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Ilustrado por: Balquinta

Jaime Bermúdez

Los tres se detuvieron frente al cercado, estaba oscuro, pero no encendieron las linternas para no alertar al viviente, el tuerto hizo señas a Yorgan quien levantó el alambre, pasó el tuerto y luego vino Camilo, su hermano, todavía menor de edad; al frente andaban los novillos, ya estaban bien gordos y el tuerto sabía por contactos que el jueves los iban a subastar.

«Camilo escoja uno, ¡rápido!» dijo el tuerto arrogante.

Camilo sabía lo que iba a pasar si escogía, el elegido tenía que estar gordo y dormido, la luna con el cielo despejado iluminaba bien el ganado y tenía miedo de decidirse, le daba vergüenza, pero fingía valentía, mientras tanto la noche ocultaba que estaba temblando.

«Ese de allá está bueno».

El tuerto se movió en sigilo frente a un hermoso cebú blanco y gordo que dormitaba en el pasto, ya sabía cómo hacer, cuando estuvo a pasos del animal desenfundó un cuchillo de carnicero, enorme como el antebrazo de un niño, la luna encendió el acero destellando sobre Camilo quien supo entonces lo que iba a ocurrir y volteó la mirada, el tuerto pasó el cuchillo por el novillo, desplomándolo en silencio.

Del animal solo quedaron los huesos, carne y piel fueron cargados en la camioneta, el tuerto cubierto en sangre reía descarado; Yorgan se hizo al volante, el tuerto de pasajero y Camilo atrás con el botín, entonces un destello se vio adelante e instantes después estalló el disparo, Yorgan vio el panorámico roto, al tuerto muerto y su sangre mezclada con la del novillo, aceleró cuanto pudo, miró a Camilo quien temblaba en silencio y juró que esa sería la última vez, miró al tuerto con fastidio, necesitaría otro bueno con el cuchillo para el lunes.

Jaime Bermudez

Jaime Bermudez

Autor

Estudiante de historia colombiano que lee y escribe por placer, antes de estudiar historia se graduó de finanzas y ahora trabaja vendiendo impresoras.

Balquinta

Balquinta

Ilustrador

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