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Ilustrado por: Caro Poe

Tonatiu Velazques Solis

A mis clientes-amigos de libros.

 

 

En el siguiente escrito pienso sostener una sencilla idea sobre lo que hoy puede significar la biblioteca, sobre todo una categoría de ella: la biblioteca personal; aquella que un usuario asiduo de libros va conformando en su casa, que va sumando ejemplares a sus estantes en las estancias o en cuartos completos, estudios personales, incluso aún cuando solo fungen como adornos de un espacio específico. Esas bibliotecas que especialistas o amateurs de temas van engrosando para fines de sus intereses; estantes inmensos, hojas y hojas sobre algún tema particular.

En Borges podemos permitirnos pensar en estos temas de especificidad. Cuando uno tiene presente al autor argentino recurre a temas reiterativos: el infinito, los laberintos, los espejos, la literatura germánica, entre otros. Él mismo escribe en uno de sus libros «este es otro libro de espejos, laberintos y el doble»; con ello nos da cuenta de sus obsesiones o los temas que recorren sus intereses. Uno no podría abrir un libro de Borges esperando encontrar nuevos temas (no por ello quiero decir que no haya novedad en cada cuento y cada poema).

Curiosamente Borges tuvo la vocación de dedicarse a escribir prólogos a libros clásicos de la literatura, los cuales han sido editados dentro de un compendio de prólogos como también en su afamada colección «Biblioteca Borges» que incluye prólogo y obra. Su intención, me parece, surge de dejarnos a la vista los autores o temas que fueron conformando su forma de pensar y escribir, de establecer una relación con la literatura, la cual, a su vez, parece muy cercano a un proyecto babelesco: recopilar una biblioteca compuesta por clásicos universales, desde la antigüedad hasta nuestros tiempos recientes (siglo XX).

En otro extremo tenemos a Pound, escritor estadounidense que destaca por su gran contribución en poesía pero que sus aportes en crítica son de un valor imprescindible. En uno de sus trabajos críticos, Pound se da a la tarea de diseñarnos una guía sobre lo que debemos leer, pareciera que a un público en general, pero en realidad se daba la tarea de recomendar autores o títulos para un publico anglosajón. No pienso detenerme en su antisemitismo y sostenerlo desde esta misma recomendación, solo quiero destacar la importancia de este gesto, pues las recomendaciones literarias parten de un contexto, no son del mismo interés o no pueden ser leídas de igual manera o con igual disfrute o deleite desde distintos contextos o posiciones. Pound lo tenía claro y lo desarrolló así.

A partir del ejemplo Borges y Pound podemos empezar a pensar que una Biblioteca no es un asunto sencillo, pues no parte de un ejercicio de unicidad. En principio es un proyecto proveniente de un contexto, además de siempre ser sostenido por la singularidad de quien nos acomoda los libros en el estante. Aquí hago una apreciación pues me decanto por las recomendaciones borgeanas antes que las poundianas, no porque tenga más estima al argentino que al estadounidense, no porque me sea más entendible; incluso, no porque me parezca que el proyecto de uno sea mejor que el otro. Sencillamente, lo que me recomienda Borges pertenece al mundo literario en el que ya estoy inmerso antes que al que Pound mi invita. La invitación de Borges ya fue aceptada por el contexto en el que crecí y así se ha delineado mi recorrido literario.

Un amigo leía un trabajo mío y su comentario me pareció más que sugerente para pensarme, lo cual viene a tono acá: «tus referentes son demasiado franceses». Con ello no solo aludía a la franca condición de mis referencias sino al origen de aquello que iba delineando mi escrito, un modo muy particular de ver las cosas, proveniente de una influencia concreta, de un enraizamiento que se ha ido produciendo a partir de mis influencias, de los autores que van apareciendo pero que van conformando una visión para leer. Es claro que los Proust, Zola, Stendhal o Nerval adornan mis estantes, y los Goethe, Dante, Dostoievski brillan por su ausencia (no sin ya haberlos leído, pero sencillamente no están entre mis referentes más claros o cercanos).

¿Por qué las distancias entre los autores, incluso en aquellos que no parecen tan distantes? En Borges y Pound hasta las polémicas políticas los entrecruzan; un trabajo con los clásicos, con las lenguas germánicas y con otras cercanías. Creo que surge de experiencias distintas, puntos cercanos no implica lecturas similares o lugares cercanos. Contextos son los que hacen destacar elementos de las bibliotecas, de los autores, temas y lecturas recomendadas.

Con este ejemplo quiero decir lo que al final mi idea sobre las bibliotecas intenta decir: una biblioteca es la construcción de una disposición para quien consulta. Viene a mí la idea de «Dispositivo» que los franceses postestructuralistas, esos que construyen mis referencias, han ido consolidando. Tres ideas-perspectivas son las que construyen esta noción y que me parecen apropiadas para pensar el espacio de la biblioteca.

