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Ilustrado por: Caro Poe

Víctor C. Frías

 

En pleno apogeo de las inteligencias artificiales, atestiguamos el nacimiento de una nueva realidad. Cada día escuchamos que «la realidad» no es sino la percepción de cada quien, y que esta es tan subjetiva, propia de la persona que la observa. Pero ¿qué pasa cuando un fenómeno se yergue ante el ojo colectivo y nos une en un solo observador?

Hemos visto el nacimiento de las tecnologías que generan imágenes con IA, y nos damos cuenta de que con ellas se podrían moldear mundos enteros. Sentimos la primera punzada en el estómago.  

La palabra que lo define todo es: siniestro. Hace tiempo leí el artículo Die UnheimlichLo siniestro»), publicado por Sigmund Freud en 1919, en el que describe, a partir del relato Der SandmannEl arenero») por E. T. A. Hoffmann, y más obras literarias, cómo un personaje arquetípico puede representar todo lo que sale de la familiaridad, la amenaza constante que nos hace temblar desde las memorias ancestrales.

Lo siniestro es la característica sutil que convierte lo cotidiano en desconcertante y nos coloca en el valle inquietante. Está surgiendo

En realidad, la IA es solo un recurso fácil y reciente para plantearnos el concepto de lo siniestro, pues, hace poco, nos tocó ver un par de comerciales para negocios de pizza, bebidas y pasteles con canciones de fondo como All Star de Smash Mouth. Nos transmitieron lo familiar, pero las formas en el formato de video son mucho más volátiles y quiméricas. Lo siniestro ha tenido lugar desde mucho antes.

Tantas veces nos hemos parado enfrente de una pintura teniendo la sensación de que la mirada del lienzo nos va a seguir, o nos hemos detenido ante la muñeca de tamaño real que la abuela puso de pie al final del pasillo, junto a la mesita de su teléfono de baquelita, pensando: «ese teléfono desconectado va a sonar, y escucharé la voz de la muñeca».

Dicho todo lo anterior, lo siniestro es la raíz de un subgénero del terror literario llamado «Uncanny» o «Terror de lo siniestro», y puedo citar algunas historias que dejaron huella en mi recorrido lector. Para empezar, El árbol de la colina de H. P. Lovecraft, que nos plantea el horror que despierta en un árbol, visto desde un prisma interdimensional, dándole un aura amenazante.

No puede escapar de esta lista el relato Moscas del escritor mexicano Bernardo Esquinca: un terapeuta escucha a su paciente, que está obsesionado con que las moscas tienen un plan para gobernar el mundo y deshacerse de la humanidad. Por supuesto, menciono también El almohadón de plumas del uruguayo Horacio Quiroga, que en sus renglones saca de lo ordinario la decadencia de una enfermedad para adentrarnos en lo monstruoso.

No nos olvidemos de Washington Irving y su relato La aventura del estudiante alemán, en el que un encuentro con una extraña joven se convierte en el centro de atención, arrastrándonos al abismo como la tensa cuerda de un ancla. Destaco también, de la pluma del gran Guy de Maupassant, el relato La cabellera, un viaje del que no desaparece la sensación de extrañeza y nos deja absortos en esos cabellos que algún día estuvieron prendidos a una cabeza.

Lo siniestro es lo que escapa de lo cotidiano y lo esperado. Como subgénero literario, recomiendo leerlo y disfrutar todas las posibilidades que ofrece. En lo personal, encuentro una fuente de adrenalina lectora que siempre viene bien. Ahora, hay que recordar que nuestra historia como humanidad también se está escribiendo, y vivimos a merced de un mundo real que se ha puesto ante nuestros ojos. La inteligencia artificial, sin duda, tendrá la capacidad de ajustar detalles. Nos entregará imágenes refinadas que escaparán del valle inquietante, y una realidad gemela permeará en la nuestra. No habrá sensación de extrañeza, ni manera de cuestionarla, ni alertas que despierten.

¿Qué pasará el día en que un avatar fabricado con IA diga una mentira o atente contra el mundo? ¿Qué sucederá cuando la mente global no haga más que aceptarlo, porque no hay otra opción? Si hay un escritor allá afuera, tecleando el fatídico avance de esta historia… le rogamos, por lo que más quiera, que se detenga. No habrá quién la lea después.

Víctor C. Frías

Víctor C. Frías

Autor

Caro Poe

Caro Poe

Ilustradora

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