Ilustrado por: Berenice Tapia
Gnosis natural
De entre los antiguos dinosaurios (uno de los grupos biológicos con mayor éxito en la historia de la vida), hay una especie en particular que ha cautivado la imaginación humana: el legendario Tyrannosaurus rex, tiranosaurio o T.rex. Tyrannosaurus rex se ha visto modificado constantemente, conforme la evidencia científica nos revela nuevos datos acerca de su biología; a finales del siglo XIX, y hasta gran parte del siglo XX, se le representaba como un lagarto lento y torpe, pero aterrador y letal, caminando erguido y con la cola a rastras; pasaron algunas décadas hasta que apareció el tiranosaurio gris, ágil, feroz y escamoso de Jurassic Park; hoy se ha recopilado evidencia para considerar que pudieron tener algún tipo de plumas, que sus dientes pudieron estar ocultos dentro de la boca, e incluso quizá fueron animales gregarios.
Existe otro tipo de cambio que nada tiene que ver con su apariencia, pero sería de los más impresionantes: la posibilidad de que los tiranosaurios no existan… A caso… ¿Negaremos lo auténtico de los montones de fósiles de estos animales? ¡Claro que no!
Las crónicas de un saurio
En 1892 el palentólogo y zoólogo Edward Drinker Cope fue a una expedición Dakota del sur, donde descubrió unos fósiles peculiares, un material consistía de dos vertebras de gran tamaño y bastante porosas, por dichas características del tamaño y porosidad Cope dedujo que se trataba de una criatura nueva para la ciencia, por lo que la nombró formalmente como Manospondylus gigas (gran vértebra porosa), en un artículo titulado “Fourth Note on the Dinosauria of the Laramie“, que se publicó en la revista American Naturalist. Al no haber más material que aquellas dos vértebras, Cope fue incapaz de brindar más información con respecto a la biología del animal.
Doce años después, en 1905, el paleontólogo Henry Fairfield Osborn describió a Tyrannosaurus rex (lagarto tirano rey), desde entonces a él se le atribuye ser quien descubrió a este dinosaurio tan famoso. A Osborn le llamó la atención el caso de Manospondylus gigas, y en un estudio de 1917 escribió haber encontrado ciertas semejanzas entre aquellas vértebras y las del T. rex, pero consideró que los fósiles de M. gigas estaban muy deteriorados como para poder brindar más información.
Poco menos de un siglo después, en el año 2000, un nuevo grupo de científicos regresó al yacimiento de dónde Cope había desenterrado las vértebras de M. gigas, y se encontraron con una sorpresa: ¡huesos de T. rex! Asociados al mismo animal que encontró Cope en 1892. Quedó demostrado que aquellas semejanzas que Osborn había notado entre M. gigas y T. rex no eran sólo coincidencia, M. gigas era en realidad un tiranosaurio… ¿O sería al revés?
Leyes taxonómicas…
Para nombrar a un organismo los científicos siguen las normas de la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica (ICZN, por sus siglas en inglés), entre sus lineamientos se menciona que cuando existan diferentes nombres para una misma especie, se acepta como oficial el nombre propuesto por quien primero la haya descrito (en una investigación científica), por lo que el verdadero nombre científico del tiranosaurio tendría que ser Manospondylus gigas. Entonces… ¿Qué sucedió? Que la ICZN decidió hacer una excepción y dictaminaron que un nombre que haya sido válido durante 50 años no puede ser reemplazado, pasa a ser considerado un nomen protectum («nombre protegido»), en tanto el primer nombre pasa a ser un nomen oblitum («nombre olvidado»).
Tal vez pocos se imaginarían llamar por otro nombre al afamado T. rex, pero si vemos más allá de lo acordado por conveniencia (pregunto de manera solemne al lector): ¿No parece justo el aceptar como válido el primer nombre con el que el dinosaurio fue descrito? Valdría la pena reflexionar acerca de las implicaciones éticas o sociales que conlleva un nombre científico. Sin embargo, ya sea Manospondylus gigas o sea Tyrannosaurus rex, ambos se refieren a la misma criatura, uno de los grandes dinosaurios que mayor impacto han tenido en la cultura humana, y del cual queda mucho por aprender todavía. Y quién sabe si algún día se haga justicia taxonómica, y se reivindique tanto el verdadero nombre del tiranosaurio como a su primer descubridor.
Bibliografía
Cope, E. D. 1892. Fourth Note on the Dinosauria of the Laramie. Amer. Naturalist, 26: 756-758.
Jagt, John. 2001. Exit T. rex? Afzettingen, 22(1): 16.
Osborn, H. F. (1917). Skeletal adaptations of Ornitholestes, Struthiomimus, Tyrannosaurus. Bulletin of the American Museum of Natural History, 35: 733-71.
Regalado, Omar Rafael. 2015. Criaturas elefantinas de una vida media. Revista Hypatia: https://www.revistahypatia.org/paleobiologia.html
Taylor, M. 2002. So why hasn’t Tyrannosaurus been renamed Manospondylus?
Disponible en: http://www.miketaylor.org.uk/dino/faq/s-class/priority/#r1
Reyes, Joél. 2020. Tyrannosaurus y otros dinosaurios carnívoros del Cretácico. Copal: https://copalred.wordpress.com/blog-copal/
Gnosis Natural
Autor
Berenice Tapia
Ilustradora
Demasiado perezosa para pensar en algo decente. Me gusta dormir y mi sueño más grande es poder vivir de hacer monitos. Las dos cosas más importantes que me ha enseñado la vida, son:
1) Estudiar arquitectura no vuelve rica a la gente.
2) El mundo no se detiene nunca, ni aunque estés llorando hecha bolita porque borraste accidentalmente un capítulo de tu tesis.