Huxley y yo

Era un genio, diría. Y no era ajeno a ello. Hablo de Aldous Huxley, autor británico, cuya obra tiene de filosófico, de político y de visionario. Es el autor de la archiconocida novela, Un mundo feliz.

Conocido también por su ensayo, Las puertas de la percepción, Huxley se convirtió en un referente de una época. Lo conocí por Un mundo feliz y ese fue el inicio de una ligera obsesión.

En mi mundo, lleno de prohibiciones y reglas, un mundo feliz era imposible. Un mundo sin reglas, con una droga avalada, un control tan subrepticio que no es evidente y en últimas una vida feliz. Me voló la mente. La felicidad y el libre albedrío no iban de la mano comprendí. “–¿Dónde hay, pues, que luchar por el bien?, ¿dónde existe?– –En el nivel inferior al humano y en el nivel superior al humano– ”. Era pequeña, debía tener trece años y recibía una cachetada. Puse la otra mejilla.

Seguí con un libro que me ató por un par de meses, Viejo muere el cisne.

Este libro abarca muchos temas, pero dos me dejaron pensando mucho tiempo. La existencia del alma y la personalidad. Reflexioné y di vueltas en el tema, leí, releí y marqué. Me obsesioné. El libro es un ladrillo. Me jodió días enteros, por leer y tener que releer. Pero valió la pena cada maldito segundo.

Estamos tan seguros de lo que somos que no lo cuestionamos. Concluí.

Seguí con Psychedelics, La envoltura humana y comencé Contrapunto. Creo que lo que me lleva de vuelta a sus letras es la sensación de que voy a poner en duda todo lo que soy, lo que somos. A veces, incluso, traiciono otros libros por volver a las páginas que ya conozco. Abro una página al azar y leo. Me quedo dando vueltas en el mismo párrafo y busco otra página al azar. Como vagando por una vitrina donde no voy a comprar nada.

A Huxley lo he leído en buses, en clases, en fotocopias y en internet. La fotocopia fue del libro La envoltura humana. Es difícil de conseguir, así que internet hizo lo suyo. Soy de los que prefieren leer en papel, por lo que imprimí el libro y lo atesoro aún. Sus historias las recuerdo porque me parecían tan lejanas a lo que yo creía que era “su estilo”. Acepté que no tenía ni idea de lo que esto era y solo lo disfruté.

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Lo que comúnmente se conoce con el nombre de sacrificio de sí mismo no es más que el sacrificio de una parte a otra parte del mismo

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Por medio de Aldous, como le digo con confianza, me llené los oídos de The Doors, cuando me enteré de toda su influencia. El umbral en el que viví mientras leía el ensayo había estado ahí para Jim Morrison también. El mundo es un pañuelo, me dije.

Huxley juega con los límites de lo que somos, de lo que podemos alterar en nosotros hasta dejar de ser lo que consideramos que nos conforma. “Las cosas y eventos a los cuales los símbolos hacen referencia pertenecen a los mutuamente excluyentes reinos de la experiencia”. Las drogas, la realidad, el alma, la personalidad. Puso patas arriba mi concepción de un montón de cosas.

Me falta por leer mucho, lo sé. Tanto Aldous como otros tantos que he adquirido en compras impulsivas que he hecho. Pero me tomo mi tiempo en digerir esta ligera monomanía. Y le falta su tiempo. Tengo un par de libros mirando desde mi librero, de soslayo, sabiendo que rondan mi mente, porque saben que son el mantra de mi manía. Otros que son lista de espera hace tiempo y que acumulan el polvo del olvido al que los condeno.