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Ilustrado por: Caro Poe

María Alejandra Luna

El arte no es un evento ajeno a las vivencias humanas. La poesía, por ende, tampoco. Un poema de Miguel Hernández decía que el primer conocimiento era el hambre y creo que en esos versos se esconden, al menos, dos verdades: que poder saciar o no esa hambre te posiciona dentro del mundo y que el primer conocimiento subliminal es el cuerpo.

No solo el Verbo se hizo carne, sino que la historia de la humanidad, más allá de todo dios, es la historia de la carne. El cuerpo es ineludible y, sin embargo, las propuestas literarias apuntaron muchísimo a que no fuera esencial. Se entiende, suena profundo decir que lo más importante está en el interior y, aunque yo concuerde, la dimensión corporal es casi toda la dimensión.

Quiero decir: el hecho de tener un cuerpo vehiculiza nuestras existencias y las expresiones consecuentes; no hay poesía sin cuerpo, no hay arte sin cuerpo, no hay cultura sin cuerpo. Ahora bien, es lógico que una porción relevante de la población mundial le huya a la carne porque le han exigido demasiado a la apariencia (y a las funciones, pero ese es otro tema) de su carne.

Podría sumergirme en poemas sensuales donde dos o más cuerpos se vinculen, y quizá lo haga en otra entrega, pero esta vez prefiero concentrarme en la relación de tres poetas consigo mismas, con sus carnes y con la mirada otrorizante sobre esas carnes. Lo haré desde la negación de los mandatos que parecen arrojarse encima de sus realidades y desde un texto de cada una.

El cuerpo no es una vergüenza. Una vez por mes, se le solicita silencio y escondite. Pero la siguiente estrofa de Hada Quelarre se levanta contra esa solicitud, inadmisible en 2022: “hilo rojo que une/ mi vulva con el agua/ lo puro y lo obsceno/ la vergüenza/ de lo sucio/ o la vida en el baño:/ un inodoro y el momento/ de menstruar”. El útero y la vulva son tabúes en los medios masivos de comunicación y lamentablemente también lo son en la poesía. ¿Por qué? Porque producen asco, rechazo y miedo. El útero es inaccesible para la vista y la vulva es laberíntica. Por eso, perturban y, como perturban, es necesario decir en voz alta que les pasan situaciones que pueden convertirse en literatura y en evento estético. Si no, se termina esperando que haya cuerpos constantes, por un lado, y cuerpos intermitentes, por el otro.

El cuerpo no es un título. Así como vehiculiza la existencia, se le ordena que la restrinja y la verdad es que el ser humano es versátil y voluble, no es estático ni tiene que pedir permiso a lo que asumen de su carne para darse otras opciones. Tampoco tiene que actuar como un monstruo, que se oculta y espera a manifestarse a pesar de que los ojos de les otres no quieran. En ese sentido, Susy Shock resignifica la condición de monstruosidad y reivindica su derecho a que el cuerpo sea la excusa y no el fin. “Yo, pobre mortal,/ equidistante de todo/ yo, DNI 20.598.061,/ yo, primer hijo de la madre que después fui,/ yo, vieja alumna/ de esta escuela de los suplicios,/ amazona de mi deseo,/ yo, perra en celo de mi sueño rojo.// Yo, reivindico mi derecho a ser un monstruo,/ ni varón ni mujer,/ ni XXY ni H2O.// Yo, monstruo de mi deseo,/ carne de cada una de mis pinceladas,/ lienzo azul de mi cuerpo,/ pintora de mi andar,/ no quiero más títulos que cargar,/ no quiero más cargos ni casilleros adonde encajar,/ ni el nombre justo que me reserve ninguna ciencia.// Yo, mariposa ajena a la modernidad,/ a la posmodernidad,/ a la normalidad,/ bizca,/ silvestre,/ artesanal,/ poeta de la barbarie.// Con el humus de mi cantar,/ con el arco iris de mi cantar,/ con mi aleteo/ reivindico mi derecho a ser un monstruo/ y que otros sean lo Normal./ El Vaticano Normal./ El Credo en dios y la virgísima Normal./ Los pastores y los rebaños de lo Normal./ El Honorable Congreso de las leyes de lo Normal./ El viejo Larrouse de lo Normal.// Yo sólo llevo las prendas de mis cerillas,/ el rostro de mi mirar,/ el tacto de lo escuchado y el gesto avispa del besar./ Y tendré una teta obscena de la luna más perra en mi cintura/ y el pene erecto de las guarritas alondras./ Y 7 lunares,/ 77 lunares,/ qué digo,/ 777 lunares de mi endiablada señal de crear.// Mi bella monstruosidad,/ mi ejercicio de inventora,/ de ramera de las torcazas./ Mi ser yo entre tanto parecido,/ entre tanto domesticado,/ entre tanto metido de los pelos en algo./ Otro nuevo título que cargar:/ ¿Baño de damas? ¿O de caballeros?/ O nuevos rincones para inventar.// Yo, trans…pirada,/ mojada, nauseabunda,/ germen de la aurora encantada,/ la que no pide más permiso/ y está rabiosa de luces mayas,/ luces épicas,/ luces parias,/ Menstruales, Marlenes, Sacayanas, bizarras./ Sin biblias,/ sin tablas,/ sin geografías,/ sin nada./ Sólo mi derecho vital a ser un monstruo/ o como me llame/ o como me salga,/ como me puedan el deseo y las fuckin’ ganas.// Mi derecho a explorarme,/ a reinventarme,/ a hacer de mi mutar mi noble ejercicio./ A veranearme, otoñarme, invernarme:/ las hormonas,/ las ideas,/ las cachas,/ y toda el alma.// Ámen”.

El cuerpo no es ausencia. La experiencia metafísica es tentadora y muy atractiva, especialmente cuando se trata de manifestarse artísticamente. No obstante, no hay experiencia metafísica sin física. Hay que tener un cuerpo para abandonarlo o despreciarlo y buscar más allá de él. La poeta por excelencia en ese territorio es Alejandra Pizarnik, cuyos poemarios gritan gradualmente: “He dado el salto de mí al alba./ He dejado mi cuerpo junto a la luz/ y he cantado la tristeza de lo que nace”.

En conclusión, puedo declarar que pienso que el mundo las quiere descarnadas, es decir, no pensando amigablemente en sus cuerpos o pensando demasiado en ellos y castigándolos, o encarnando sumisión, belleza, pulcritud y roles de género y la respuesta es descarnarse voluntariamente de ese ideal que no se amolda a lo que ellas desean, naturalizan, odian o abrazan.

María Alejandra Luna

María Alejandra Luna

Subdirectora General / Directora de Redes Sociales

Buenos Aires le dio el soplido de vida a mi existencia. De origen hebreo, mi primer nombre. La Antigua Grecia me dio el segundo. La Luna alumbró mi apellido. Escritora de afición, lectora de profesión, promotora de poesía y de los márgenes de la cultura. Dicen que soy quisquillosa con las palabras, que genero discursos precisos y que sobreanalizo los discursos ajenos. Y todo esto se corresponde conmigo. Pueden ser tan expresivos los textos que escribo como los gestos que emito al hablar. Y esos rasgos trato de plasmarlos en los ámbitos donde me desarrollo, como las Redes Sociales.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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