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Imagen: Caro Poe

Gloria Ramos

Por todo el país las palabras dan vuelta tras vuelta en la cabeza de los niños, sus mentes casi derrapando para entender lo que significa remover un órgano, por qué alguien querría hacerlo y quién querría los órganos de una niñita, «o sea, ¿cómo yo?», algo insoportable de oír de la boca de tu hija y mucho peor al saber que ni siquiera extirparon los órganos y todo esto después de días y días de luchar contra la hidra de las noticias tanto reales como falsas brotando a diestra y siniestra de los puestos de periódicos, en las tiendas, escuchadas en el camión, en todos lados hasta que ya no hay de otra, hay que ponerlo en palabras: qué pasó, cómo pasó, la pregunta imposible del por qué y lo más importante, si ninguna otra cosa queda clara, que esto nunca, nunca le pase a sus bebés porque nunca van a dejar que algo así pase y sí, el mundo puede ser aterrador y peligroso, pero tú tienes a un montón de gente que te quiere mucho y que nunca va a dejar de protegerte y todo esto dicho sabiendo perfectamente bien que esa niñita también tenía a ese montón de gente que la quería mucho y que la única diferencia entre su madre y cualquier otro padre sobre la tierra es el brazo delgado, largo de la suerte con su dedo huesudo puesto en marcha desde el big bang mismo.

Y qué hacer ahora más que ser paranoico, desquiciar a los maestros con sus protocolos de salida de clases y su plan b y c y no chinguen, qué pasa si nada de esto funciona, no hagan esto más difícil de lo… y una explosión de lágrimas que los asusta hasta a ellos mismos, verse así cuando ni siquiera les pasó nada, aunque no es justo decir eso, sí les pasó: su imagen apenas tolerable de este mundo ya de por sí violento fue destazada por una mujer cualquiera, una “amiga” a la que no le tomó más de cuatro segundos convencer a esta niña de siete años de dejar la escuela con ella y —¡por dios!— tomarla de la mano como si fuera su madre y andar por las calles como si nada, sin ruido, a plena vista de un puñado de cámaras y policías y vecinos, tenderos y, aun peor, de los maestros de la escuela que conocían tan bien a la niña y sabían que su madre no hubiera podido llegar porque no era posible, no desde donde trabajaba, y la pobre madre con sus problemas mentales ignorados por todos para sorpresa de nadie y para ella ya no hay infierno, el infierno es un cuento de hadas frente a la realidad de un hombre diciéndole que encontraron no a su hija sino a una bolsa llena de su hija en una obra negra y qué está haciendo al respecto la jefa de gobierno o no, espérate, dónde está el presidente, ah, ahí está, está enojado, dice que éstas no son formas, este espantoso ultraje a un edificio federal.

Autor: Andrew Adair

Gloria Ramos

Gloria Ramos

Autora

Ciudad de México, 1985. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la FES Acatlán, se especializó en traducción literaria en la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción de la UNAM. Forma parte del colectivo de traducción literaria Falsos Amigos.
Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

Andrew Adair

Andrew Adair

Autor

Poeta y traductor nacido en Indiana. Actualmente reside en la Ciudad de México. Es uno de los editores en Asymptote Journal y ha publicado en Latin American Literature Today, Waxwing, BrooklynRail, Cheap Pop, y The Hopper.
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