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Ilustración: Berenice Tapia

Alejandro Zaga

Cincuentaitrés años nos separan del estreno de esta obra de teatro llamada A ocho columnas (2 de julio de 1956 en el teatro «la Capilla», fundado por Novo) y la controversia continúa, pues ahora, más que nunca antes (como seguramente en ese momento más que nunca antes), el manejo de la información es vital y mortal. El maestro Salvador Novo, a 115 años de su nacimiento este 30 de julio pasado, no pierde vigencia con una mordaz crítica a la prensa, que, entre risa y risa, nos asustará darnos cuenta de que realmente los favores políticos destruyen sueños e ideales de personas.

Novo fue uno de los pilares principales de la progresión en la mentalidad colectiva mexicana e imprescindible para la comprensión de la producción literaria del s. XX. Abiertamente homosexual y cosmopolita también fue, con estas características, reconocido a nivel nacional, siendo condecorado y apoyado por el gobierno (lo cual es interesante saber al ver/leer esta obra teatral). Fue miembro del grupo de «Los Contemporáneos» (al igual que Torres Bodet, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, etc.) y de la Academia Mexicana de la Lengua.

LA PUESTA EN ESCENA

Esta comedia se maneja con los tonos correctos en todos los personajes. Los actores Luis Miguel Lombana (Se busca un hombre), Sophie Alexander Katz (XY, Yago), Alondra Hidalgo (voz de Hinata Hyuga en Naruto), Pedro de Tavira (Juana Inés, Los adioses), José Carriedo (Capadocia) y Arnoldo Picazzo (El habitante) dan cátedra de actuación y química en escena en esta que fue considerada la mejor obra montada en el 2018 por los Premios de la Agrupación de Críticos y Periodistas de Teatro, en los cuales también se reconoció a José Carriedo como Mejor Actor.[1]

Su propuesta cuenta con una ambientación precisa, no muy suntuosa y elegante, así como una selección de iluminación que, si bien podría mejorar, cumple con el objetivo y no deja nada qué desear. La selección de música de la época y hasta anunciar las llamadas con comerciales cincuenteros es otro acierto a destacar. En resumen, Fernando Bonilla ha hecho un trabajo excelente en su dirección, detallando lo necesario y un poco más, lo que visualmente se agradece. Lamentablemente ha terminado la temporada, pero volverán, prometieron, en mayo del 2020, esta vez en el teatro Helénico.

LA HISTORIA

Años cincuenta. Un diputado acude a EL MUNDO, diario más con mayor alcance en el país, a tratar un tema de suma importancia: quitar de en medio a un médico que entró a la política en un alto puesto por gracia del presidente. En el periódico le recomiendan dejarlo en sus manos, se encargarán de su muerte civil. Para ello se valdrán de un joven aspirante a reportero, Carlos (Carriedo), quien conoce al doctor blanco de estas maquinaciones pues también fue aspirante a médico. Claro que él no está enterado del objetivo de la entrevista que ha de hacerle e intentarán publicar la ruina del médico firmada por alguien que le admira.

Para los altos mandos del periódico, lo común es tramar este tipo de ataques, encabezados por el editorialista/jefe de redacción, Torres (Lombana) y, en un segundo plano, la encargada de sociales y editora de la revista l’elite, Marta (Katz). Como siempre, estos altos mandos siempre necesitarán peones que preparen el trabajo, uno de ellos es Celia (Hidalgo), que bien podría ser la inspiración de Leo Dan, secretaria del director, trabajadora y confiable pero con el gran defecto de ser noble.

El indispensable epazote en este platillo de corrupción es el «mejor amigo» de Carlos, Enrique (de Tavira), un astuto y visionario oportunista cuya única motivación es el provecho monetario.

ROL DE LOS PERSONAJES

En escena nos recibe la secretaria Celia, una señorita que trabaja arduamente en el periódico, desarrollando lo que hoy se denominaría multitask, que al tiempo puede ordenar pedidos por teléfono, redactar a máquina y conceder jaiboles a los visitantes. El personaje representa a la mano de obra que requiere cualquier industria, prescindible en tanto no se ajuste a los ideales superiores.

Como antagonista principal tenemos a Torres, un experimentado editorialista que tiene preparadas todas las caras posibles y los discursos más que ensayados, y que puede usarlos de acuerdo al que necesite escuchar su interlocutor. Este personaje es quien teje los ataques que planea EL MUNDO, no lo oculta. Maneja todo desde la sombra porque, dado que no es el director, su rostro se desconoce.

Complementando la figura antagónica, se encuentra Marta, auxiliar activo en los planes del periódico, con ideas y conexiones, el lazo social que permite conseguir nuevos agentes para el ejército del monopolio de la información.

Enrique, el «amigo» de Carlos, se une a este carroñero grupo de antagonistas, obstaculizando los sueños del otro y aprovechándose cuanto pueda del otro. El rol de su personaje es la perpetuación de los ciclos monopólicos de la información.

