pactaron con el patrón. 

Señalaba Heidi Hartmann, que el sistema patriarcal es un conjunto de relaciones entre hombres, no todos en igualdad de condiciones, pero que tenían en común una solidaridad e interdependencia a fin de dominar a las mujeres. Ellas son las otras una suerte de tercer mundo en razón de género.

Incluso dentro de los grupos más abiertos al cambio, se les suele pedir a las mujeres que se modulen, que dejen sus peticiones en un segundo plano, que primero se deben luchar por otras emancipaciones, que asuman, en última, esa labor maternal de ceder. He escuchado a compañeros que insisten en no hablar de feminismo hasta que no acabemos (o al menos problematicemos más sobre) el capitalismo. 

Pero hay esperanza, si nos dejan hablar más, si escuchan lo que tenemos que decir, entenderán que las luchas no son opuestas. No solo nos enfrentamos al capitalismo y no es este el padre de todos los males, sino al patriarcado, que puso al obrero como cabeza de una prole, negándole a él el estatus de padre (al tiempo que sometía a la mujer solo a ser madre), o al hombre negro que en lugar de ser el esposo de alguien (a los ojos del hombre blanco) era el proxeneta de la mujer negra. 

El mismo Lenin, de donde muchos beben actualmente, señalaba esa doble opresión para las mujeres “son oprimidas por el capital, y, además (…), la ley les niega la igualdad con el hombre (…) permanecen en la ‘esclavitud casera’, con ‘esclavas del hogar’”.

Bibliografía

Amorós, Cecilia (Ed) (2000) Feminismo y Filosofía, Madrid: Síntesis.

Hartmann, Heidi (1980) Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo [Trad. Pilar López]. Madrid: Zona Abierta.

Lenin, Vladímir Ilich Uliánov (2001) El día internacional de las obreras [Trad. Gabriel Ravano]. Recuperado de: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/8-iii-1921.htm

Ramírez, Gloria (1791) La declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana de Olympe de Gouges ¿una declaración de segunda clase?, Ciudad de México: Cátedra UNESCO de Derechos Humanos de la UNAM

Jennifer Puello Acendra

Jennifer Puello Acendra

Redactora

Lic. en educación y lengua castellana de la USCO, maestrando en Lingüística de la UAQ. Ha participado en varios concursos de escritura en diversas instituciones.  Amante de las mariposas, los cuervos y los gatos. Amada por las hormigas. Enemistada con los sapos.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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