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Ilustrado por: Berenice Tapia

Jasón Li

VÍCTIMAS, GUERRA Y PAZ

2016 será considerado como un año trascendental para nuestra historia, aquella que sin darnos cuenta nos aparta de las montañas otorgándonos un realismo mágico de grandes proporciones y nos lleva a un mundo paralelo en donde la víctimas olvidan por completo su pasado y se sumergen en un futuro más conciliador en donde la visión pragmática de un solo hombre llevaría a un simple pueblo tan común como los demás que habitan este mundo, a firmar un tan deseado proceso de paz colombiano.

 Único en su contenido, legítimo y auténtico en su proceder, era el resultado de un esfuerzo descomunal de miles de actores carismáticos e inteligentes que depositaron sus conocimientos, experiencias y saberes en favor de una nación en donde los principales protagonistas serían el propio pueblo. Razón de ser de esta política de paz que nació como un ideal y que al final se convertiría en realidad. No bastaría con beneficiar a las víctimas del conflicto, repararlas y ayudar a su integración dinámica al ámbito social. También se tendría en cuenta el agro, la restitución de tierras y el avance sistemático del turismo y la inversión extranjera como motor principal del progreso.

Si algo descubrimos con este proceso de paz celebrado, es que logramos lo imposible; convertir a un país subdesarrollado en un país avanzado en materia de paz, desarrollo social, verdad, justicia y progreso, en donde el tema de la justicia es el mayor y más novedoso aporte al proceso de paz Colombiano, que ha de proporcionar las herramientas y políticas necesarias para lograr un progreso más sistemático, en donde la luz de nuevas invenciones, inversiones, proyectos e ideas encaminadas a mejorar la calidad de vida de sus habitantes, la convivencia entre sus distintas comunidades raizales e indígenas y permitir más acceso a educación y trabajo para nuestros jóvenes; garantizando el tan anhelado futuro prometedor para millones de personas y disminuir equitativamente la desigualdad y la pobreza en las zonas más apartadas del país es una deuda que sigue pendiente con las víctimas.

Todo aquello hizo parte de un magnífico proyecto ideado por una mente capaz de entender las necesidades de otros, en especial de su pueblo. Un líder que supo escuchar a los más desfavorecidos y que un día cualquiera en su actual mandato decidió hacer realidad un sueño que desde hace mucho tiempo tenía en mente. Hacer de este país un mejor lugar para vivir en donde la realidad de ese místico realismo mágico se proyectara en las mentes de todos y cada uno de sus habitantes. Un lugar donde no existieran las preocupaciones, la guerra, el hambre, la miseria y el abandono estatal era el ideal innato de aquel hombre que hizo posible lo imposible y cuyo nombre sería conocido y recordado para la posteridad y el futuro. 

BANDERA DE LA PAZ

Muchas son las guerras que nos han acompañado durante décadas, algunas personales, otras en tanto contra demonios internos o externos, e incluso nuestro diario vivir está lleno de toda clase de disputas que nos han llevado a una lucha cuerpo a cuerpo en contra de quienes amenazan nuestras ideas, porvenir u existencias dentro de nuestro estado social de derecho canónico.

Nuestras guerras personales que a veces se tornan difíciles de manejar no se pueden comparar con la complejidad que trae consigo la guerra en sí, y que acarrea una cantidad inimaginable de desdichas y desgracias, que nos llenan de impotencia, resignación e indiferencia, no solo para quienes sufren en carne propia la tiranía, el desprecio y la negación de poder vivir y convivir con otros sin importar su condición social de raza, color, sexo o religión a la cual pertenezca.

Amamos la paz porque es el resultado de una contienda rabiosa en contra de nosotros mismos, en especial de quienes se oponen a ella. Toda guerra termina con la paz, la reconciliación y el perdón. Esta nos hace más maduros y sensatos a la hora de actuar y tomar decisiones que son de importancia para nuestras vidas en comunidad, permitiendo la solución  de infinidad de conflictos en donde muchos de ellos escapan de nuestro control, mas no limita la oportunidad de poder resolverlos en el momento oportuno en las condiciones más adecuadas para la sociedad en donde prevalece la unidad como nación, donde las redes de solidaridad y afecto se impregnan para ejecutar y llevar a cabo un trabajo serio que sería reconocido y respetado por instituciones académicas de renombre nacionales e internacionales y por las mismas víctimas y responsables. 

Son más de 130 publicaciones, de las cuales 84 son informes de encarecimiento de la verdad acerca de lo contenido en el marco del conflicto armado en Colombia y que evidencia una verdad imposible de ocultar, en donde las razones para negar el conflicto se fundan en la ideología política que busca la reiniciación de los derechos universales a las víctimas reconocido y avalado por el centro nacional de memoria histórica (CNMH).