Primero, una biblioteca es una «máquina para hacer ver y hacer escuchar» (Deleuze); ello implica que es una construcción producida para producir, para permitir ver y escuchar desde esa misma construcción. Una maquinaria que generará movimientos en relación al quehacer que la conformó. Si yo he construido una máquina-biblioteca en torno a los clásicos griegos, esa maquina permitirá ver y escuchar la Antigua Grecia, pero por ningún motivo podrá hacernos comprender la mecánica cuántica. Producirá un entorno propicio para las elucubraciones de aquel principio que organiza sus movimientos maquínicos, pero no permitirá más que aquello que entra dentro de sus fines. Es un dispositivo maquinario que producirá en relación a un punto específico, será una ventana hacía ese mundo que se intenta voltear a ver, pero no permitirá más que ver márgenes de sí, o sea, en una de esas podremos ver interpretaciones contemporáneas sobre la Antigua Grecia, podemos toparnos con el Imperio Romano o las interpretaciones de la Edad Media, pero no podemos salirnos del tema, porqué por esa senda nos conduce el Dispositivo Biblioteca.

En segundo lugar, pensemos que la Biblioteca, en tanto Dispositivo, puede ser pensado también como un ovillo o madeja en donde cada hilo se encuentra entramado junto a muchos otros, que en sí se componen. O también podemos pensar que es una red de hilos que se cruzan y sostienen en cierto sentido un modo particular de ser. En una biblioteca que se construye para un uso, encontramos entramados una serie de elementos que componen una misma temática. Si se quiere, estamos ante un universo pensable sobre lo que es construido el espacio bibliográfico. Encontraremos en la biblioteca de un psicólogo una serie de libros útiles para pensar procesos singulares y sería por lo menos sorpresivo encontrar un libro de geología entre todos ellos. Podría haber un sentido para estos contrastes, podría no haberlo, pero ahí se trastocaría el intento de un universo de entendimiento: principio fundante de tener una biblioteca. Poder tener a la disposición una serie de textos que nos son sugerentes.

Por último, un elemento que ya es un tanto obvio pero necesario poner en palabras, justo para no obviar. Una biblioteca, en tanto Dispositivo, permite; es decir, es una construcción que dispone al que consulta. Por sí sola nos hablan los libros apilados en una biblioteca, pues estar ahí juntos nos ofrece la perspectiva de quien recopila, pero la importancia radica en que están ahí dispuestos para ser leídos. Cuando se cuestiona la acumulación de libros en estantes a sabiendas de que no serán todos ellos leídos por el dueño estamos dejando de lado que el punto importante de tenerlo ahí es que aparecen para ser «posiblemente leídos», muchos de ellos no lo serán, pero su función será la posibilidad de plantear un panorama al consultante.

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Todo esto lo escribo para sostener la siguiente idea: una biblioteca es un universo de sentido. Cuando revisamos bibliotecas estamos viendo sus intereses; incluso en las bibliotecas universitarias encontramos eso: cuando buscamos los diálogos de Platón en Gredos en la Biblioteca Central de la UNAM no encontramos ni un solo ejemplar, todos en préstamo; su ausencia nos habla de la utilidad para los consultantes de esa temática. Una biblioteca permite comprender un recorrido, un tiempo pasado (lo leído), presente (lo legible) y futuro (lo que se leerá); es la posibilidad de un proyecto, con limitantes explícitas. Quien tiene por interés formarse como ingeniero poco espacio dispondrá para Tolstoi. Mi primo ingeniero conserva la “Muerte de Ívan Ilich” que le regalé hace tiempo, como yo conservo sus dos tesis sobre estructuras de edificios y su aguante a los sismos. Ninguno de los dos ha leído sus obsequios.

Disponer de una biblioteca es un proyecto que se centra en la construcción con claridad sobre lo que deseamos conservar como parte de nuestro panorama ante la lectura, hay que ir recomponiendo las bibliotecas, llenándola de nuevos hallazgos, los cuales deben ocupar el espacio de viejas esperanzas superadas, libros que jamás leeremos y que con el tiempo se volverán un lastre necesario de mover de lugar, reciclar, regalar o vender para dar lugar a cosas que a su vez, podrán o no tener un destino similar. El libro será una interrogación del tiempo, de los recorridos que no se han hecho, de los que lo antecedieron y que se confrontarán con una realidad. La biblioteca, por ello, debe ser un proyecto abierto, inacabado, en constante abertura en torno a su cerrazón, ante su estructura concreta que implica los recorridos por los que se ha elegido andar.

Tonatiu Velazquez Solis

Tonatiu Velazquez Solis

Autor

Maestro en Psicología Social y vendedor de libros. Ayudante de investigación de la Maestría en Psicología Social de Grupos e Instituciones de la UAM-X. Lector aficionado de literatura.

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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