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Ilustración: Caro Poe

María Alejandra Luna

Ya sé: todos/as estamos aburridos/as del enemigo invisible, como se lo llamó en Argentina. Llevamos muchas semanas oyendo sobre esta amenaza que parecía lejana, que parecía estancarse en China y, sin embargo, se expandió. Y ya tiene poco más de un mes que este virus le dio la vuelta al mundo y desembarcó en Latinoamérica. Aunque queramos ignorar su presencia, siempre está haciendo ruido de fondo.

¿Y por qué nos satura tanto? ¿Por qué nos abruma tanto? ¿Por qué nos sofoca tanto? Porque ya no estamos en 2009. Estamos transitando el 2020: fines de la década corriente o principios de la venidera, según cómo hayan elegido posicionarse a principio de año. Tenemos wi-fi y redes sociales. Los sucesos se viralizan. Literal y figuradamente. Ese ingrediente hace que tanto las informaciones generales como las sensaciones particulares de cada uno/a se reproduzcan día a día en nuestros contextos, seamos cercanos/as a ellas o no.

Estamos en cuarentena. Una cuarentena que se siente colectiva. No: que es colectiva. Sí, como antaño. No hay nada nuevo bajo el sol. Mentira, sí hay: estamos haciendo comunidad con gente que vive a 6000 kilómetros de nuestro dormitorio; nos recomendamos lecturas y rutinas de ejercicios; comentamos en Instagram los dibujos que hicieron para sobrellevar el encierro; antes de acostarnos consumimos transmisiones en vivo cuyos fondos son diurnos. Estamos en cuarentena. En el mejor de los casos, debajo de nuestro techo. No obstante, nunca se percibió tan profundamente la idea de que todos/as vivimos debajo del mismo cielo.

Sí, el mundo está globalizado. Entonces, los virus se globalizan. Pero también esa nueva instancia de persona que se viene gestionando un lugar entre las otras: la persona virtual. Hoy, en una consciente generalización, nuestras emociones dependen de esa persona virtual: leer ciertas noticias maximiza nuestra angustia; reír con experiencias de otras aplaca nuestra preocupación; llamarnos, videollamarnos, organizar juntadas en “House party” acelera el paso de las interminables horas.

El Covid-19 dio la vuelta al mundo en cuarenta días y suena devastador que no todo sean maravillas entre las consecuencias de la globalización. Pero también nosotros/as, como personas virtuales, estaremos dando la vuelta al mundo durante estos “cuarenta” días (lo cual parecía solamente una cuestión etimológica y, a este paso, se hará tangible). Y así, sin querer, además averiguamos que de unas maneras podemos ser fatales para nuestros/as prójimos/as y que de otras maneras podemos ser el alivio.

Autora

María Alejandra Luna

María Alejandra Luna

Subdirectora General / Directora de Redes Sociales

Buenos Aires le dio el soplido de vida a mi existencia. De origen hebreo, mi primer nombre. La Antigua Grecia me dio el segundo. La Luna alumbró mi apellido. Escritora de afición, lectora de profesión, promotora de poesía y de los márgenes de la cultura. Dicen que soy quisquillosa con las palabras, que genero discursos precisos y que sobreanalizo los discursos ajenos. Y todo esto se corresponde conmigo. Pueden ser tan expresivos los textos que escribo como los gestos que emito al hablar. Y esos rasgos trato de plasmarlos en los ámbitos donde me desarrollo, como las Redes Sociales.

Ilustradora

Caro Poe

Caro Poe

Directora de Diseño

Diseñadora gráfica.

Soy encargada del departamento de Diseño e Ilustración de este hermoso proyecto. Estudiante de Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Como no soy escritora, encuentro de gran complejidad describirme en un simple párrafo, pero si me dieras una hoja, un bolígrafo y 5 minutos, podría garabatearlo.

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