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Ilustrado por: Caro Poe

Víctor Frías

Últimamente, al anochecer, he salido a la terraza para darme un respiro. Hay añoranza en el aire, una energía olvidada por quienes tienen la última discusión del día o dejan la televisión encendida hasta dejarse doblegar por el sueño. Hay monotonía en el calor que se disipa en las paredes, y sombras a las que no les queda de otra que resguardarse debajo de los coches, tienen miedo de desaparecer: hace tanto que nadie las menciona.

Nadie está contando historias. Siempre imagino por diversión que un anfitrión al estilo de Rod Serling en La Dimensión Desconocida se detiene en la acera de enfrente, adopta la posición de narrador con las manos en los bolsillos de su gabardina y me recuerda, a través de reuniones de antaño, el componente que le hace falta a la noche para llenar el silencio en el que ni los gatos conviven: el terror psicológico.

El terror psicológico es el subgénero del terror cuyas historias se valen de una inquietud constante que, aunque incómoda, se vuelve adictiva. Actúa como un agente que se engancha de la extrañeza, de cada desviación de lo esperado que nos acaricia la cordura con su lengua etérea. Está en todas partes, pues nada que la humanidad pudiera calificar como normal es entregado a la realidad al pie de la letra.

El terror psicológico, que con tanta frecuencia acompaña al terror sobrenatural y demás variantes, es como un elemento de la naturaleza cuyas partículas fundamentales son las preguntas: ¿Qué pasó con el sujeto que tras la última reunión desapareció sin dejar rastro? ¿Qué está sucediendo en la casa de tal amiga, donde la mayoría jura ver sombras pasar por el pasillo? ¿Por qué dos personas que se adoraban empiezan de pronto a detestarse? ¿Qué ocurrió con aquel profesor de la escuela que decía comentarios extraños al aula y hablaba solo? Estoy seguro de que, al leerlas, por lo menos sentiste un leve temblor en todas tus extremidades.

Es entre noches de anécdotas y libros que he vivido el terror psicológico en su máxima expresión, en sus escenarios más solemnes. Me di cuenta que es un invitado constante al que nadie voltea a ver, pero se convierte en el alma de la fiesta en toda ocasión. Es la mesa central de la que cada quien toma su copa y empieza a beber, a disfrutar y sufrir al mismo tiempo. He conocido historias con un grado de detalle que eriza la piel y mantiene una tensión palpitante. Las situaciones narradas son tan humanas que la locura se dispersa entre la gente como miles de mechas encendidas.

El anfitrión de la gabardina nos remonta a las reuniones de la juventud por excelencia. Imagínate un fin de semana. No tienes compromisos al día siguiente y puedes desvelarte. Has invitado gente a casa. Son cinco. Hay comida, bebidas y una charla que no se detiene, que avanza hacia lugares sombríos. Todos están de acuerdo en adentrarse en ellos. Sin darse cuenta, son partícipes de la tradición oral de su país. Se sientan en círculo y empiezan a escuchar la narración en turno.

Si están en la sala de la casa, el resto de las luces están apagadas y reina el silencio. Se alcanza a percibir la efervescencia de las bebidas. Cada quien cuenta una leyenda o una anécdota inquietante que, por más que pudiera resultar en ficción, se convierte en una fuente de la sustancia del miedo. Hay respiraciones agitadas, corazones acelerados y la razón se rinde ante cada historia al no encontrar una respuesta lógica a los sucesos que se cuentan.

Se hace tarde. «Una más», dicen, «nos quedamos a dormir aquí». Nadie tiene sueño. Durante las horas siguientes, las mentes quedan inmersas en una atmósfera que amalgama la realidad y la ficción, y todas las preguntas que comienzan con «¿Y si…?» van quedando respondidas. Las historias que plantean circunstancias nuevas desarrollan un nuevo sentido de supervivencia para enfrentar el mundo.

El ejercicio que acaban de hacer es tan relevante y se percatan después. Después de esa reunión, los lazos son más fuertes, estrechos, pues ante el miedo todos somos iguales. Por último, repiten la experiencia cada mes, por lo menos. 

Cuando me convertí en un lector asiduo y conocí mejor los subgéneros literarios, confirmé que una noche de charla y transmisión de historias encajaba a la perfección en nada menos que el terror psicológico.

Cito cuatro relatos que me parecen brillantes en su manera de entregarnos el terror psicológico:

Una muerte en la familia de Miriam Allen deFord es imperdible. Jared Sloane es un hombre aparentemente tranquilo, dueño de una funeraria. Sin embargo, de noche baja al sótano de su casa y visita a «La Familia», un grupo de cuerpos embalsamados y dispuestos en posiciones de convivencia.

Moscas de Bernardo Esquinca. El paciente de un terapeuta tiene un fuerte delirio acerca de dichos dípteros. Dice que conspiran contra la humanidad y están a punto de someterla. Después de una sesión decisiva y la ausencia prolongada del sujeto, el profesional decide acudir a su domicilio, donde un espeluznante hallazgo lo espera.

La lotería de Shirley Jackson no podía faltar. Un caluroso día de verano, se reúnen los habitantes de una pequeña ciudad estadounidense para presenciar la lotería anual dirigida por el Sr. Summers. Desde el principio del relato se sabe que los niños van recogiendo piedras, pero no que estas van relacionadas con el resultado del sorteo.

«El Horla» de Guy de Maupassant es una muestra del potencial del terror psicológico. El protagonista registra a manera de diario su descenso a la locura y la desesperación, a causa de una criatura sobrenatural invisible, el Horla, que lo acecha constantemente.

Siempre he dicho que el terror narrado es la tradición de lo probable y la especulación más creativa, y no conozco a nadie que durante una de estas historias no haya preguntado: «¿Y luego, qué pasó?».

Víctor C. Frías

Víctor C. Frías

Autor

(@victorc.frias en Instagram)

Es un escritor mexicano de terror dedicado a explorar subgéneros como el sobrenatural, el psicológico y el horror cósmico. Cada sábado a las 14h (México) transmite en vivo a través de Instagram Live para narrar sus escritos y abrir un espacio para quienes quieran compartir lo propio en pantalla. Tiene cinco libros publicados en Amazon y relatos exclusivos a la venta en la plataforma Ko-Fi.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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