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Ilustración: Yessenia Rodríguez Edición: Caro Poe

Majenda Aliaga

─“¡No sigas riendo!
─No me río –dijo el niño.
Ursus tembló de la cabeza a los pies e insistió:
─¡Ríes, te digo!
Sacudió al niño con un apretón que habría sido furioso sino hubiera sido compasivo y le preguntó violentamente:
─¿Quién te ha hecho eso?
El niño contestó:
─No sé qué quiere decir usted.
─¿Desde cuándo tienes esa risa?
─Siempre he sido así”.

El hombre que ríe, Víctor Hugo

Pocos años antes de que lo sonoro hiciera su ingreso en el cine, se estrenó, siguiendo la tendencia de esos años, una película perturbadora, aunque su intención primigenia era ser dramática, llamada El hombre que ríe. Esta película de  1928, protagonizada por el entrañable  Conrad Veidt  quien había sido muy apreciado por la crítica en El gabinete del doctor Caligari, nos cuenta el drama de Gwynplane, El hombre que ríe, hijo de un hombre que fue enviado a la horca por orden del rey Jaime II y vendido a unos bucca fissa  o Comprachicos, personas que se dedicaban a apelar la compasión de la gente en la calle por medio de chicos con deformidades. La mayor parte de las veces, los niños no tenían defectos, entonces ellos les quitaban los ojos o cortaban extremidades; y, en el caso de Gwynplane le hicieron un corte en la comisura de los labios para alargar su risa, algo así como la llamada Sonrisa de Glasgow, es decir el corte iba de un extremo a otro hasta las orejas.

Poco tiempo después de que le desfiguran el rostro, el niño huye. Posteriormente se encuentra en el camino con una bebé ciega en manos de su madre moribunda: toma a la niña entre sus brazos salvándole la vida y ambos son acogidos por Ursus, un hombre misántropo que les protege. Cuando crece, trata de llevar una vida normal como histrión y se enamora de la chica ciega que aprecia su noble corazón. La película que fue filmada en pleno apogeo del cine expresionista alemán cuenta con escenarios lúgubres lo que aumentan la intensidad de la historia.

El guion está basado en la novela homónima de Víctor Hugo y se desarrolla en la Inglaterra del siglo XII, tiempo en el que los reyes podían hacer lo que querían con sus súbditos como le ocurre al protagonista y su progenitor que ven cambiados terriblemente sus destinos por lo que el rey considera una afrenta, el francés desarrolla una historia muy emotiva y que consigue calar hondo en los lectores. Por cierto, la novela fue poco apreciada por la crítica de la época pese a que el autor la consideraba una de sus mejores obras, tal es así que es uno de sus trabajos menos conocidos.  

Hay dos tipos de drama: el drama que se puede representar, y el drama que no se puede representar. Este último participa de la epopeya. A los personajes humanos mezcla, como la naturaleza misma, otros personajes: las fuerzas, los elementos, lo infinito, lo desconocido. Siendo más grande, es más libre. Si se pregunta al autor de este libro por qué ha escrito “El hombre que ríe”, responderá que, como filósofo, ha querido afirmar el alma y la conciencia; como historiador, ha querido revelar hechos monárquicos poco conocidos e informar la democracia, y que, como poeta, ha querido escribir un drama. En la intención del autor, este libro es un drama. El Drama del Alma. 
Víctor Hugo sobre El hombre que ríe

En los años cuarenta, dos jóvenes dibujantes de DC cómic andaban en la búsqueda de villanos para el cómic de Batman, y, la película fue la base para que Jerry Robinson y Bob Kane, ilustradores del cómic Batman, crearan uno de sus villanos más famosos: El Joker. El personaje de cabello verde y con rostro pintado de blanco y con una sonrisa permanente en el rostro. Sobre el origen de esta, el personaje suele contar muchas historias mientras comete sus fechorías.

Sin embargo, la autoría del personaje está sujeta a dos versiones.

En la primera de Kane, indica que los autores fueron él junto al guionista Bill Finger; así recuerda ese episodio:

Bill Finger y yo creamos al Joker. Bill fue el guionista. Jerry Robinson vino a verme con la carta de una baraja que tenía al Joker (comodín). [Joker] se parece a Conrad Veidt… ya sabes, el actor de El hombre que ríe, [la película de 1928 basada en la novela] de Victor Hugo…. Bill Finger tenía un libro con una fotografía de Conrad Veidt y me lo mostró y dijo «Aquí está el Joker». Jerry Robinson no tuvo absolutamente nada que ver, pero dirá que sí hasta que muera. Él introdujo una carta de juego que usamos un par de números para que [Joker] la usara como su tarjeta.

Sin embargo, Robinson recuerda la creación del icónico personaje de esta manera:

Bill Finger y yo creamos el Joker. Bill era el escritor. Jerry Robinson vino a mí con una carta de juego del Joker. Y yo le dije, “se parece a Conrad Veidt… ya sabes, el actor de «El hombre que ríe»… Finger tenía un libro con una fotografía de Conrad Veidt, me la mostró y dijo: Así es, aquí tenemos al Joker.

Develar cuál de las dos es cierta, no podrá saberse. Pero, lo que es innegable es la influencia que tuvo el personaje creado por el reconocido novelista francés en la creación de uno de los villanos más famosos de los últimos tiempos y que a fines de este año tendrá una nueva versión.

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