Carlos representa al individuo que podríamos llamar noble o ingenuo casi indiferentemente, de acuerdo a la postura personal, dado que busca un bien para la sociedad como lo es la información veraz que pueda auxiliar al pueblo a armarse de conocimiento, un personaje que poco tiene que hacer en un medio tan erosionado por la ambición como lo es EL MUNDO.

«EL MUNDO» COMO PERSONAJE

El diario de mayor alcance en el México que describe la obra tiene intereses propios, tiene soldados dispuestos a recibir una bala por él. Alfonso, el director, por ejemplo, es quien da la cara (aunque el público no es digno de verle jamás) como representante de esta persona jurídica que es EL MUNDO, uno sencillamente podría decir que es un pelele y que el verdadero cerebro del periódico es Torres, pero es más complicado que eso. No me refiero a que Torres sea controlado por el diario o que no sea el tipo rastrero que se nos muestra, me refiero a que tiene intenciones propias e independientes de las de EL MUNDO. Todos se acoplan a las intenciones del diario, de la manera en que esta las planea y las da a conocer a través de los personajes que se subordinan a él.

Un ejemplo de lo anterior es la manera «feliz» en que terminan las cosas para los personajes. Carlos toma una decisión y Celia le secunda, están muy convencidos de ella, pero la idea fue implantada por Torres. Enrique se coloca en el lugar perfecto para granjearse la cima, todos sabemos que así será, además que presagia que al llegar a ella, necesitará un «Torres» y anuncia quién será.

Por último, la mayor prueba de esto es el parlamento final, a cargo de Torres, que confirma que el pedido inicial, el que da trama a la obra, ha sido completado, es decir, se cumple la voluntad del diario.

LA TRAMA EN EL SIGLO XXI

Se podría seguir maldiciendo a los medios poderosos que negocian con la información maquillada o con la falta u ocultamiento de la misma y se puede tener razón… hasta cierto punto. Y es que verdaderamente son otros tiempos, en los que la información viaja a gran velocidad y en tales cantidades que los temas de conversación común pueden ser mucho más diversos. Recibimos información que se nos bombardea salvajemente y esto se debe a un tema de suma importancia: caída del monopolio de la información.

Cada uno podrá tener su punto de vista (o tener el que leyó hace poco en su fuente de confianza), pero es una realidad tangible la opción múltiple a la hora de escoger la información. Es difícil brindarla, sí; tiene más alcance el que más dinero tiene, sí; sigue siendo un excelente negocio vender mentiras, sí; sin embargo, solo hace falta abrir el buscador de tu celular y buscar la misma noticia de la que desconfías y encontrarás, por lo menos, otras diez versiones.

La apertura a la información es tan extensa que un bueno para nada como yo, escribió unas líneas una madrugada y ahora están siendo leídas por ti y por algún otro despistado. Tampoco ha dejado de ser peligroso, porque quienes tenían el monopolio siguen con gran poder y el negocio sigue siendo el mismo, pero con mayor oferta para la demanda, que también ha sido diversificada.

La demanda de suministro de información no se limita ya a políticos contra sectores que no les convienen (aunque sean otros políticos), sino que ha mostrado ser un arma eficiente, cuando se sabe utilizar, para aleccionar altos mandos, exponer excesos, y un largo etcétera.

LA HUELLA DE NOVO A TRAVÉS DEL TIEMPO

El atrevimiento que el dramaturgo nos transmite en esta y otras obras nos permite asomarnos a el suyo, un tiempo lleno de ansiedad. Ansias por cambio, por aceptación, por libertad (no olvidemos que esta obra fue gravemente censurada por mucho tiempo) y que una sagaz mente como la de Novo, tachado a menudo de prosaico, vislumbró.

Eso caracteriza a la comedia, la explotación de un defecto o un conjunto de estos, convirtiéndolos en conversables. Tan solo hace falta recordar poemas suyos como Pienso, mi amor… o ¿Qué hago en tu ausencia? Tu retrato miro… que incluyen escenas sexuales contundentes y que han auxiliado a que se hable de ello.

A ocho columnas es un texto importante porque molestó y eso hizo que se hablara de ello, precisamente porque no se debía hablar y, ahora que podemos, no nos detenemos en hablar de ello, sino que reímos, como se suponía desde el principio.

Si habitas en CDMX y te gustaría que te recordáramos cuando esté nuevamente en cartelera, deja un comentario pidiéndolo. Recuerda que será en marzo del 2020.

  1. https://carteleradeteatro.mx/2019/ganan-a-ocho-columnas-y-hello-dolly-mejor-obra-y-mejor-musical-en-los-acpt/ 
Alejandro Zaga

Alejandro Zaga

Director Jurídico

Nacido en 1995 en Distrito Federal (hoy CDMX). Estudió teatro y la licenciatura de Estudios Latinoamericanos, en la UNAM. Ambas truncas. Permanente estudiante/escrutiñador de la comedia, pues la risa es la prioridad. La ironía lo llevó a inscribirse en Derecho, también en la UNAM.

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