La bandera de la paz tiene una semántica bastante interesante. Es el símbolo universal de las víctimas que por más de 202 años han padecido el exterminio, abandono social, la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, el exilio y la negación del conflicto como tal, con mira a ocultar la desgracia infame que padecen familias enteras por culpa de los distintos hechos violentos y de los distintos responsables, que, bajo el amparo del fusil como herramienta de supervivencia, ha permitido la perpetuidad del conflicto interno en Colombia en donde cada historia es una. Por supuesto, con sus infinitas variables. Esta bandera llamada paz se asemeja a aquella bandera conocida como la bandera de las hadas, y que es un simple trapo de seda místico que es usado en tiempos de guerra y que ha ayudado a infinidad de pueblos a defenderse y ser defendidos de la tiranía y el yugo de victimarios. 

VÍCTIMAS COMO RESULTADO

Cuando se es joven en Colombia se tienen sueños e ilusiones, nadie en sano juicio imagina convertirse en víctima o ser parte de ella, la realidad ha mostrado en distintas ocasiones durante décadas que la guerra es una maquinaria infame que roba desde lo material hasta lo inmaterial pasando por lo espiritual, no sin antes atreverse a despojarnos de lo más preciado que tenemos nuestra propia familia. 

Las historias sobre procesos de paz fallidos en Colombia surgen en la década del 80 cuando ya varios líderes coqueteaban con la idea de poder acabar con una absurda guerra que ya estaba cobrando sus deudas con la sociedad. Fueron en total tres procesos de paz fallidos que evidencian la falta de empeño y entrega por parte de sus líderes por hacer realidad aquel proyecto. Fue una época de oscuridad y de grandes males que generaron confusión en donde los pueblos en su mayoría campesinos desconocían por completo la verdad oculta de un país que desde mucho antes de ser libertado, seguía amando y deseando la guerra como arma insensata de muchos convertida en fanatismo. En donde las promesas de unidad solían venir acompañadas de invitaciones al olvido, los intentos por alzar las voces al intentar transmitir una visión más trágica de los muchos sucesos oscuros y sangrientos que acompañaron nuestra existencia en Colombia se vieron truncados por las versiones oficiales moldeadas y preservadas para garantizar una historia de acuerdo a las necesidades de unos pocos.

Se reclutaba aldeanos, se tenía que ser soldado por ley y se debía cumplir con el sano deber como patriota de esta digna nación que veía la guerra como un negocio mas no como una prioridad por defender nuestra propia soberanía. Fue demasiado para nuestros abuelos y padres que vivieron una década de violencia inimaginable que hoy puebla el ideal imaginario de millones de víctimas que comparten sus historias, a través de crónicas y relatos personales que ya son conocidos por millones de personas en todo el mundo, gente como usted o como yo que desean conocer la verdad oculta de una realidad imaginada en donde las víctimas son el resultado de un conflicto cerrado en donde nadie e incluso el mismo pueblo que lo ha padecido durante más de 50 años se ha atrevido a aceptar, reconociendo la necesidad de cambiar esa mentalidad arrogante, egoísta y cobarde por una verdadera reconciliación en donde aprender a perdonar es el única forma de encontrar la paz interna que tanto necesitamos. 

DE LA FANTASÍA A LA REALIDAD 

Muchos acuerdos, miles de palabras invertidas y tiempo gastado en discusiones innecesarias que desgastan el discurso a favor de la paz y fortalecen la idea de que la guerra es una solución que no se traducía como tal, sino que era transformada y moldeada según los intereses personales que naufragaban tratando de invocar el mandato supremo conocido como democracia; en donde el ejercicio de la democracia ejercido por un pueblo demasiado arrogante se perdía en la oscuridad y que llevaría a muchos a la confusión en donde predominaba el odio por las víctimas, el desamparo y egoísmo, llevado por el interés mas no por el ideal de cumplir con un compromiso importante en donde la nación, si, esta llamada Colombia sería territorio de progreso y paz estable para todos. Ésto llevó a que las víctimas se sintieran traicionadas. Fue lo ocurrido y los resultados arrojados aquel dos de octubre del 2016 lo que limitó el avance, lo que acabaría con las esperanzas de todos y llevaría a una sociedad a reconocer el mal que había provocado y sus implicaciones para una nación que aún seguía viviendo en el pasado, negando las puertas a un mundo de múltiples oportunidades al alcance de todos.

EL CONFLICTO NACE EN NUESTRO INTERIOR 

Las guerras vienen y van, pero los soldados son eternos, lo dijo alguien por allá hace mucho tiempo, la gloria de los soldados que mueren en batalla demostrando su pudor y valentía, no puede compararse con el espíritu de aliento y vigor que experimentan quienes desean superar la triste desgracia de una guerra. Se puede esperar mucho de nosotros mismos, pero en el camino podemos toparnos con muchas situaciones desagradables que falsean nuestra convivencia pacífica con otros, y nos lleva a desear el mal inconscientemente en donde la empatía jamás tuvo voz en las decisiones personales de cada uno de nosotros. Esta es la razón de miedo y cobardía que experimentan los seres humanos cuando se encuentran frente a frente con la verdad, en donde a veces nuestro yo interno nos dice que «La Paz ya no es letra muerta».

MEMORIAS

El esfuerzo descomunal por reconocer el conflicto armado en Colombia reconociendo que existen alrededor de 300 mil Colombianos desaparecidos en acción, o que perdieron la vida de manera forzada en el marco del conflicto es la necesidad y prioridad de las instituciones, en especial del centro nacional de memoria histórica (CNMH), la cual busca reconocer, aceptar y evidenciar la realidad oculta del conflicto, sus actores, sus víctimas, sus connotaciones y su significado para la nuevas realidades que afronta el país en donde perpetuar nuestra unidad como nación reconociendo nuestros errores, aceptando la diferencia y creando consciencia para la no repetición del conflicto y permitir que nuestros hijo y las generaciones futuras conozcan la realidad y acepten la verdad de un país que tuvo demasiado errores y horrores desde sus comienzos y que hoy busca reconciliarse con los más afectados. No lo hacemos porque haya un interés oculto que se traduce en beneficios tanto personales como monetario, esto se lleva a cabo porque somos conscientes de que las víctimas son personas humanas igual a nosotros o a cualquiera que está leyendo esto en este momento, lo hacemos cumplir porque existe una deuda social con todas aquellas personas que sufrieron la guerra, padecieron la hostilidad, a quienes el conflicto le robó años de sus preciadas vidas, en donde se pierde todo e incluso las esperanza y en donde la oportunidad de iniciar una nueva vida está a la vuelta de la esquina esperando una oportunidad para ser realidad. 

UN LEGADO 

Nuestro legado nace de la esperanza de hacer realidad ese sueño inconsciente que cada uno alojamos en nuestros corazones, hacer del país un mejor lugar para vivir en donde los males de la guerra y los conflictos se hayan minimizado gracias al apoyo y la solidaridad de millones que aún siguen apostándole a una paz estable y duradera, es un fin necesario que justifica cualquier forma o fin para llegar a él. 

Son nuestras familias e hijos el verdadero propósito por el cual vale la pena arriesgarlo todo y dar por hecho este proyecto pacifico que se ha centrado desde sus comienzos en fortalecer las esperanzas de millones de víctimas, otorgándoles tranquilidad y verdad para millones que perdieron a sus seres queridos desconociendo los hechos y para quienes la muerte es un silencio sepulcral, que hoy es alegría y júbilo. 

Hoy por hoy las víctimas aún siguen luchando por el reconocimiento de sus derechos; que se les reconozca su verdad y que se les permita vivir en paz bajo condiciones dignas que garanticen un apropiado desarrollo personal y social, donde prime la igualdad y en donde no exista más prejuicios e ilegalidad en su entorno. Fue el ideal imaginario y progresista de aquel hombre que en diciembre del 2016 recibió el premio nobel de la paz, un nombre que hace honor a su existencia y que el mundo conocería como JUAN MANUEL SANTOS.

Jasón Li

Jasón Li

Autor

Yo me llamo Jeisson Alberto Lasprilla, de origen colombiano y de nacionalidad Colombiana. Me apasiona la historia, la literatura, los libros y algo de anime, me empecé a interesar en el anime por allá en el año 2000 cuando las primeras revistas especializadas en este género llegaron al país a través de España. Actualmente trabajo conserje en un hotel 5 estrellas, y en mi tiempo libre soy aficionado a escribir artículos para web e internet.
Berenice Tapia

Berenice Tapia

Ilustradora

Demasiado perezosa para pensar en algo decente. Me gusta dormir y mi sueño más grande es poder vivir de hacer monitos. Las dos cosas más importantes que me ha enseñado la vida, son:
1) Estudiar arquitectura no vuelve rica a la gente.
2) El mundo no se detiene nunca, ni aunque estés llorando hecha bolita porque borraste accidentalmente un capítulo de tu tesis.

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